En urgencias

La noche fue tan larga y agotadora que parecía no querer terminar. Sentado en el mueble en su fría y solitaria habitación, Gabriel observó cómo se ocultaba la noche y se encendía el día. Le parecía mentira que, en un abrir y cerrar de ojos, la vida feliz, tranquila y sonriente que solía tener, se había convertido en tristezas, lágrimas, amargura y enojo.

Una ducha de agua fría y sin nada de ánimo en su cuerpo se vistió para irse a la empresa. No tenía pensado regresar, pues mientras esa mujer permanecía bajo su mismo techo, la tranquilidad desaparecía.

«Tock, Tock, Tock».

—¿Quién?

—Tu madre. He venido a darte los buenos días.

Después de un largo suspiro, se dirigió a la puerta y recibió a su madre. —Buenos días, madre, ¿cómo te encuentras el día de hoy?

—La noche ha sido un poco pesada, ya que no he dormido bien.

—Le voy a ordenar a Sara que te prepare una bebida caliente, debes mantenerte tranquila. Recuerda el tema de tu presión arterial.

—¿Cómo voy a estar tranquila si no tomas en
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