Después de quedarse observando a Ana con cierto interés, le extendió el vestido. — Puedes usar esto. Después iremos más tarde a comprar algo de ropa. — La mujer de antes está lavando nuestra ropa, podemos seguir usando esa. — Ana observó el vestido, solo de mirarlo sabía que no le gustaría ni le quedaría bien, aunque cualquier ropa le quedaría mejor que la que ella había llevado puesta. — Ya esa está para tirar. ¿Te molesta si les compro algo de ropa ? — Ropa, ropa. Yo quiero unos pantalones y unos calzoncillos. ¡Que sean rojos ! Me gusta el rojo. ¿También puedes comprarme unos zapatos? — ¡Tom! Ya deja de pedir cosas, no está bien, todo tiene un precio y nosotros nos tenemos dinero. — Ya te lo dije antes, no tienes que pagar por nada ni me deberás nada. Lo hago porque quiero, no porque luego tengas que pagarme nada. — No confío en ti. No quiero aceptar tus cosas, solo estamos aquí para que Tom sea curado. Cu
Una larga noche — Mamá, es un poco raro llevar zapatos. — se quejó Tom al rato de tenerlos puestos, no se acostumbraba a la sensación de tener los pies encerrados. — Pronto tus pies se acostumbrarán. — Le contestó Jake mientras conducía. — Ya verás que luego ni lo vas a sentir. Cuando llegaron a la enorme mansión, la señora Gladis los recibió. Ya la tarde estaba cayendo. Jake los acompañó a su habitación, ya que Ana se negaba a dar un paseo por la casa o por el jardín. No quería encontrarse con esas personas desconocidas. Se sentía muy vulnerable en aquella casa donde no conocía a nadie. — ¿A donde vas ? — preguntó ella cuando Jake salía de la habitación desde de dej
La mañana llegó sin previo aviso, Jake como cada día siempre madrugaba. Quitó el brazo que tenía de Sam sobre su pecho. Sabía demás que ahora sería imposible que ella se fuera de la casa con Ana allí, era como su forma de marcar su territorio. Pero eso solo hacía que Jake se sintiera más hastiado de ella. — ¿A donde vas? Es... muy temprano. — Se había despertado cuando sintió que Jake se paró de la cama. Su voz salía pastosa por el sueño. — Vuelve aquí. — le ordenó. Jake siempre madrugaba para hacer ejercicio antes de ir a trabajar, pero esa semana era diferente. Sus manos estaban heridas y no podía realizar su labor, aunque no era gran cosa y ni si quiera le dolían, a pesar de eso, era imposible entrar a una cirugía con las manos en ese estado. El hospital estaba teniendo
Había pasado casi una semana para Ana en aquella casa, con aquellos desconocidos, aunque Jamie y Jake la trataban como su igual, la madre de Jake la miraba con algo de desprecio. Solía cenar en la habitación, la mayoría de las veces en compañía de Jamie y de Jake. Cada día Tom tenía una comida especial para fortalecer sus defensas y aunque las noches eran extremadamente largas, ya se sentía más segura en aquella casa. — Ten. — Dijo Jake, entrando a la habitación y ofreciéndole una bolsa con ropa, todas holgadas y cómodas. — Ya deja de usar las de Jamie. — Gracias. Que bueno que has venido, quería hablar contigo. Tom estaba en la cama dormido, las medicinas solían darle un poco de sueño en las tardes. — ¿Sucede algo ? — Jake tomó asiento en la butaca que había al lado de la ventana para prestarle más atención. — Nos iremos. — soltó sin rodeos, tomando asiento en el borde de la cama. — ¿Aún te sientes incóm
Habían cerrado el trato con un simple apretón de manos, que para Jake había sido algo muy serio, a pesar de lo poco formar que era. Lo primero que había hecho al salir de aquella habitación era llamar a su abogado y explicarle la situación, entablar una dialogo con la embajada del país de Ana e intentar hacer las cosas por el orden de la ley, pero ya eso era trabajo del abogado. Sus manos estaban sanas, no podía perder un día más sin trabajar. El hospital lo necesitaba, sus pacientes lo necesitaban. Aquella mañana se levantó muy de temprano, después de avisarle a Ana que no estaría en casa, se marchó a su trabajo, tenía que prepararse antes de la operación de ese día, era necesario pasar una serie de pruebas que certificaran que sus manos estaban en óptimas condiciones. — Lo hemos extrañado aquí, doctor Matthew. ¿Ya se encuentra bien ? — Buenos días, doctora Rodríguez. Mis manos están bien, pero eso ya tendrá que decirlo el especialista. ¿Com
Jake hizo una búsqueda rápido cuando detuvo el coche en la carretera, buscó varias casas en venta que estuvieran con buena ubicación.El pequeño Tom iba muy callado, su voz había quedado un poco ronca por los gritos que había pegado cuando Sam golpeaba a su madre, Ana miraba hacia el techo del coche también sin decir palabra. Su mejilla estaba roja y tenía el pelo muy alborotado. Parecía enojada.— Siento mucho lo que pasó antes. — volvió a repetir por décima vez, Jake— Ya te dije que no es tu culpa. Que tengas una novia loca no es tu culpa.— Sam no es mi novia.— Si, si. ¡Que ya lo sé! Solo te acuestas con ella.— Estas enojada conmigo.— ¡No! Estoy enojada por dejarme golpear de esa niña rica.— Tienes que calmarte, ya pasó y tu también la golpeaste, te defendiste muy bien.— Debí pegarle más fuerte y dañarle esa cara bonita. — Ana se sentía algo frustrada, más que enojada. Había sentido mucha i
Abrió los ojos lentamente, temiendo encontrarse con los ojos de Jake, pero cuando lo hizo, él no estaba. En la cama solo estaba ella.Miró alrededor de la habitación y nada.Había un reloj cuadrado en la mesita de noche que estaba al lado de la cama, marcaba las siete y veinte de la mañana. Tomó el albornoz que estaba tirado en el suelo y cubrió su cuerpo, se sentía muy avergonzada por su acción de la noche anterior pero agradecía a Jake mentalmente por haberla rechazado, de lo contrario ya no lo vería del mismo modo ni el a ella. Tocó la tela cálida que cubría su cuerpo, recordando las veces que un albornoz la había abrigado de las frías calles, cuando huyó de varios veces de los albergues por la mafia sexual que había dentro de estos, solo para ir a dar con el mal nacido de Robert y su pandilla de escorias.Agradecía infinitamente a Jake por la oportunidad de una vida digna que le estaba ofreciendo, pero no solo a ella, si no ta
El pelo de Ana había pasado de un castaño claro a un rubio seta o más bien conocido como blonde. Tony le había hecho un fabuloso corte en capa, deshaciéndose de todo el cabello de sus puntas que estaba excesivamente maltratado. Le había dado el toque final con unas suaves ondas y un flequillo de lado que enmarcaba su rostro. Depiló sus cejas y le dio algunos consejos de cómo peinarse para favorecer más su rostro.Cuando Tony le extendió el espejo a Ana, esta casi lo deja caer de la sorpresa. Hacían muchos años que no veía la mujer que era antes, antes de todo, antes de estar en las calles, casi no reconocía su rostro, el cual ahora estaba bañado en lágrimas al encontrarse bella y con un atisbo de esperanza en la mirada, no un simple cambio de cabello, sino por todo lo que estaba pasando en su vida.— No llores, es un buen cambio. Se nota que todo esto es reciente para ti. — Tony puso una mano en su hombro mientras le hablaba. — Todos merecemos ser felices