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Capítulo ochenta y cuatro. Confesiones necesarias

«Azahara Hijazi»

«Azahara Hijazi»

«Azahara Hijazi»

Hasan sintió como si alguien le hubiese dado un puñetazo en la boca del estómago y una mano estrujara su corazón dentro de su pecho sin piedad. El nudo que se formó en su garganta casi lo asfixió.

—¿Qué? —preguntó con voz ahogada, mirando a su padre, esperando que él le dijera que era una broma, un chiste de mal gusto, pero la seriedad de su rostro y la tristeza en sus ojos le dijeron que no era ninguna mentira.

—Esa mujer que yació en mi cama la noche de boda, no era otra que Azahara —confirmó.

Hasan tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para no correr al baño y vaciar sus intestinos en el retrete.

¡Su madre era mucho, mucho peor de lo que había creído! ¡Cómo había sido capaz de tal bajeza!

—Hasan.

—¡No tiene perdón, esa mujer no tiene corazón! ¡Es un monstruo! —gritó llevándose una mano sobre el pecho, como si de esa manera pudiera frenar los latidos alocados de su corazón.

Abdel pensaba exactamente lo mismo y pensar q
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