Uno no decide donde contar su pena, a veces solo necesita decirlo y ya, y eso estaba más que claro, allí, en esa cafetería de hospital, en un pequeño rincón donde solo ellas estaban, Akira se permitiría mostrar su cicatrices, su pena, mientras Naoki tomaba con fuerza su mano, y enfocaba su vista en cualquier lugar, sin embargo, su atención al igual que la de todas estaba en Akira, menos la de Mia que por un segundo vio a las hermanas y el agarre de sus manos.— Es una conexión. — le susurro Andrea, que las conocía desde hacía más tiempo. — Son trillizas, aunque no se parezcan mucho, Naoki es muy fuerte, pero no si ve mal a sus hermanas, eso la derriba cual castillo de naipe, entonces, no las mirara hasta que tengan sus emociones bajo control. — Mia podía creerlo o no, pero era así, ellas lo sabían, era una conexión que compartían al igual que los quintillizos.— Cuando fui por Francisco, el plan era claro y preciso, solo debía infiltrarme, escuchar, y luego irme con su información. —
El hospital estaba revolucionado, la esposa del carnicero estaba allí, y los médicos a cargo de ella no sabían cómo proceder, el miedo de decir algo que les costara la vida, era latente, y finalmente Takashi llego al lugar, tomándose un momento para ver de lejos como sus hermanas y cuñadas almorzaban con Mia, continuo su camino, asegurándose de que su conejito ya no tuviera que preocuparse por nada.— Señor Takashi Zhao. — dijo el director del lugar y quien sería el médico de cabecera de Mia, mientras hacia una reverencia, ante uno de los más temidos del clan tigre blanco. — Es un honor tenerlo aquí…— Sí, lo sé, mejor saltemos todo esto, sabes que no es necesario, solo quiero saber cómo esta mi esposa. — la frente del médico se perlo en sudor, y Takashi apretó su quijada.— Disculpen la tardanza. — dijo Yaozu, ingresando a la sala.— Señor Yaozu Zhao, es un honor tenerlo aquí. — dijo el médico con verdadera felicidad, quizás y si podria vivir un día más.— ¿Qué heces aquí? — indago m
— ¿Que tiene que ver un jeque con la salud mental de mi esposa? — ¿le caía mal el jeque que había desposado a su prima? Si, y no pensaba ocultarlo, maldito loco, casi ocasiona que explote una guerra mundial.— Es psicólogo y psiquiatra, si le dieras una oportunidad en lugar de solo insultarlo cada vez que lo vez, te enterarías de sus actividades.— ¿Y porque demonios uno de los hombres más ricos del mundo que, por cierto, nos amenazó con una bomba nuclear estudiaría psicología y psiquiatría?— Cuando Airi dejo de hablar, se sintió culpable.— Lo era. — refuto Takashi, no muy convencido de pedirle ayuda al jeque loco.— Deja el pasado Takashi, vive el hoy y apuesta por el futuro, si Airi ya lo perdono, ya no tiene caso seguir con rencores. – lo pincho Yaozu, y Takashi se dijo que lo pensara. — Bien, ya pensare en ello, ¿Qué más? — pregunto viendo al médico que aun estaba pálido frente a él.— El cuidado de la Piel, el uso de cremas hidratantes y tratamientos especializados puede ayuda
Mia llego al consultorio, justo en el momento que Yaozu medio cargaba a Takashi, pues el mas alto de todos sentía que ya no podía ni respirar, su sueño de vivir feliz, ver a sus hijos correr por el bosque junto con algunos cachorros, se desvanecía ante la realidad, Mia no podía ser madre, por lo tanto, él no sería padre, solo le quedaba pensar como darle tal noticia a su esposa, ¿Cómo hacer para que ella no se sintiera mal? Para que no le quedara ninguna duda de que él no la abandonaría o repudiaría, sin importar nada.— Takashi. — la voz cargada de pánico de su esposa lo hizo erguir y buscar a su alrededor algun peligro para la rubia, pero solo la sintió pegarse a él, abrazándolo por la cintura y dejando a Yaozu pegado a la pared del pasillo del hospital. — Takashi, ¿Qué te sucede? Estas pálido. — de pronto, ante la vista de todos, Mia se alejo de su esposo, y se coloco en puntas de pie, llevando su mano a la frente del mayor. — No tienes temperatura ¿te cayó mal la comida? Dime Taka
