Ignacio la sostuvo entre sus brazos como si no deseara soltarla nunca más y cerró los ojos, ella siguió recostada sobre su pecho. Después él le dijo:
—Tengo tantas esperanzas sobre nuestro matrimonio; el amor que ahora siento por ti me da fuerzas para querer seguir adelante sin miedos ni prejuicios. —Amelia cerró sus ojos y en sus adentros pensó:
"No sé por cuánto tiempo podré sostener esta mentira, tal vez sea para siempre... juro que mientras pueda permanecer en esta casa te cuidaré y cuidaré de tus hijos. Estaré contigo hasta que todos tus problemas desaparezcan… lo demás lo decidirá el cielo, no sé cuál será mi destino, y Dios juzgará mis acciones, espero que se apiade de mí, sé que alg&uac
Como a las once de la mañana, Amelia recibió a los niños que llegaron del colegio.—Vamos rápido a cambiarse sus uniformes, hoy papi vendrá a almorzar con nosotros.—Papá regresó a vivir a esta casa? —Preguntó Jr.—Sí, tú papi regresó anoche y está muy contento.Fabiola había salido temprano y llegó casi al mismo tiempo que los niños. La niñera se llevó a Mari Ángel para cambiarle su ropa de uniforme. Fabiola agarró a Amelia de la mano y la llevó casi a rastras a la habitación donde ella dormía.—¡Cuénteme! ¿Qué sucedió? ¿Por qué Ignacio regresó a la casa?—Terminó con Liliana. —Fabiola puso cara de sorpresa y una sonrisa que casi le cubría todo el rostro.—Y se vino a vivir a
Ignacio subió con las llaves decidido a dejar encerrada a Silvia en su habitación.Amelia quería que él se calmara. Llena de fe recitó una oración y se fue hacia la puerta, iba a salir a dialogar con él, y de algún modo convencerlo de que se tranquilizara aunque fuera un poco.Ella abrió la puerta justo en el momento que Ignacio llegó con las llaves para echarle candado.Amelia cruzó el umbral y salió al pasillo, Ignacio parecía un toro cargado de furia.—¿A dónde crees que vas? —Ella con ingenuidad y sin imaginar cuáles eran sus intenciones le dijo:—Quiero que te calmes, recuerda lo que hablamos
En la tarde cuando Ignacio se marchó a la oficina, Fabiola buscó un clic y abrió la puerta de la habitación de Silvia. Amelia ya estaba lista para salir.—Ya empaqué mis cosas, regresaré a la pensión.—Yo también empaqué las mías, ya no tiene sentido continuar en esta casa, me iré mañana, hoy diremos que voy a acompañarte al hotel donde piensas quedarte.—Que te lleves mis cosas.Amelia sacó su maleta y la dejó en la habitación donde dormía Fabiola.—Así nadie me verá sacándola de la habitación de Silvia.—Bueno, ya no hay más por hacer, debemos irnos antes que al ogro se le dé por aparecer como Drácula. —Dijo Fabiola.—Debo hacer algo primero.—¿Qué?—Voy a dejar los diarios de Silv
Amelia llegó a la suite donde se encontraba Marino. Él la estaba esperando en la sala, se veía algo ansioso y para nada parecía un tipo imponente.Ella tenía el semblante serio, aunque no parecía enojada, sino que más bien se notaba triste.—Aquí estoy. —Él sonrió y la miraba con ojos curiosos.Despacio la rodeó observando su apariencia física.Dio la vuelta alrededor de ella, luego paró a su lado.—Ahora que sé la verdad, logro ver la diferencia que hay entre ambas, aunque son más las similitudes; es innegable que usted es más linda, con modales más delicados; y su rostro —Le tocó la mejilla, ella intentó evadirlo, pero él no la dejó—. Tus facciones son dulces, angelicales.Amelia solo deseaba no estar ahí, odiaba que ese hombre la mirara, y peor a
Amelia le contó a Marino y al Tigre con lujos y detalles todo lo que Silvia y el tal Ernesto hicieron para obligarla a sustituirla.Cuando nombró a Ernesto Lander Marino y el Tigre se miraron.—¿Está seguro de que se llamaba Ernesto Lander? —Preguntó el Tigre.—Si, él era un cliente premium del club, es un hombre muy elegante, siempre usaba traje y corbata.&n
Silvia había tenido otro encuentro sexual con Henrry. A pesar que desconfiaba de él, no podía renunciar a los placeres que le podía proporcionar.Cuando terminaron se quedaron tendidos en la cama con sus cuerpos desnudos, y ambos comenzaron a fumar.Permanecieron en silencio por un rato, después Henrry le dijo:—Dime qué traman Ernesto y tú.—¿En qué te basas para pensar que tratamos algo?—Insistes en que te diga en donde escondí la caleta… sabes tanto como yo que es imposible moverla mientras las calaveras siguen en su apogeo.Silvia se quedó callada por un mom
Ignacio regresó de la oficina, y consiguió a Lucrecia en la sala; la mujer se veía algo angustiada.—¿Cómo estás hijo? —Ignacio ya venía lleno de amargura y con sarcasmo respondió:—Muy bien tía, ya sabes que estoy muy bien. —Se fue hacia las escaleras y Lucrecia con nerviosismo lo detuvo.—¿Por qué no te quedas aquí un rato y charlamos? —Ignacio volteó a mirarla con los hombros erguidos, observó que ella había juntado sus manos y movía los dedos con nerviosismo.—¿Qué está sucediendo tía?—Nada, solo me gustaría que nos sentáramos a platicar un rato. —Ignacio Frunció el ceño.—¿Le abriste la puerta a Silvia?—No, no, ¿cómo crees? —La miró con recelo y subió como u
Jimena quería fastidiar a Silvia, como vio que subió al segundo piso, decidió ir tras ella.Amelia dejó la puerta abierta, cuando la otra llegó le dijo:—Supongo que debes estar muy feliz, ahora todas esas pobres personas se quedaron sin empleo por tu culpa.—No es justo que los eche sin que ellos tengan nada qué ver.—Mi mamá te dijo que no desafiaras a Ignacio, pero eres un animal que solo sabes causar problemas y atraer la desgracia hacia todos los que te rodean; y claro, la servidumbre no podía escapar.Amelia comprendió la magnitud del problema que había causado a esos inocentes empleados que dependían de su sueldo para sostener a sus familias.—Caterina fue quien me abrió la puerta; habla tú con Ignacio para que no deje a esas personas sin empleo.—No creo que él quiera escucharme.—A