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Hannah colgó la llamada, al instante llamó a Emerson, él respondió enseguida. —Hola, Hannah, me alegra que me llames, quería disculparme contigo y quiero invitarte a cenar para hacerlo. —¡No me interesan tus estúpidas disculpas! ¿Así que terminaste por romper el corazón de mi hija? Se los advertí, sabía que llegarían aquí, prometiste cuidarla, no solo como una hermana, ahora como tu mujer, y mira lo que has hecho, Emerson, resultaste igual que tu padre, ¿no? Porque él me engaña, ahora él quiere enlodar mi reputación para divorciarse sin perder su fortuna, pues no; puedes romper el corazón de Anya, porque su corazón es puro, pero el mío es de acero, te aseguro que tu padre saldrá lastimado, no yo, y no quiero volver a hablarte, me has decepcionado tanto, si no tengo que verte por el resto de mi vida, seré feliz. —Hannah, por favor, escúchame, las cosas no son así, Bianca está embarazada, pero yo solo me haré cargo de ese bebé, que fue engendrado antes de mi boda con Anya, yo nunca e
—¡¿Qué hiciste, Ruby?! La mujer soltó aquel cenicero, lo hizo añicos en el suelo, temblaba de miedo y cayó de rodillas. —¡No sé por qué lo hice! Tengo mucho miedo, fue un accidente, ¡Ayúdame, Bill, no me dejes ir a prisión! Bill se acercó con lentitud a Hannah, movió su cuerpo, lo giró, y vio esos ojos tan abiertos, sin brillo, sin vida. El hombre retrocedió asustado. —¡Dios mío! ¡¿Qué has hecho?! ¡Ella está muerta! Ruby Lang comenzó a chillar sin control. —¡Yo no quería…! ¡Fue un impulso! —¡Cállate, m*****a sea! Cállate. El hombre miró a todos lados, vio la mesa de mármol enfrente. Entonces, tuvo una gran idea. Se acercó a Hannah, comprobó que ella no tenía latidos, cerró sus ojos, y la arrastró hacia la mesa, puso su nuca contra el mármol, haciendo que este se ensuciara de su sangre, luego la puso a un lado. Tomó el arma con que fue herida y la envolvió con un pañuelo. —¡La criada! Llámala. —¡Christine! La mujer que grababa todo desde la planta alta, escondió su móvil,
—¿Qué? —¿Qué es lo que pasa, Emerson? —exclamó Anya al ver su rostro volverse casi trágico. —¿Estás seguro? —preguntó Hank El hombre asintió. Emerson no podía creerlo, tomó el brazo de Anya, ella luchó. —Debemos ir a un lugar, ahora no pelees, te lo suplicó —dijo Anya le mirò extrañada, se liberó de su agarre. —¿Qué pasa? —Debemos ir al hospital. —¿Al hospital? ¿Qué pasó? —exclamó Anya desesperada, mirándolos, ellos no decían nada—. ¿Le pasó algo a mi madre? —¡Ay, Anya! Por favor… —dijo el hombre con voz temblorosa, abrazándose a ella con fuerzas—. Te cuidaré, debes ser fuerte, por favor… te lo suplico. Anya sintió un gran miedo de sus palabras. —¡Emerson! —Anya lo empujó—. ¡¿Qué le pasó a mi madre?! —gritó con angustia. Emerson solo hundió la mirada, no tenía el valor. —Lo siento mucho, señora Anya, el señor Bill dijo que… su madre falleció hace un momento. Los ojos de Anya se abrieron desconcertados, Emerson la abrazó. Anya manoteó, pero él no la soltó. —¡Mamá, no! —
Bill organizó el funeral, lo hizo tan rápido que a todos sorprendió. Hannah Carrigan tenía muchos amigos en la alta sociedad, desde tiempo atrás ella era una dama distinguida cuando era la viuda del señor Byle, aunque la fortuna de Byle nunca se compararía con la de Carrigan-Smith, el apellido de Byle era más limpio y distinguido en el círculo social de Chicago. Mucha gente se dio cita ahí, y las personas murmuraban. —¿Cómo es que una mujer tan joven pudo caer así y tener tan mala suerte de caer en una mesa de mármol para morir? ¿Cómo es que pudieron cremarla tan rápido? Algunos ejemplificaban que, en otras circunstancias, tardaron más tiempo, sin embargo, desconocían que el señor Carrigan tenía un cómplice, el dueño del hospital, quien le debía muchos favores, y no dudó en ayudarle a hacer una autopsia falsa, y a cremar el cuerpo con tal rapidez que nadie podría hacer nada para inculpar a su amada Ruby Lang o a él. Anya tenía las cenizas de su madre abrazadas a su pecho, sus ojos
