Ivette RussellDespués de esto, oficialmente no tenía que imaginarme como era la cara de esa tal Grace.Los quejidos y gemidos de la mujer hacían eco tanto en mi teléfono como en el de René, mientras él mismo la estampaba contra los ventanales de esa suite de hotel.Totalmente desconcertada con lo que estaba viendo, no tenía la voluntad para cortar la reproducción. Así que fue el mismo René quien me arrebató el teléfono de las manos.—Ivette…—Está realmente mal de la cabeza —espeté, con la boca completamente abierta, señalando el celular—. ¿Cómo pudo filtrar un vídeo así, cuando claramente se ve que es ella?—No lo sé, Ivette. No lo sé.Por el tono en que me habló, se nota lo estresado que está. Y de un modo u otro, eso me hacía sentir un poco mal.—Lo siento —murmuré, jugando con mis manos.—Tengo que hablar con Julius, esto no tardará en llegar a los medios, si no es que ya lo está.—Yo…Mi marido pasó de mí, dejándome completamente sola y con la palabra en la boca.Me dejé caer so
René ChapmanPuedo entender la molestia y la frustración de mi esposa por todo lo que está pasando. Pero no por eso dejaré que cometa una locura.—¿Estás seguro de lo que me pides?—No confío en nadie más que en ti para hacerlo —le dije a mi interlocutor, a través del altavoz de mi celular.—Ivette no se quedará quieta solo con eso, viejo —chasqueó la lengua—. Solo harás que todo empeore.—Prefiero tenerla molesta en casa, que siendo foco de burlas y humillaciones en la calle.—Bien, haré lo que pueda.A veces, sencillamente no sé qué haría si Julius en mi vida—Y... ¿Jul?—¿Sí?—Gracias, amigo. Te debo una.—Me debes muchas —corrigió, en tono de burla—. Pero no te pongas sentimental ahora.Puse fin a nuestra llamada, concentrándome nuevamente en mi objetivo:El senador Lando.Si hay alguien que puede apagar la locura de Grace, ese es su abuelo.Descubrir donde se encontraba el viejo en este momento, fue el menor de los males. Lo realmente complicado había sido filtrar un arma en el l
Ivette RussellLa vergüenza que sentía en este momento, no se comparaba en nada con la rabia e impotencia.La mano que sostenía el teléfono temblaba como si de un terremoto se tratase y aunque me aterraba lo que veía, tampoco podía para de verlo.—Detente.Una voz fuerte como un trueno me hizo volver a la realidad.»—¿Qué sentido tiene que lo mires una y otra vez?Julius me arrebató el teléfono de las manos, manteniéndolo completamente fuera de mi alcance.—¿Q-qué...?Mi respiración se cortó.—Sra...—No intervengas. —Igual de fuerte que hace un momento, Jul se pronunció ante la pobre Clariss, que seguramente tenía la intención de compartir palabras de alivio conmigo—. Asegúrate que la niña esté y déjanos solos.—Si, Sr. —La postura de la mujer había cambiado completamente, tornándose un poco seria y apenada.—Vamos, toma un poco de agua —dijo el hombre, ofreciéndome un vaso.Lo tomé, sin levantar la vista del suelo»—No sé ve tu rostro y nadie puede asegurar que eres tú —habló de for
René ChapmanEra un completo loco por dejar que mi mujer fuera a la casa de su exmarido, pero tal y como lo ha dicho, somos un equipo. No sé si ella pueda solucionar esto, pero al menos lo estaba intentando.Otra vez la pantalla de mi celular se encendió y el nombre de mi abuelo flotaba en ellaDi una gran exhalación antes de contestar.—¿Por qué diablos no contestas? —profirió como un trueno.—¿Qué pasa, abuelo?—¿Qué pasa?, ¿Qué pasa? —bramó —. ¿Con qué cara me vienes a preguntar tal cosa?, Dime dónde estás. Necesito verte ya mismo.—Estoy en la calle, no puedo verte ahora.—En ese caso, convocaré una reunión de accionistas. Nombraré un nuevo presidente.—¿Qué?Orillé el vehículo, encendiendo las luces intermitentes.—Si no puedes garantizar el bienestar de la empresa, entonces no tiene caso que sigas siendo su presidente.—Pero, abuelo. ¿De qué estás hablando?—Eres un gran abogado, hijo. El mejor de todos. —Hizo una pausa—. Siempre te alabé por tu conducta intachable. Pero, ¿Cómo
