Agradecer y esperar

René Chapman

Tener una venda en la cabeza no fue impedimento para ir a la oficina la mañana de hoy.

—Sr., disculpe que me entrometa, pero, ¿No debería estar en casa descansando?

Mi secretaria me miraba con una monumental cara de preocupación.

—Estoy bien, no te preocupes. Apenas y ha sido un pequeño golpe —mentí.

—Cancelaré sus juntas de la tarde, ¿Le parece bien? —arqueó las cejas.

—No.

La miré con cara de pocos amigos, deseando de todo corazón que se sintiera lo suficientemente avergonzada como para marcharse.

—Pero, Sr… —La mujer estrujó sus manos.

—¿Lo has hecho ya sin mi permiso? —Ladeé la cabeza.

Bien dicen por ahí que el que calla otorga.

Cerré los ojos, tratando de contener la ira que repentinamente me ha invadido.

—No te desquites con ella. Yo mismo fue quien las canceló.

Como buen entrometido, Julius apareció de la nada, para hacer que mi día fuese peor aún.

»—Puedes retirarte —dijo en un tono muy sutil, refiriéndose a mi secretaria.

—¿Se puede saber qué coño quieres ahora?
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