Eliot entrelazó sus dedos con los de Carolina mientras salían del registro civil. El frío de la noche les recibió con una brisa suave, arrastrando el murmullo lejano del tráfico y el eco de sus pasos sobre el concreto húmedo. La mano de Eliot, cálida y firme, contrastaba con la de Carolina, que se sentía helada, casi inerte. El silencio entre ellos era espeso, como si el mundo contuviera la respiración ante lo que acababa de ocurrir. Justo al cruzar la puerta principal del edificio, Eliot se detuvo repentinamente. Carolina parpadeó, apenas alcanzando a girarse hacia él, cuando sin previo aviso él la atrajo hacia sí, rodeándola con ambos brazos y la besó. Fue un beso sorpresivo, cargado de emoción, pero también de posesividad. Los labios de él encontraron los suyos con urgencia, con el fervor de quien ha esperado demasiado para reclamar lo que cree suyo. Carolina se quedó rígida al principio, desconcertada, sin saber cómo reaccionar. Finalmente, apenas logró corresponder, más por in
POV : Carolina Langford El aroma del ajo dorado en aceite se mezclaba con el de las hierbas frescas que Eliot acababa de picar. Lo observaba en silencio desde el marco de la puerta, con los brazos cruzados, mientras él se movía con soltura por la pequeña cocina, como si ese espacio fuera una extensión natural de su cuerpo. De vez en cuando, giraba la cabeza hacia mí. No decía nada, pero sus ojos, suaves y oscuros, me dedicaban una mirada que me desarmaba por completo. En cada gesto, en cada vuelta de cuchara, había una ternura silenciosa que me hacía sentir, por un momento, a salvo del mundo.Nos sentamos a comer en la pequeña mesa del comedor, casi en silencio, compartiendo una intimidad que no necesitaba palabras. La luz cálida de la lámpara colgante caía sobre los platos humeantes. Estaba a punto de decir algo—cuando un estruendo feroz hizo temblar la puerta.—¡Carolina! ¡Sal ahora de ahí o tiraré la puerta abajo! —rugió una voz que conocía demasiado bien.Mi cuerpo se tensó, el t
Apenas la silueta de Axel desapareció por la puerta rota, sentí cómo todo dentro de mí se quebraba. El temblor de mis piernas ya no era contenible, y antes de que mi cuerpo tocara el suelo, Eliot ya estaba a mi lado. Sus brazos fuertes, aunque heridos, me envolvieron con una urgencia desesperada, atrapándome justo antes de que me desplomara.—Carolina, ¿estás bien? —preguntó con la voz ronca, su respiración aún agitada por la pelea, sus ojos recorriéndome como si necesitara asegurarse de que en verdad estuviera bien .Asentí apenas, con la cabeza recostada sobre su pecho.—Sí… sólo estoy un poco cansada —murmuré, aunque sabía que no era sólo eso. Era el alma la que estaba exhausta. Vacía.Eliot me miró en silencio, con esa mezcla de preocupación, ternura y rabia que sólo él podía conjurar al mismo tiempo. Tenía una herida abierta en la ceja, y aún así, fue él quien me cargó con cuidado en brazos, como si yo fuera algo precioso que podía romperse en cualquier momento. No dijo nada mien
—¿Qué haces aquí, Zara? —pregunté, con la voz baja, tensa. No me esforcé por ocultar el desagrado. No me nacía.Ella alzó una ceja, fingiendo una expresión ofendida que no le creí ni por un segundo.—¿No te alegras de verme, hermana? Regresé al país después de estar fuera tres años —dijo, como si su regreso fuera una bendición.Me quedé en silencio. La observé, como si intentara descifrar qué venía disfrazado tras ese rostro perfectamente maquillado, esa voz empalagosa que tantas veces me había envuelto en mentiras. Y aunque frente a mí había una mujer, no podía evitar ver a la adolescente cruel que conocí. Aquella que siempre recibía vestidos nuevos, vacaciones, halagos, mientras a mí me dejaban los retazos… lo que sobraba.Porque ahora lo sabía. Ella era la verdadera hija. La sangre de ellos. Yo solo… era la intrusa. La que cargaba con un apellido que nunca me perteneció. La que fue criada con culpa y caridad.—Sí, me da gusto verte —mentí a medias, manteniendo el control—. Pero sab
