Capítulo 36. Vine por ti.

En la iglesia, Ader ya esperaba ansioso la llegada de las mujeres hasta que su teléfono timbró, no dudó en responderle.

—Aló, ¿Quién habla?

“Señor, lo siento, la organizadora me dio su número, es que hay un problema” dijo la mujer al otro lado de la línea armándose de valor “el chofer de la limusina fue golpeado y abandonado, alguien tomó su lugar y fue a buscar a las chicas ¡Las han secuestrado!”

—¡¿Qué diablos?! Más les vale que mi hermana y mi prometida aparezcan sanan y salvas, porque ustedes no encontrarás dónde meterse y su chofer me va a decir con detalles lo que ocurrió, porque voy para allá —gritó cortando la llamada, dejando a los presentes sorprendidos—, no va haber boda —informó, se dirigió a los hombres de seguridad—, vengan conmigo, debemos ir a un lugar.

Subió al auto con ellos de acompañantes, para ir hasta la sede de la empresa.

Horas antes

El hombre había llegado en horas de la madrugada a la casa del político, donde se quedó viendo cómo ocurría todo, investigó que
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