René ChapmanCon la ayuda de mi buen amigo Julius concertamos una cita con el nuevo inversor, que, para sorpresa de ambos, se trataba de un viejo compañero de la facultad. Aunque un par de años mayor que nosotros, a menudo lo topábamos en lugares como congresos o casos importantes de interés social.—No es por nada, pero creo que la inversión de Claudio será un despegue para el refugio de vida marina —comentó, Julius, igual de emocionado que yo.—En realidad, será de ese modo. —Asentí, sin levantar la vista de los papeles que tenía delante—. Sólo espero que se lleven bien, ya sabes que Claudio puede ser algo atorrante a veces.—Y tu mujer muy testaruda. —Arqueó las cejas.—En ese caso, confiemos que solo se limite a invertir y se relaje un poco cuando sepa que tú estás detrás de todo.—Ya veremos —comentó—. ¿Cómo vas con eso? —preguntó, refiriéndose a la contabilidad.—Pues, ya está listo. —Suspiré—. Solo quiero echar un último vistazo a unas descripciones. ¿Has sido tu quien se encar
Ivette RussellCaminé de un lado a otro, como si de un león enjaulado se tratase. Estaba ansiosa, pero no por el hecho de que Julius estuviera a solas con Clarissa, sino, porque quería encarar a mi esposo.¿Cómo pudo hacer una cosa así de baja?¡Me prometió que la dejaría en paz!—Ivette. —Jul me asustó, apareciendo de repente en mi pequeño despacho.—¿Puedes entender la gravedad de todo esto? —Llevé ambas manos a mi cadera.—Lo lamento. —El nudo de su garganta subió y bajó—. Jamás quise involucrarme así con tu empleada.—Ay, por favor. —Coloqué los ojos en blancos—. ¡Ya deja de mentir! —señalé—. Sé perfectamente que tenías no idea de lo que estaba pasando, hasta que llegaste y te encontraste con este teatro.El hombre miró por encima de su hombro, como comprobando que estuviésemos solos.—Ivette, por favor. —Juntó sus manos, a modo de súplica—. No se lo digas a Clariss.—¡Esto es insólito! —bufé, fulminándolo con la mirada.—Se sentirá muy mal si se entera de algo como esto.—En verd
René ChapmanRegresar a la casa, tras un largo día en la oficina y encontrar una escena como la de hace un momento, en verdad resultaba molesto para mí.—¿Se presentó en la oficina? —Sus cejas se arquearon.—Estaba fuera de sí. Gritó, pataleó y destrozó toda mi oficina.—Oh, por Dios. —Llevó una mano a su boca—. ¿Qué harás al respecto?—Contactaré a su abuelo, supongo. Una persona en su estado, no debería andar por ahí sin supervisión.—Y, ¿Tú estás bien? —Me examinó—. Claro, físicamente.—Si —espeté, restándole importancia.—¿Hay algo más que te esté molestando en este momento?—Tu cercanía con la empleada, pero decirlo una vez más, ya rozaría en lo repetitivo. Tampoco es mi idea casarte, diciendo lo mismo una y otra vez.—Amor…—Iré a ducharme después de ver a mi hija. —Le di un corto beso en los labios—. ¿Me acompañas?—Si. Voy en un momento —dijo.Tabby estaba en su cuna, durmiendo la que parecía ser su décima siesta de la tarde.Tomé una de sus pequeñas manitos, sonriendo con nos
Ivette RussellDespués de esto, oficialmente no tenía que imaginarme como era la cara de esa tal Grace.Los quejidos y gemidos de la mujer hacían eco tanto en mi teléfono como en el de René, mientras él mismo la estampaba contra los ventanales de esa suite de hotel.Totalmente desconcertada con lo que estaba viendo, no tenía la voluntad para cortar la reproducción. Así que fue el mismo René quien me arrebató el teléfono de las manos.—Ivette…—Está realmente mal de la cabeza —espeté, con la boca completamente abierta, señalando el celular—. ¿Cómo pudo filtrar un vídeo así, cuando claramente se ve que es ella?—No lo sé, Ivette. No lo sé.Por el tono en que me habló, se nota lo estresado que está. Y de un modo u otro, eso me hacía sentir un poco mal.—Lo siento —murmuré, jugando con mis manos.—Tengo que hablar con Julius, esto no tardará en llegar a los medios, si no es que ya lo está.—Yo…Mi marido pasó de mí, dejándome completamente sola y con la palabra en la boca.Me dejé caer so
