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Anya bajó la escalera, estaba temblorosa, pero no iba a retroceder, corrió hasta llegar al portón. —¡Déjenme salir! —Lo siento, señora, tenemos órdenes explícitas del señor Carrigan, usted no puede salir de la propiedad. Anya sintió rabia. —¡Si no me dejan salir, he de llamar a la policía, y tendrán que explicarlo! Los guardias no se lo creyeron. —Entonces, llamaremos a su esposo, señora. Anya tomó su móvil. Llamó. —Habla Anya Byle, tengo veinticuatro años, y vivo en la mansión de Balmoral, número setenta y un mil setenta, me tienen secuestrada en mi propia casa, hay guardias que no me dejan salir, ¿pueden venir, por favor? —Vamos de inmediato. Los guardias se miraron incrédulos, decidieron llamar por teléfono, pero, ni Emerson, ni Hank respondieron. La policía no demoró, ni cinco minutos, escucharon las sirenas resonar, se parquearon del otro lado del portón. —¿Señora Anya Byle? —Sí, ellos no me dejan salir, me tienen prisionera. —¿Qué es lo que sucede? Dejen salir a la
Dennis estacionó su auto al llegar al aeropuerto, había pedido a uno de sus empleados, que más tarde viniera por el auto, y lo llevara de vuelta a casa. —Mi plan es llevarte a California, Anya, ahí podrás trabajar en la Escuela de Arte de Santa Mónica, es un internado, así que podremos vivir ahí, me propusieron ser el director, y decidí elegir Chicago, pero ahora, podemos ir ahí, ¿Qué te parece? Cuando Dennis observó a Anya, la notó ausente. —Lo que sea, solo quiero irme de aquí —dijo Bajaron del auto, y caminaron al aeropuerto, Dennis bajó su maleta. —Bien, compremos los boletos, y vámonos, allá podrás comprar un nuevo guardarropa. Ella no dijo nada. Dennis moría por saber cuál era su pensamiento, quería estar dentro de su cabeza. Entraron al aeropuerto, èl estaba por comprar los boletos de avión. Anya estaba parada ahí, pero se sentía sin vida, una opresión estaba golpeando su pecho como si tuviese una losa encima, sus ojos se cubrieron de lágrimas, estaba luchando, sintió qu
Anya estaba dormida, sin embargo, cuando escuchó que alguien entró en la habitación, logró abrir los ojos y ver a Dennis sin que él la viera. Cerró los ojos rápidamente, no quería verlo, no después de lo que dijo, su frialdad y desinterés por su bebé le hizo sentir tanto recelo de él. Una enfermera entró y revisó los signos de la mujer. Estaba a punto de irse, cuando Dennis la detuvo. —Señorita, dígame una cosa, ella está embarazada, pero tiene deseos de abortar al bebé, ¿podría realizarlo aquí? La enfermera pensó un segundo. —Sí, puede hacerlo aquí. —No es un proceso delicado, ¿Verdad? —Bueno, no, en realidad no, pero debe estar internada aquí por unos días. —Señorita, ¿podría haber una forma en que se realice el aborto sin que ella se entere? Los ojos de la enfermera se abrieron con estupor. —¿Qué insinúa? No, eso no es posible, eso sería un delito. —¿Y si yo le pagará mucho dinero, lo haría? La mujer le miró incrédula. —No, señor. La enfermera salió, parecía furiosa,
Anya llegó al aeropuerto. Había comprado su boleto de avión. Esperaba a que llegara la hora de irse. Cuando anunciaron el vuelo rumbo al Mediterráneo, ella estuvo ansiosa, por un instante deseó que Emerson llegara, que la rescatara de todo eso, pero pronto se dio cuenta de que eso no era posible. Tocó su vientre. «Es su hijo, estoy llevándome al hijo de Emerson conmigo, sin importarme nada, pero… èl no lo merece, no nos merece, quizás, lo haga sentir como a mí, como si nunca fuese la prioridad en su vida, perdóname, hijo, es mejor estar lejos de tu padre, ahora», pensó, sus ojos se volvieron cristalinos, entregó su boleto y pasaporte, y abordó el avión. *** Emerson despertó a la mañana siguiente, se había quedado dormido en esa cama, en una posición fetal, y solo despertó cuando escuchó el sonido incesante del teléfono. Abrió sus ojos, por un instante, anhelo que todo fuera una pesadilla, pero, cuando vio alrededor, encontró la habitación tal como ayer. Sus ojos se volvieron ll