Mia:En mi vida, creí saber lo que era el miedo y todas sus variantes, el miedo a que mi madre me regañara, me provocaba sonreír por los nervios, el miedo a que mi padre me golpeara, me hacia sudar las manos, el miedo a que mi hermano se enfadara conmigo y me acusara con mi padre, me hacia maldecir, el miedo cuando Mirko me acuso de ser impura, me paralizo, el miedo que sentía cada vez que él o su familia aparecía frente a mí, me hacía sudar la espalda y sentir frio, el miedo cuando solo los hombres de su familia llegaban a la habitación, me hacia temblar las piernas y que mis pulmones no pudieran conseguir suficiente aire, si, conocía el miedo y todas sus formas, por lo que al escuchar a Takashi contarme a lo que su familia se dedicaba y en especial a lo que él se dedicaba… pensé que sentiría miedo, pero mis piernas no temblaban, mis manos no sudaban, mi espalda estaba seca y relajada en el respaldo del banco, mis manos eran firmes al tomar la taza de té, y mi mente solo podía tener
Harú ordeno a las manitas preparar su alcoba, como si fuese su aniversario, y las mujeres obedecieron sin chistar, cerraron la habitación, oscureciéndola casi al completo, para luego cubrir a su señora, que se había recostado en la mesa de cedro que había en su habitación y que era de su tamaño.— Ya llegué cariño. — canturrio Richard apenas y atravesó el umbral de su hogar. — ¿Cómo te fue en el medico? — consulto buscando a su esposa con la mirada y extrañándose que las manitas no estuvieran a la vista. — ¿Pequeña? — pregunto con inquietud, mientras ingresaba en su dormitorio. — Peque… madre santa. — dijo casi en un gruñido por solo ver a su esposa desnuda sobre la mesa, con sus pezones cubiertos con caviar, y lamiéndose los labios al ver las finas fetas de salmón en su abdomen, y que decir de la copa de vino que permanecía en un equilibrio increíble en su monte de venus. — Un día de estos me provocaras un infarto, lo sabes ¿verdad? — indago con falso temor, mientras se arrancaba el
Mia ingreso al gran baño, sus mejillas estaban rojas, por solo haber caminado desnuda hasta allí, y la razón era porque estaba “arrastrando” a Takashi.— Bien conejito, ¿Qué es lo que piensas hacer? — pregunto con burla el mayor, creyendo que Mia no se animaría.— Voy a lavarte. — respondió con resolución y Takashi dejo salir el aire de forma teatral.— Dioses Mia, nunca cambies. – pidió antes de besarla con hambre, como si no fuese capaz de saciarse de su esposa.— Takashi, deja de distraerme. — se quejó la joven y por un segundo Takashi se trasporto a Nueva York, cuando su empleada se quejaba de distraerla por solo pasear por el lugar sin camisa.— Entonces, ¿siempre me veías? — murmuro sin poder creer que todas las señales estaban allí y él de las vio.— ¿Cómo no hacerlo Takashi? ¿cómo no hacerlo?La vida de casados era maravillosa se dijo Takashi, mientras Richard jalaba su cabello y se preguntaba cuando el casarse con una jovencita le pareció buena idea.— No, Harú, tu no saldrás
La mansión Bach siempre había sido comparada con un castillo. Su magnificencia se extendía a lo largo de hectáreas, con altos muros que parecían no tener fin, y que decir de las torres que parecían alcanzar el cielo, con sus jardines que bien podían rivalizar con los del palacio de Versalles, y por dentro, la riqueza cubría los amplios corredores y en sus habitaciones resonaban las risas y conversaciones de una familia numerosa, unida y feliz. O al menos así era, porque esos días se habían desvanecido como un sueño lejano.Hace un par de años, la mansión estaba llena de vida y los salones se adornaban para las fiestas y reuniones familiares, los niños corrían por los pasillos, y siempre había alguien dispuesto a escuchar o a contar una historia, de amores prohibidos y apuestas locas, si, la familia Bach no solo era grande en número, sino en espíritu. Sin embargo, todo cambió con la muerte de Lucero, la matriarca que sostenía esa unión con hilos de amor y fortaleza ya no estaba.Cuando