René ChapmanPuedo entender la molestia y la frustración de mi esposa por todo lo que está pasando. Pero no por eso dejaré que cometa una locura.—¿Estás seguro de lo que me pides?—No confío en nadie más que en ti para hacerlo —le dije a mi interlocutor, a través del altavoz de mi celular.—Ivette no se quedará quieta solo con eso, viejo —chasqueó la lengua—. Solo harás que todo empeore.—Prefiero tenerla molesta en casa, que siendo foco de burlas y humillaciones en la calle.—Bien, haré lo que pueda.A veces, sencillamente no sé qué haría si Julius en mi vida—Y... ¿Jul?—¿Sí?—Gracias, amigo. Te debo una.—Me debes muchas —corrigió, en tono de burla—. Pero no te pongas sentimental ahora.Puse fin a nuestra llamada, concentrándome nuevamente en mi objetivo:El senador Lando.Si hay alguien que puede apagar la locura de Grace, ese es su abuelo.Descubrir donde se encontraba el viejo en este momento, fue el menor de los males. Lo realmente complicado había sido filtrar un arma en el l
Ivette RussellLa vergüenza que sentía en este momento, no se comparaba en nada con la rabia e impotencia.La mano que sostenía el teléfono temblaba como si de un terremoto se tratase y aunque me aterraba lo que veía, tampoco podía para de verlo.—Detente.Una voz fuerte como un trueno me hizo volver a la realidad.»—¿Qué sentido tiene que lo mires una y otra vez?Julius me arrebató el teléfono de las manos, manteniéndolo completamente fuera de mi alcance.—¿Q-qué...?Mi respiración se cortó.—Sra...—No intervengas. —Igual de fuerte que hace un momento, Jul se pronunció ante la pobre Clariss, que seguramente tenía la intención de compartir palabras de alivio conmigo—. Asegúrate que la niña esté y déjanos solos.—Si, Sr. —La postura de la mujer había cambiado completamente, tornándose un poco seria y apenada.—Vamos, toma un poco de agua —dijo el hombre, ofreciéndome un vaso.Lo tomé, sin levantar la vista del suelo»—No sé ve tu rostro y nadie puede asegurar que eres tú —habló de for
René ChapmanEra un completo loco por dejar que mi mujer fuera a la casa de su exmarido, pero tal y como lo ha dicho, somos un equipo. No sé si ella pueda solucionar esto, pero al menos lo estaba intentando.Otra vez la pantalla de mi celular se encendió y el nombre de mi abuelo flotaba en ellaDi una gran exhalación antes de contestar.—¿Por qué diablos no contestas? —profirió como un trueno.—¿Qué pasa, abuelo?—¿Qué pasa?, ¿Qué pasa? —bramó —. ¿Con qué cara me vienes a preguntar tal cosa?, Dime dónde estás. Necesito verte ya mismo.—Estoy en la calle, no puedo verte ahora.—En ese caso, convocaré una reunión de accionistas. Nombraré un nuevo presidente.—¿Qué?Orillé el vehículo, encendiendo las luces intermitentes.—Si no puedes garantizar el bienestar de la empresa, entonces no tiene caso que sigas siendo su presidente.—Pero, abuelo. ¿De qué estás hablando?—Eres un gran abogado, hijo. El mejor de todos. —Hizo una pausa—. Siempre te alabé por tu conducta intachable. Pero, ¿Cómo
Ivette Russell—Las cosas están revueltas. No deberíamos estar tanto tiempo fuera de casa.—¿Tú también desconfías de Clariss? —Lo miré de reojo, mientras estacionaba el auto frente a la mansión que una vez me sirvió de cárcel.—No pongas todos tus huevos en una misma canasta —pronunció —. ¿Hay oído ese dicho?Cómo no le respondí, el continuó con su analogía:»—Pasa lo mismo con la fe. No deberías depositarla toda en una misma persona.Aunque fuertes, las palabras de Julius Zanatta tenían algo de sentido para mí.—¿Incluso en quienes amamos?—Muchas veces quienes amamos son los que más nos lastiman.—Ya veo... supongo que eso fue lo que te pasó con Marcel.El hombre no se molestó en negarlo, mucho menos desmentirlo.—La vida es dura para las personas de buen corazón, Ivette. Nunca lo olvides.Fue él quien tomó la iniciativa de bajar del auto, precedido de mí.Uno de los hombres de Roa nos interceptó en la entrada.—Alto ahí. —Llevó una mano a su cintura, donde tenía el arma.—Quiero h