Se aproximaba el cumpleaños de Silvia, Lucrecia armó alboroto junto con Andréa, sentados en la sala con Diego e Ignacio les dijo que quería celebrar a lo grande e invitar a toda la familia, e incluso a los pocos familiares que conocía de Silvia. —Hay que hacerle una gran fiesta sorpresa, no solo celebramos su cumpleaños, también su recuperación. Le avisaré a Samanta, ya sabes que ella adora a su prima. Podemos organizar la fiesta en el club. —Ignacio agregó: —No creo que sea conveniente, Silvia está muy débil, apenas camina con algo de dificultad; estar entre tanta gente puede abrumarla, es mejor dejar esa fiesta para el próximo año. Diego no dijo alguna palabra, solo se quedó contemplando a Ignacio y se agarró la barbilla. —¿Entonces no piensas celebrar su cumpleaños? —Por supuesto que sí tía, ustedes dos pueden organizar una reunión aquí en la mansión, un almuerzo en su honor, con los más allegados de la familia. Después la voy a llevar a cenar a un buen restaurant. Diego lo mi
En la mañana Ignacio despertó con el ruido de la alarma. Volteó a ver a Amelia, luego miró hacia el techo y sonrió "No es un sueño." Pensó dentro de sí. Se acercó a ella y le acarició el rostro, Amelia se movió hacia el otro lado aun dormida; entonces le besó el hombro y comenzó a acariciar de nuevo si cara; Amelia abrió los ojos y volteó a mirarlo, vio el rostro risueño de su esposo. —¿Cómo amaneció la reina? —Amelia puso la mano sobre la mejilla de Ignacio y se quedó viéndolo a los ojos con una tenue sonrisa le dijo: —Feliz, con muchas ganas de vivir mi vida contigo. —Igancio besó su mano. —Yo también me siento feliz, no sabes cuánto, contigo tengo la felicidad que había olvidado que existía. Esa mañana hicieron de nuevo el amor y se ducharon juntos. Por primera vez Amelia bajó al comedor a desayunar con toda la familia desde que despertó del coma. Llegó tomada de la mano con Ignacio, los dos estaban sonrientes, Lucrecia emocionada al verlos juntos comentó: —¡Qué lindos se ve
Últimamente Amelia estaba muy inquieta con todo lo referente a su pasado, hacía mil preguntas al respecto, nada de lo que le decían la hacía sentirse familiarizada, y cada día que pasaba parecía que iba perdiendo la alegría, en su lugar se estaba llenando de dudas e inseguridades. En una conversación que tuvo con Ignacio le dijo: —Quiero saber más. —Ya te lo hemos dicho todo. —¡No es cierto! Sé que no me dicen la verdad, tus tías me evaden cuando lea hago preguntas, he notado que Diego te mira extraño cuando estamos juntos, y Jimena… me odia pero su esposo no le deja decirme por qué. —Sin ideas tuyas, estás tan desesperada por recordar que ya empezaste a dudar de nosotros. —Siento como si todo lo que me dicen acerca de mi vida se tratara de la vida de otra persona. —Ignacio sintió que sus entrañas se constreñían, le preocupaba que las cosas se fueran a salir de control. Se acercó a ella e intentó tocarle la mejilla, pero Amelia se alejó consternada y le dio la espalda, Ignacio
Amelia no se atrevió a preguntarle nada a sus supuestas amigas, púes no confiaba en ellas. Mientras duró la visitalas observó y escuchó hablar. Se preguntó en sus adentros cómo pudo compaginar con esas mujeres en el pasado; sus actitudes, su manera de pensar no iban con ella. Su forma de hablar y los comentarios que hacían, la dejaban fuera de lugar, se sentía perdida. Solo Samanta pareció darse cuenta que ella no estaba cómoda.Mientras conversaban, Samanta le rizó el cabello a Amelia con la pinza.Cuando las amigas de Silvia se marcharon, Samanta se quedó con ella.—Noté que no te sentías bien; parecías como en otro planeta. —Amelia agachó la mirada, luego con una la expresión afligida le dijo:—Me siento perdida, y no se cómo qué hacer para remediarlo. —Siempre fuiste una mujer fuerte, no te daba miedo llevarte al mundo por delante, detestabas la candidez, muchas veces me enseñaste a no dejarme de nadie… solo debes encontrar a esa Silvia dentro de ti.—No siento dentro de mi a es
