Pasaron varias semanas, Amelia asimiló la ausencia de Ignacio, y su estado de ánimo mejoró de manera considerable. Por un lado no tenía que fingir tanto ser Silvia, no debía enfrentar sus peleas y reproches hacia su esposa que, aunque no estaban dirigidos a ella, igual le afectaba mucho lo emocional.
Hubo una en el grupo Alcázar, cuando la reunión finalizó Jimena se acercó a Ignacio y le dijo.
—Ya casi ni hablamos desde que te fuiste de la casa.
—Si, a pesar que estamos en el grupo todos los días.
—Pero no coincidimos con los horarios. Hay algo que quiero decirte a solas.
—Vamos a mi oficina. —Cuando llegaron ella cerr&oa
Amelia pasó la mañana con su familia, almorzó con ellos y tranquilizó a su tía y a su padre, explicándoles acerca del hombre con el que se marchó el otro día a su trabajo. Les dijo que él era un guardaespaldas que la había acompañado. Ellos se tranquilizaron, después del almuerzo se despidió y regresó a la casa.Lupe salió del estudio a buscar la libreta donde tenía apuntado el nuevo número de celular de Silvia. Ignacio salió del estudio y la esperó en la sala. Al poco tiempo Lupe le entregó un papel con el número del nuevo celular de Silvia, de pronto ella llegó.Amelia notó la cara de susto que tenía Lupe, después miró a Ignacio, y la expresión de su rostro lo decía todo. La sonrisa natural y la paz que llevaba Amelia se esfumó al instante intuyendo problemas.
Amelia analizó las cosas y le dijo a Lupe:—Es imposible salir disfrazada de esta casa, el portero querrá saber cómo llegué, y los demás también lo notarán.—¿Qué hará entonces?—Intentaré desaparecer de la vista de Marino…. No sé cómo, pero no debo caer en sus manos, tengo que desaparecer.—¿Y si le dice la verdad, que usted no es la mujer que él cree?—Eso sería como lanzarme yo misma por un precipicio; debo perder de vista a su gente y desaparecer.—Tal vez podría ir con mi familia al pueblo, allí puede quedarse algunos días mientras decide qué paso va a dar.—Gracias Lupe, pero es demasiado arriesgado, sería injusto involucrarlos a todos. Asumiré esto yo sola, y que sea lo que Dios disponga; no pedí nada de esto, p
El conductor del taxi le preguntó a Amelia a donde la llevaba, ella estaba que se soltaba a llorar, sentía que el corazón se le quería salir de su pecho. Pensó por un momento a dónde ir, tenía la sensación de haberlo pedido todo, se encontraba sola como nunca antes y sentía miedo.Debía distraer a la gente de Marino, sabía que sus ojos estaban encima vigilando cada uno de sus movimientos; entonces le indicó que la llevara al centro comercial que Silvia frecuentaba. Tenía planeado disfrazarse y de allí poder escapar.***Ignacio subió a ver a la niña, tenía su otro cubierto por la tristeza que lo había invadido. Lucrecia y Diego estaban serios; la escena parecía como si todos ellos estuvieran en un funeral.Lucrecia miró a Ignacio y con tono de reproche le dijo:—Espero que no tengas que arrepentirte de
Silvia se vistió con una diva de rojo para sorprender a Henrry. Eran las ocho de la noche, ya se había puesto el vestido, este era largo, de un corte liso y pegado a su cuerpo, se sostenía sobre sus hombros con un par de tiras muy finas que dejaban al descubierto su piel tersa. Ernesto entró a la habitación donde ella se estaba arreglando y le entregó una copa de coñac. —Sé que aún es temprano, pero te traje este coñac, lo vas a necesitar. —Cada vez me sorprendes más, ya parece que me lees el pensamiento. Gracias por la copa. —Ella bebió un sorbo, Ernesto se acercó y con sumo cuidado le tocó el hombro, mirándola con admiración; luego deslizó sus dedos a lo largo del brazo con delicadeza, llegando hasta el codo, y volvió a subir despacio, después puso el dedo sobre sus labios maquillando en rojo. —Tienes la piel c
Ernesto quería detener a Silvia e insistió diciendo:—Solo déjalo, puedes continuar con tu vida y dejar el pasado atrás, sobre todo ahora que Marino jamás podrá sospechar que escapaste del país. —Ella con dureza le dijo:—Tengo que enfrentar a Henrry, si no lo puedes entender es mejor que te apartes de mí camino.—No te enojes, solo me preocupo por ti.—¿Desde cuándo te volviste tan miedoso? antes no te temblaba la mano para destruir a tus enemigos, por eso me gustaba andar contigo.—No me he vuelto miedoso, yo mismo podría matar a Henrry y a esa usurpadora si tú me lo pides. Lo teníamos todo planeado, solo debo llamar a Marino y contarle que Henrry y tu fueron los que lo entregaron, así él se hará cargo de ellos y a ti no te pasará nada.Silvia no le contestó nada, se fue a una lad
En casa todos comenzaron a notar que Amelia no estaba feliz como de costumbre; en su mirada era evidente la tristeza que la embargaba, tenía el semblante decaído, pero no les compartió nada d lo que sentía e intentaba disimular.Rita y Nora hablaron del asunto con Fabiola que se encontraba en la casa.—Algo le sucede a Amelia, nunca la había visto así. —Nora les dijo:—Tal vez sigue sufriendo por Mario, al fin y al cabo él fue el que destruyó todas sus alusiones. —Fabiola agregó:—Me da la impresión de que a Amelia le sucede algo más.—¿Por qué no intentas hablar con ella —Le dijo Rita—. Tal vez contigo se desahogue.—Lo intentaré.Al lado de su familia Amelia se sentía mucho mejor. Junto a ellos podía sentir que las cosas serían más llevaderas. Meditó en el
Fabiola le consiguió a Amelia un tinte color chocolate oscuro.—No te preocupes por el bebé, este tinte es orgánico.—Está bien Fabiola, gracias.—Mañana te cambio el look, lástima que Ignacio no podrá ver tu cambio.—No creo que le importe, ahora solo tiene ojos para esa tal Liliana.—Hablas como una esposa celosa —De pronto sonrió con picardía—. Sabes, me encantaría conocer a Ignacio; un día de estos, deberías ir a visitar a los niños y me llevas contigo a su casa.—Sabes que no puedo regresar a esa casa, Marino ya debe estar buscando a Salvia; además Ignacio vive en la casa que le compró a... la otra.—A la amante.—No sé si ese término sea el correcto para ella.—Las cosas hay que llamarlas por su nombre, él es un hombre casado
A Pedro le pareció algo absurdo que Amelia quisiera regresar al pueblo después de lo que había sucedido con Mario y Rosalía. Él se lo dijo a Rita.—Sé que algo le pasa a mi hija, estoy seguro que algo sucede que ella me lo está ocultado—Lo mismo pienso yo; ¿será que en esa casa donde trabajaba le hicieron alguna cosa que no desea contarnos?—No lo sé, pero la noto muy nerviosa todo el tiempo.—Bueno, yo creo que si ella se siente más segura en el pueblo pues debes llevarla allá.—Si nos iremos el domingo en la mañana.—¿Y qué piensan hacer con esas arpías que siguen en tu casa?—Tendrán que irse, Amelia es más dueña de todo que ellas, no olvides que esa es la casa que le compré a mi primera esposa.—Quién sabe si Amelia sea capaz de echarl