Hubo tensión en la mesa ese día, casi nadie habló nada, salvo Diego que cruzó algunas palabras con Lucrecia, y lo hizo solo para aliviar un poco las cosas. Pero Ignacio estaba aislado de la conversación, Adrián y Jimena prefirieron no intervenir.
Amelia no levantó la mirada, y para sobrellevar la situación le dio la comida a la niña ella misma. En cuanto Mari Ángel terminó de almorzar, ella se levantó de la mesa sin probar bocado alguno.—Disculpen, pero no tengo hambre, comeré más tarde. —Ignacio la miró, los demás se quedaron en silencio, a excepción de Lucrecia que le dijo:—Está bien Silvia, no te preocupes.Cuando ella se retiró con la niña, hubo silencio por un momento, todos continuaron comiendo; pero después Lucrecia dejó los cubiertos sobre la mesa, miró a Ignacio con reprAmelia cerró bien la puerta de su habitación, a solas decidió registrar en su diario lo que estaba sintiendo en ese momento. Se sentó en la mesa de lectura, antes de comenzar miró hacia afuera por la ventana y suspiró, después inclinó la cabeza comenzó a escribir:“Querido diario, hoy comprobé lo difícil que es para mí estar cerca de Ignacio; sé que no debería afectarme lo que él hace; sin embargo no puedo evitar que todo mi ser reaccione cuando lo tengo cerca, y no puedo no responder de alguna manera a su forma de proceder, simplemente no logro ignorarlo; y lo peor de todo es que me siento tan atraída hacia él, a veces he llegado a pensar que lo amo, pero estoy segura que todo lo que siento es una confusión. Lo he meditado, y no creo que pueda sentir de verdad un sentimiento tan profundo como el amor por alguien que conocí hace apenas
Ernesto fue al balcón donde se encontraba Salvia. —¿Qué sucedió con la sustituta? —Ella con la voz ronca le dijo: —Ignacio se marchó de la casa con otra mujer. —¡Vaya! ¿Pero qué fuerza en el mundo lo habrá impulsado a marcharse así como así? —La idiota esa no pudo retenerlo, ahora mi marido está durmiéndo qui&eacu
En la mañana Karin le preparó desayuno a Ignacio.—Mi amor, hoy si quiero que desayunemos juntos.—Está bien.Cuando se sentaron a la mesa ella le dijo:—¿Mi amor, será que puedo tomarme el día libre? es que quiero organizar nuestras cosas.—Por supuesto, hoy no tenemos tanto por hacer en la empresa, y en la tarde saldré con Diego y Demián a reunirme con un nuevo inversionista.—Perfecto, así puedo arreglar nuestras cosas, y voy a preparar una cena para los dos, quiero que esta noche sea especial y celebremos este comienzo de nuestras vidas juntos.—Bien entonces nos vemos en la noche.Al mediodía Ignacio fue a almorzar con su familia. Ese día Silvia no causó ningún tipo de problema, simplemente bajó a comer; aunque sucedió algo inesperado, ella bajó no solo con la niña, sino
Silvia empacó algunas de sus cosas para viajar a Bruselas a confrontar a Henrry. Ernesto la observó mientras lo hacía y permaneció en silencio por un rato, luego se acercó a ella por atrás y le puso las manos sobre sus hombros y le dijo:—¿Es necesario que vayas a verlo? —Ella sin siquiera intentar mirarlo respondió:—Por supuesto, necesito ver a ese desgraciado y confrontarlo.—¿Estás segura?—¿Segura de qué?—¿Solo deseas confrontarlo? ¿O esperas algo más?—¿Qué me estás queriendo decir Ernesto? —Él le dio la vuelta y le agarró las manos, mirándola a los ojos le dijo:—Aun lo sigues amando, estoy seguro que te mueres por verlo.—Lo odio, no lo amo.—No quiero que vayas con él.—¿Qué r
Ignacio llegó borracho en la madrugada a su casa, Karin aún estaba despierta y oyó cuando él abrió la puerta. De la borrachera él no supo ni cómo llegó. Subió algunos escalones hacia el segundo piso y se sentó en la mitad de las escaleras. Karin se levantó y se asomó, lo vio allí, Ignacio se estaba quedando dormido recostado en el barandal. Ella bajó a despertarlo. —Ignacio. —Él abrió los ojos, se quedó m
Ignacio salió de la oficina con la intención de ir a hablar con Karin, pero detuvo el auto frente a un parque y bajó del mismo. Caminó hasta que encontró una banca apartada de toda la gente que había en ese lugar. Allí meditó por un rato lo que estaba sucediendo. Después decidió ir a hablar con ella.Cuando llegó a la casa, todo se encontraba oscuro, las cortinas estaban cerradas y no había luces encendidas.—Karin. —La llamó dudando si ella estaba o no en la casa y comenzó a subir las escaleras.Karin estaba muy deprimida y acostada en la cama, había llorado toda la mañana. Cuando Ignacio llegó encendió la luz.—Karin.—¿Qué quieres? —Dijo con la voz adolorida.—Solo quiero que hablemos.—¿Qué me vas a decir? &i
Pasaron varias semanas, Amelia asimiló la ausencia de Ignacio, y su estado de ánimo mejoró de manera considerable. Por un lado no tenía que fingir tanto ser Silvia, no debía enfrentar sus peleas y reproches hacia su esposa que, aunque no estaban dirigidos a ella, igual le afectaba mucho lo emocional.Hubo una en el grupo Alcázar, cuando la reunión finalizó Jimena se acercó a Ignacio y le dijo.—Ya casi ni hablamos desde que te fuiste de la casa.—Si, a pesar que estamos en el grupo todos los días.—Pero no coincidimos con los horarios. Hay algo que quiero decirte a solas.—Vamos a mi oficina. —Cuando llegaron ella cerr&oa
Amelia pasó la mañana con su familia, almorzó con ellos y tranquilizó a su tía y a su padre, explicándoles acerca del hombre con el que se marchó el otro día a su trabajo. Les dijo que él era un guardaespaldas que la había acompañado. Ellos se tranquilizaron, después del almuerzo se despidió y regresó a la casa.Lupe salió del estudio a buscar la libreta donde tenía apuntado el nuevo número de celular de Silvia. Ignacio salió del estudio y la esperó en la sala. Al poco tiempo Lupe le entregó un papel con el número del nuevo celular de Silvia, de pronto ella llegó.Amelia notó la cara de susto que tenía Lupe, después miró a Ignacio, y la expresión de su rostro lo decía todo. La sonrisa natural y la paz que llevaba Amelia se esfumó al instante intuyendo problemas.