Al día siguiente. El teléfono de Emerson sonaba, pero estaba en silencio, él seguía dormido al lado de Anya. Hank estaba en el jardín, cuando recibió esa llamada. —Hank, comunícame urgente con Emerson. —¿Quién habla? —exclamó seguro de que sabía quién era —¡Soy Bianca, comunícame con èl! —Ahora está durmiendo con su esposa, pidió no ser molestado, llama más tarde. —¡Escúchame bien, Hank, me siento muy mal! Emerson tiene que venir a cuidarme o su bebé puede morir. Hank sintió rabia de sus chantajes. —Porque mejor no haces un favor, pierde a ese niño, ambos sabemos que no es de Emerson, cuando se entere de que le estás viendo la cara de imbécil otra vez, no te va a gustar al monstruo con el que te encontrarás. —¡Cállate! ¿Quién te has creído, escoria? Eres un vil criado, ¡comunícame con él! —Vete al diablo —dijo y colgó la llamada. Bianca hizo un gran berrinche, había tomado es medicamento para provocarse un ligero sangrado, pero tuvo miedo, si Emerson no llegaba, podía perde
Emerson llegó al hospital, Hank iba detrás de èl. Preguntó ante la recepcionista. —Busco informes sobre Bianca Stuart, me dijeron que la han traído aquí, que estaba enferma. La enfermera comenzó a revisar, asintió. —Sí, está en el tercer piso, en el área de obstetricia, puede ir ahí y le darán información. Emerson asintió, subieron al elevador, y pronto llegaron a ese piso. Una enfermera les indicó que pronto el doctor les daría información. Cuando el doctor apareció, Emerson se puso nervioso. —¿Cómo está el bebé? —El bebé está bien, tuvo suerte, el sangrado fue leve, y pudimos salvarlo, la paciente deberá estar en reposo completo, por hoy permanecerá aquí, mañana ya veremos la posibilidad de darle el alta médica. —¿Puedo verla? El doctor asintió, Hank esperó ahí. Sin embargo, cuando Emerson se fue, Hank siguió al médico. —Disculpe, el señor Carrigan me ha dicho que le pida algo. —¿Diga? —Quiere hacer una prueba de paternidad, ya lo habló con la señora Stuart, sin embarg
Anya bajó la escalera, estaba temblorosa, pero no iba a retroceder, corrió hasta llegar al portón. —¡Déjenme salir! —Lo siento, señora, tenemos órdenes explícitas del señor Carrigan, usted no puede salir de la propiedad. Anya sintió rabia. —¡Si no me dejan salir, he de llamar a la policía, y tendrán que explicarlo! Los guardias no se lo creyeron. —Entonces, llamaremos a su esposo, señora. Anya tomó su móvil. Llamó. —Habla Anya Byle, tengo veinticuatro años, y vivo en la mansión de Balmoral, número setenta y un mil setenta, me tienen secuestrada en mi propia casa, hay guardias que no me dejan salir, ¿pueden venir, por favor? —Vamos de inmediato. Los guardias se miraron incrédulos, decidieron llamar por teléfono, pero, ni Emerson, ni Hank respondieron. La policía no demoró, ni cinco minutos, escucharon las sirenas resonar, se parquearon del otro lado del portón. —¿Señora Anya Byle? —Sí, ellos no me dejan salir, me tienen prisionera. —¿Qué es lo que sucede? Dejen salir a la
Dennis estacionó su auto al llegar al aeropuerto, había pedido a uno de sus empleados, que más tarde viniera por el auto, y lo llevara de vuelta a casa. —Mi plan es llevarte a California, Anya, ahí podrás trabajar en la Escuela de Arte de Santa Mónica, es un internado, así que podremos vivir ahí, me propusieron ser el director, y decidí elegir Chicago, pero ahora, podemos ir ahí, ¿Qué te parece? Cuando Dennis observó a Anya, la notó ausente. —Lo que sea, solo quiero irme de aquí —dijo Bajaron del auto, y caminaron al aeropuerto, Dennis bajó su maleta. —Bien, compremos los boletos, y vámonos, allá podrás comprar un nuevo guardarropa. Ella no dijo nada. Dennis moría por saber cuál era su pensamiento, quería estar dentro de su cabeza. Entraron al aeropuerto, èl estaba por comprar los boletos de avión. Anya estaba parada ahí, pero se sentía sin vida, una opresión estaba golpeando su pecho como si tuviese una losa encima, sus ojos se cubrieron de lágrimas, estaba luchando, sintió qu