Líos contables

René Chapman

No fue fácil, pero puedo decir que lo logré.

Se que no está de todo feliz, pero al menos ya no me mira como si quisiera matarme.

—Esto está muy bueno —masculló, sirviéndose una porción extra de ensalada.

—Si, no está nada mal —Tuve que reconocer.

—Oh, vamos, amor. —Rio —. No te hará daño admitir los logros de otros, de vez en cuando.

—Lo dices cómo si fuese un indolente.

—Lo digo porque eres un indolente —afirmó—. Al menos cuando se trata de Clariss, es así.

Estudié la expresión de mi mujer por un corto tiempo, sin que ella fuera capaz de percatarse de ello.

—Quieres mucho a esa chica —observé—. Incluso me dan celos que le hayas cogido cariño más rápido que a mí.

—Eso es porque ella es una dulzura —dijo, aún con restos de comida en su boca—. Y tú, por el contrario, eres demasiado huraño. Te encargaste de mantenerme fuera por mucho tiempo. ¿Qué esperabas?, ¿Que desarrollara el síndrome de Estocolmo? —se burló.

—Que vieras mucho más allá de mi ceño fruncido.

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