—Si te negaste a ser la madre sustituta de mi hijo, ¿Quién lo hará entonces? —exclamó Ashton Clarisse sonrió. —Ya lo verás, espera, ya va a llegar. Escucharon el timbre de la puerta, Clarisse se apuró a abrir la puerta, antes que la empleada, entonces la joven entró, mirò a la mujer, tenía ese gesto, como un animal asustadizo. Los ojos de Ashton la miraron con una lascivia y gran sonrisa. —Hola, ¿y esta belleza? Clarisse sonrió. —Ayer dijiste que, si pagaba la cuenta de hospital de tu madre, harías lo que sea, ¿verdad? La jovencita asintió, temblorosa. —Bien, entonces, aquí tienes a la mujer que dará a luz al bebé que tendrás con Betty, Ashton. El hombre sonrió con malicia. —¿Te encargarás de Bradley? La mujer sonrió. —Sì, hoy mismo entraré en acción. —Hazlo, no quiero fallas. La mujer asintió. *** Ciudad Santander, Mediterráneo. Hank llegó a esa mansión, estaba ansioso, sin saber qué decir. «¿Qué diré? Solo, hola, hijo, soy tu padre, ¡Patético! No puedo solo decir e
Los hombres soltaron a Anya, ella mirò al hombre asustado, porque esos tipos peligrosos iban por èl. Uno de ellos sacó una navaja, Anya tuvo terror, quiso correr, pero no pudo. Observó cómo ese hombre, quien parecía un vagabundo, dio una fuerte patada a uno en el estómago, haciendo que cayera de rodillas al suelo. El otro, que tenía la navaja, quiso atacarlo, pero, ese hombre fuerte, tomó su mano, la dobló tanto que lo hizo chillar, luego golpeó su abdomen, y le quitó la navaja. Él alzó el cuello, y lo apuntó con esa navaja. —O se van ahora, o terminar tres metros bajo tierra. Los hombres le miraron asustados. —¡Nos iremos! —gritó uno de ellos, pero el hombre golpeó la cabeza y luego tiró un puñetazo contra el otro, dejándolos malheridos y sin conciencia. Anya abrió ojos sorprendidos, ¿Quién era ese hombre? ¿Acaso un salvador? —Ya estás a salvo, mujer —dijo levantando las bolsas con víveres que ellos lanzaron al suelo. El hombre tomó una manzana, y mirò sus ojos. —Mi pago.
Las manos de Emerson Carrigan se volvieron temblorosas, arrugó el papel, y luego, su gesto se volvió como el de una fiera herida a punto de atacar. Aquello provocó un miedo en la mujer, intentó retroceder, muy tarde, para sentir esa fuerte mano que apretaba su cuello dejando una marca roja e impedía que respirara. Los ojos marrones brillantes de Bianca se volvieron saltones, tenía un gesto inesperado. —¡Maldita seas, mil veces! ¡Eres una mentirosa! No es mi hijo, ¡No es mi hijo! Mentiste, y yo… —Emerson suavizó su agarre, casi la soltó, su mirada era perdida, parecía que recordaba—. ¡Te creí como un imbécil! ¡Fui un payaso, ciego de tus mentiras! —¡No! ¿Qué dices? ¡Es mentira! Este bebé es tuyo, te lo juro… Emerson la mirò con odio, alzó la mano, a punto estuvo de golpearla, pero la mujer cayó de rodillas a sus pies, chillando como un animal herido. —¡No, Emerson! Lo juro, ¡Es tu hijo! Emerson no podía creer que esa mujer siguiera mintiendo, cuando las pruebas estaban en sus mano
Al día siguiente Emerson despertó con una gran resaca, abrazado a la ropa de Anya, en lugar de arreglarse, decidió bajar por una botella de vino, siguió bebiendo, lo llamaron de la oficina, pero èl colgó cada llamada, sintió que nada le importaba. *** Hank llegó a ese colegio, era la hora de salida, la mayoría de los niños se habían marchado, él caminó adentro, los guardias le dejaron entrar. Pronto fue hasta el patio trasero, fue ahí que lo encontró. El joven barría los pisos, eso causó un dolor en Hank, le habían prometido que su hijo estaría bien, que tendría una gran vida, una vida como la que èl no podría darle, si no lo buscaba, sin embargo, su hijo no parecía tener esa vida prometida. Eso solo causó más resentimiento en el hombre. —Hola. Denver se giró a mirarlo, frunció el ceño. —Hola, buen día, ¿busca a alguien? —Te buscó a ti. Denver frunció el ceño. —¿A mí? —Denver tuvo recelo, pensó si se trataba de alguna jugada de los Carrigan-Hills, y se puso sobre alerta—. ¿