Mario le preguntó a Amelia con tono de reproche.
—¿Quién es este hombre?
—Es un guardaespaldas, mejor vete.
Marino le dijo ella:
—Vamos. —Amelia obedeció rápidamente antes que Marino descubriera que ella no era Silvia y se fue con él al auto. Marino tenía el ceño fruncido y le dijo:
—¿Quién es ese tipo y por qué te estaba molestando?
—Es un idiota, eso es todo.
—Pues me pareció que te tenía alterada.
—Si me tenía alterada, es un acosador.
—¿Y si te ha estado acosando por qué no le avisaste al Tigre.
—No quiero que el Tigre intervenga.
—Yo si voy a intervenir y lo voy a matar. —Amelia sintió miedo.
—¡No por favor! —Marino se quedó mirándola fijo.
—¿Te da miedo que lo mate?
—No quiero que mates a nadie.
—El embarazo te ha hecho muy sensible.
—Mejor nos vamos.
—¿Qué hacías en este barrio?
—Vine a visitar a una amiga que conocí trabajando
Amelia se recostó en la cama, las emociones vividas rato antes la tenían conmocionada, y los problemas con Ignacio, eran lo mismo o peor que tenerlos con Mario. Le entristecía todo lo que había sucedido desde que ella llegó al pueblo y todas sus ilusiones se perdieron como un grano de arena en el desierto. Suspiró deseando que todo acabara pronto, deseaba que Silvia regresara cuanto antes y así poder marcharse, recuperar lo poco que aún conservaba de su vida. Ignacio subió a su habitación con la intención de comenzar a empacar sus cosas. Lucrecia ya estaba enterada de la decisión precipitada de Ignacio. Llena de preocupación fue a hablar con Silvia, quería convencerla de que intentara detenerlo, pero Amelia ya no podía con tantos problemas que ella no había provocado. —Tienes que detenerlo. —No puedo. —Si puedes, eres su esposa, siempre lo has podido convencer. —¿Quieres que lo manipule? —Convencerlo de permanecer en su
Amelia se sentó al borde de la cama pensando en las cosas que Ignacio le había dicho, sus palabras resonaban en su cabeza.‹‹La Silvia de antes me agrada más, porque no intentaba ocultar su frialdad y su falta de afecto. En cambio la de ahora es la mujer más mentirosa que conozco››Amelia se dijo así misma:—Él ignora que existo, pero me odia, sabe que no soy su esposa, puede percibirlo en su alma. Él tiene razón, soy una mentirosa, no hago más que mentirle todos los días. Debería decirle la verdad; pero si lo hago Silvia matará a mi familia.Ignacio llegó al apartamento de Karin y el portero le avisó a ella por el intercomunicador.—El señor Ignacio está aquí. —Karin puso una gran sonrisa.—Déjalo subir. —Ella colgó la bocina y volteó a mirar a Milena.
Hubo tensión en la mesa ese día, casi nadie habló nada, salvo Diego que cruzó algunas palabras con Lucrecia, y lo hizo solo para aliviar un poco las cosas. Pero Ignacio estaba aislado de la conversación, Adrián y Jimena prefirieron no intervenir.Amelia no levantó la mirada, y para sobrellevar la situación le dio la comida a la niña ella misma. En cuanto Mari Ángel terminó de almorzar, ella se levantó de la mesa sin probar bocado alguno.—Disculpen, pero no tengo hambre, comeré más tarde. —Ignacio la miró, los demás se quedaron en silencio, a excepción de Lucrecia que le dijo:—Está bien Silvia, no te preocupes.Cuando ella se retiró con la niña, hubo silencio por un momento, todos continuaron comiendo; pero después Lucrecia dejó los cubiertos sobre la mesa, miró a Ignacio con repr
Amelia cerró bien la puerta de su habitación, a solas decidió registrar en su diario lo que estaba sintiendo en ese momento. Se sentó en la mesa de lectura, antes de comenzar miró hacia afuera por la ventana y suspiró, después inclinó la cabeza comenzó a escribir:“Querido diario, hoy comprobé lo difícil que es para mí estar cerca de Ignacio; sé que no debería afectarme lo que él hace; sin embargo no puedo evitar que todo mi ser reaccione cuando lo tengo cerca, y no puedo no responder de alguna manera a su forma de proceder, simplemente no logro ignorarlo; y lo peor de todo es que me siento tan atraída hacia él, a veces he llegado a pensar que lo amo, pero estoy segura que todo lo que siento es una confusión. Lo he meditado, y no creo que pueda sentir de verdad un sentimiento tan profundo como el amor por alguien que conocí hace apenas
Ernesto fue al balcón donde se encontraba Salvia. —¿Qué sucedió con la sustituta? —Ella con la voz ronca le dijo: —Ignacio se marchó de la casa con otra mujer. —¡Vaya! ¿Pero qué fuerza en el mundo lo habrá impulsado a marcharse así como así? —La idiota esa no pudo retenerlo, ahora mi marido está durmiéndo qui&eacu
En la mañana Karin le preparó desayuno a Ignacio.—Mi amor, hoy si quiero que desayunemos juntos.—Está bien.Cuando se sentaron a la mesa ella le dijo:—¿Mi amor, será que puedo tomarme el día libre? es que quiero organizar nuestras cosas.—Por supuesto, hoy no tenemos tanto por hacer en la empresa, y en la tarde saldré con Diego y Demián a reunirme con un nuevo inversionista.—Perfecto, así puedo arreglar nuestras cosas, y voy a preparar una cena para los dos, quiero que esta noche sea especial y celebremos este comienzo de nuestras vidas juntos.—Bien entonces nos vemos en la noche.Al mediodía Ignacio fue a almorzar con su familia. Ese día Silvia no causó ningún tipo de problema, simplemente bajó a comer; aunque sucedió algo inesperado, ella bajó no solo con la niña, sino
Silvia empacó algunas de sus cosas para viajar a Bruselas a confrontar a Henrry. Ernesto la observó mientras lo hacía y permaneció en silencio por un rato, luego se acercó a ella por atrás y le puso las manos sobre sus hombros y le dijo:—¿Es necesario que vayas a verlo? —Ella sin siquiera intentar mirarlo respondió:—Por supuesto, necesito ver a ese desgraciado y confrontarlo.—¿Estás segura?—¿Segura de qué?—¿Solo deseas confrontarlo? ¿O esperas algo más?—¿Qué me estás queriendo decir Ernesto? —Él le dio la vuelta y le agarró las manos, mirándola a los ojos le dijo:—Aun lo sigues amando, estoy seguro que te mueres por verlo.—Lo odio, no lo amo.—No quiero que vayas con él.—¿Qué r
Ignacio llegó borracho en la madrugada a su casa, Karin aún estaba despierta y oyó cuando él abrió la puerta. De la borrachera él no supo ni cómo llegó. Subió algunos escalones hacia el segundo piso y se sentó en la mitad de las escaleras. Karin se levantó y se asomó, lo vio allí, Ignacio se estaba quedando dormido recostado en el barandal. Ella bajó a despertarlo. —Ignacio. —Él abrió los ojos, se quedó m