Ivette Russell—Las cosas están revueltas. No deberíamos estar tanto tiempo fuera de casa.—¿Tú también desconfías de Clariss? —Lo miré de reojo, mientras estacionaba el auto frente a la mansión que una vez me sirvió de cárcel.—No pongas todos tus huevos en una misma canasta —pronunció —. ¿Hay oído ese dicho?Cómo no le respondí, el continuó con su analogía:»—Pasa lo mismo con la fe. No deberías depositarla toda en una misma persona.Aunque fuertes, las palabras de Julius Zanatta tenían algo de sentido para mí.—¿Incluso en quienes amamos?—Muchas veces quienes amamos son los que más nos lastiman.—Ya veo... supongo que eso fue lo que te pasó con Marcel.El hombre no se molestó en negarlo, mucho menos desmentirlo.—La vida es dura para las personas de buen corazón, Ivette. Nunca lo olvides.Fue él quien tomó la iniciativa de bajar del auto, precedido de mí.Uno de los hombres de Roa nos interceptó en la entrada.—Alto ahí. —Llevó una mano a su cintura, donde tenía el arma.—Quiero h
René ChapmanGiré el pomo de la puerta, y tal y como lo imaginé, la misma estaba sin seguro.Dudé antes de dar el primer paso, pero lo cierto es que terminé haciéndolo.Si ya había venido hasta acá, ¿Por qué flaquear?—Adelante, te he estado esperando.Fruncí el ceño, tratando de recordar dónde había oído esa voz antes.Un hombre tan alto y fornido como yo, apareció de la nada.—¿Quién eres tú? —pregunté, adoptando una postura defensiva.—Eso es lo que menos importa ahora, presidente Chapman.Sí, eso es.Aunque había pasado algún tiempo desde ese momento y en verdad estaba ebrio, podía recordar perfectamente de quién se trataba:El mismo tipo que me atacó a la salida del bar.—Entonces, Roa recurrió al mismo matón de siempre, para hacerse cargo de esto también.—Veo que me recuerdas —sonrió de oreja a oreja.—¿Dónde está Grace? —demandé saber.—Grace, Grace. Hmmm... —Parecía que en verdad lo estaba pensando—. No, la verdad es que no conozco a ninguna Grace.—Imbécil —escupí—. ¿Crees q
Ivette Russell—¿De qué diablos estás hablando? —Abrí los ojos como platos.El hombre me escrutó por mucho más tiempo del que puede considerarse cortés.—Puede que René sea mi mejor amigo, pero aun el abuelo sigue siendo mi jefe inmediato. No puedo saltar una orden directa, si es él quien lo pide.—¿Q-que… que ha hecho qué? —medio grité.—Lo siento, Ivette. —Suspiró—. He de confesar que cuando me lo pidió me sentí un poco ansiosos y tal vez… culpable. Pero después de haber descubierto tales cosas, me sentí mucho mejor.Julius no paraba de hablar y a mí todavía me resultaba imposible procesar una de sus palabras. ¿Cómo es que se me está viniendo a bajo la fachada que yo tanto me he esforzado por mantener?, ¿Cómo es que el abuelo de mi esposo tuvo los santos cojones para hacer una cosa así?»—Termina de procesarlo y después, toma la mejor decisión —espetó.—Espera —dije con apremio—. ¿Aun no lo sabe?, ¿Aun no le dices lo que descubriste?—No. —Cabeceó—. He estado evadiéndolo todo este t
René ChapmanMás que inquieto, ese último comentario me ha dejado realmente curioso.—¿Está segura de lo que me dice?—No tendría razón para mentirle...La miré de mala gana.»—Esta vez digo la verdad, lo prometo.—No creo en promesas vacías —bufé—. Si quieres remediar algo de lo que hiciste, entonces quédate conmigo. Acompáñame a entrar en esta fulana habitación.—Y-yo... —Titubeó.—¿Tienes algún problema con ello? —enarqué una ceja.—Ya he hecho mucho con entregarle las indicaciones, por favor, no me pida que le acompañe ahí dentro.—¿A qué le temes? —Sonreí con sugestión—. ¿Acaso eres testigo de algo?—Yo... yo, no.La miré con desprecio.—Lárgate mientras puedes —escupí —. No te atrevas a toparte en mi camino, porque en ese caso, no dudaré en aplastarte.La mujer palideció y yo no sentí ni un poquito de culpa.¿Por qué debería sentir un ápice de remordimiento cuando ellos no sientes ni son ni culpa?La mujer y yo tomamos direcciones diferentes. Ella, a esconderse en su madriguera