Dos horas después despertó en una clínica, Ignacio estaba sentado a su lado, ella abrió sus ojos y lo observó.—¿Dónde estamos? —Él se puso de pie y se acercó.—En la clínica, estuviste desmayada dos horas. No sé si recuerdas que estabas en la casa. —Amelia se sentó, te tocó la frente, le dolía la cabeza.—Si, recuerdo.—¿Qué te sucedió? ¿Por qué te desmayaste?De pronto recordó.—Creo que recordé algo. —Ignacio algo asombrado le dijo:—¡Si! ¿Qué recordaste?—No lo sé, cosas que no entendí. Era como si deseara huir, no quería ser Silvia. Había un hombre que me decía cosas, se llamaba Marino. —Igancio se mordió sus labios con nerviosismo.—¿Qué recordaste de Marino?—Me estaba dando consejos, me dijo que me mirara al espejo y dijera mi nombre… me dijo Amelia.Ignacio no sabía cómo asumir que ella hubiera recordado una charla que tuvo con Marino y que había registrado en su diario. Aquello era una fuerte señal que ella podía recordar, pero no podía explicarle que la conversación que sos
El tratamiento de Amelia requería viajar al menos cada dos meses a Estados Unidos por dos o tres años. No sería fácil recuperar la memoria, el doctor destacó que el daño que había recibido en el cerebro era irreversible, con el tratamiento solo se podría sacar fragmentos de recuerdos e imágenes arrojados en algún rincón de su mente. Pero si había esperanzas de que con el tiempo y con cada recuerdo que obtuviera aunque fuera pequeño, ella pudiera unir las piezas como un rompecabezas, y así podría construir su vida presente con algunos recuerdos del pasado, dejando el miedo, alcanzando la aceptación de lo nuevo y lo porvenir. Ignacio pagó por adelantado los primeros dos años de tratamiento, después de eso regresaron a México un domingo por la tarde, Amelia se dedicó lo que quedaba del día a pasar el tiempo con los niños y destaparon los regalos que compraron para ellos en Houston. Ignacio estaba feliz como nunca antes, Jimena lo notó y le dijo:—Parece que volviste de tu luna de miel.
Ignacio se encontró a Jimena Chávez en uno de los pasillos del grupo, entonces recordó la conversación que sostuvo con su prima el día anterior. —¿Cómo estás Jimena? —Ella lo miró con tristeza en sus ojos y puso una sonrisa. —Bien. —Tú y yo tenemos que hablar. Ella supuso lo que él pretendía decirle, pues desde que Amelia respetó Ignacio ni a había tomado la molestia de darle un cierre a la supuesta relación que hubo entre ambos, ya que para Jimena si lo hubo, para Ignacio solo significó que tenían un amistad que pudo llegar a algo, pero no había compromiso. Sin embargo, conversando con su prima comprendió que debía aclarar las cosas y dejar por sentado a Jimena que no tenía intenciones de divorciarse. —Si quieres podemos hablar en mi oficina. —Dijo Jimena. —Me parece bien. Ignacio le puso a Jimena las cartas sobre la mesa, ella no pudo retener algunas lágrimas. —Lo siento Jimena, eres una buena mujer, mereces conseguir a alguien que te corresponda. —Lo sé, no te preocupes,
Diego llegó a la mansión, cuando entro vio a Caterina y notó rápidamente que Amelia tenía el rostro lleno de lágrimas, de inmediato le pasó por la mente que Caterina le había dicho la verdad, pero no imaginó cómo habían sucedido las cosas realmente y que Amelia lo había descubierto todo de la peor manera posible. Con preocupación miró a Ignacio, este con sus ojos lo dijo todo, el mundo se le había venido encima con todo el peso de la mentira que se estaba construyendo. Aun así se acercó a ellos caminando despacio. —¿Qué sucede? —Ignacio no respondió su pregunta y se marchó hacia el estudio a paso de huida. Diego miró a Amelia. —¿Silvia qué sucede? —Rabiosa le dijo: —No soy Silvia. —Se levantó de la silla, miró con recelo a Fabiola—. No quiero verte más nunca en mi vida. —Se fue escaleras arriba. A Fabiola se le aguaron los ojos, Diego le dijo: —¿Le dijiste la verdad? —Sollozando negó con la cabeza. —¿Entonces qué sucedió? —Nos escuchó hablar a Ignacio y a mi… yo dije su verdade