Me quedé mirando a Henry, sin saber qué decir. Las palabras se agolpaban en mi garganta, empujaban para salir, pero ninguna lograba pasar. Había demasiadas emociones atascadas entre nosotros: el pasado, las promesas no dichas, los silencios que se convirtieron en muros. Sus ojos no me soltaban. Había en ellos algo más que sorpresa. Había dolor. Un brillo melancólico que me caló los huesos.—Sí… —murmuré al fin, apenas audible—. Sí, me casé con Eliot.Vi cómo su mandíbula se tensaba ligeramente. Un parpadeo lento lo delató. Como si acabara de tragar una verdad amarga.Di un paso hacia él. Sentí que le debía al menos una explicación. Algo. Lo mínimo.—Tuve que hacerlo, Henry —dije, obligándome a mantener la voz firme, aunque me temblaba por dentro—. Fue lo mejor. Para mí. Él no respondió de inmediato. Solo me miró, largo y tendido, como si intentara memorizar mi rostro una última vez. Como si quisiera buscar entre mis facciones a la mujer que conoció, la que tal vez, en algún rincón d
Axel subió las escaleras sin mirar atrás. Cada paso lo alejaba de Tatiana y de ese mundo podrido que lo asfixiaba. Cerró la puerta de su habitación de un golpe y apoyó la espalda contra ella, soltando un largo suspiro que parecía haber estado reteniendo desde hacía días. Se quedó así unos segundos, mirando el vacío, intentando silenciar el torbellino de pensamientos que lo consumía. Luego, como si algo se activara dentro de él, fue directo al baño.Abrió la ducha sin esperar que el agua se templara. El agua helada le golpeó el cuerpo, pero no se inmutó. Dejó que el líquido corriera por su espalda, arrastrando el sudor, el cansancio, la rabia... y a Tatiana. Cerró los ojos y por un momento se permitió respirar. Solo entonces se sintió un poco más humano.Salió y se cambió rápido. Ropa sencilla, limpia. Una camisa de lino azul claro, jeans oscuros y un par de botas de cuero negro. Se pasó los dedos por el cabello húmedo, sin preocuparse demasiado por peinarse. No tenía tiempo para detal
El sol comenzaba a caer detrás de los edificios altos cuando Carolina salió por la puerta principal de la empresa. Su bolso colgaba de un brazo, y en la otra mano llevaba una carpeta de documentos que no había tenido tiempo de revisar. Los tacones resonaban con firmeza en la acera, aunque por dentro, todo en ella se sentía frágil, incierto.Afuera, Eliot la esperaba junto a su auto negro. Llevaba el saco en la mano, la corbata floja , y su rostro estaba adornado por los moretones que Axel le habia dejado la noche anterior . Cuando Eliot la vio acercarse, sonrió, con ese aire encantador que solía envolverlo todo. Pero esa vez, algo en la sonrisa de Carolina no encajó del todo.—Hola, mi amor —dijo él con suavidad.Carolina forzó una sonrisa. Una que no llegó a sus ojos. Asintió brevemente.—Hola.Ese "hola" arrastraba una seriedad que no pasó desapercibida. Eliot la miró de reojo mientras le abría la puerta del auto. Ella entró en silencio, acomodándose en el asiento con cuidado, como
Eliot y Carolina salieron juntos de la casa. Él le abrió la puerta del auto sin decir mucho, y ella subió con el mismo silencio. El trayecto fue corto, pero la tensión entre ellos era evidente. Eliot conducía con gesto serio, mientras Carolina se limitaba a mirar por la ventana, evitando cualquier conversación. Sabía que lo que le esperaba en la mansión del abuelo Cedric no sería fácil de manejar. Al llegar, el ambiente era tan solemne como siempre. La casa, imponente y pulcra, estaba llena de luces, sirvientes y familiares esparcidos en el salón principal. Apenas cruzaron la entrada, varios rostros se giraron para mirarlos. Algunos con curiosidad, otros con desagrado. Amanda, de pie junto a uno de los ventanales, les dirigió una mirada gélida. Sus ojos se posaron especialmente en Carolina, como si verla ahí fuera un insulto. Tatiana, sentada en uno de los sofás, sonrió con esa expresión que no dejaba lugar a dudas: estaba disfrutando el momento. Axel no estaba. Carolina respir