Al escucharlo, Matías se quedó en silencio.¿Quién había herido tan profundamente a Marisela? Claramente, "quien se quema con leche, ve una vaca y llora".Sentía curiosidad y también celos, porque Marisela siempre había sido directa y clara en sus rechazos.—¿Puedo preguntar el nombre de esa persona? —dijo Matías.—Lo siento, prefiero no mencionarlo —respondió Marisela.No quería volver a hablar de esa relación. Además, Matías y Celeste conocían a Lorenzo, y las situaciones con personas conocidas siempre resultaban más incómodas.—Entonces, ¿lo amabas mucho? —volvió a preguntar.—En su momento, sí. Lo amé durante ocho o nueve años —confesó Marisela.Al escuchar ese lapso de tiempo, Matías sintió que jamás podría competir contra algo así. Casi una década... un amor tan duradero y exclusivo.Con razón tantos pretendientes la habían buscado en la universidad sin éxito.—Lo superarás. Eres una persona fuerte —la consoló.Marisela asintió levemente. Ya estaba en el camino de superarlo. Ahora
—Abuelo, reconozco mi error. Te prometo que me disculparé sinceramente con Marisela. Por favor, no presentes los documentos de divorcio —suplicó Lorenzo.Eduardo guardó silencio por un momento. Marisela había firmado voluntariamente y se había marchado con determinación, lo que indicaba que ella realmente quería el divorcio. Finalmente respondió:—No importa si querías firmar o no. Las cosas ya están decididas. Deja de insistir.—¡No, abuelo, no puedes hacerme esto! —exclamó Lorenzo desesperado.—¡Fuiste tú quien me hizo casarme con Marisela, tú quien me hizo enamorarme de ella! ¿Cómo puedes destruirlo todo con tus propias manos?—Me he enamorado de Marisela. No puedo vivir sin ella. No te pido nada más, solo que no presentes los documentos... —la voz de Lorenzo se quebró en un tono humilde.Al otro lado, viendo a su nieto en ese estado, Eduardo finalmente suspiró.—Hay un período de reflexión de treinta días. Si logras reconciliarte con Marisela, el divorcio quedará anulado.Al escucha
Solo era su segundo día y ya circulaban rumores sobre ella y Matías. Definitivamente necesitaba mantener más distancia en el trabajo.A pesar de pensar esto, apenas se había sentado con su bandeja en la mesa cuando una sombra apareció a su lado.Marisela giró la cabeza. ¿Quién más podría ser sino Matías?—No te importa si compartimos mesa, ¿verdad? —sonrió Matías, aunque ya se había sentado.Marisela se desplazó silenciosamente, mientras sus dos compañeras de enfrente, con buen olfato para las situaciones, se preparaban para levantarse.—Quedémonos todos juntos. Sería incómodo si solo fuéramos Marisela y yo —dijo Matías con naturalidad.Las compañeras volvieron a sentarse, lanzando miradas furtivas al señor Orellana y luego a Marisela.Marisela no dijo ni una palabra durante toda la comida, comiendo en silencio. Matías tampoco habló, como si realmente solo hubiera venido a compartir mesa.Al terminar, Marisela se despidió cortésmente y se fue con sus compañeras. Matías observó su siluet
En medio de los comentarios se mezclaban conjeturas maliciosas, mientras los demás guardaban silencio, más interesados en el chisme que en otra cosa.Poco después, alguien anunció que el señor Orellana había llegado, y todos se callaron.Pensaban que después de darle su tarjeta a Marisela, el señor Orellana bajaría con los otros ejecutivos, pero para su sorpresa, lo vieron sacar una tarjeta de su bolsillo, dejándolos perplejos.¿Cómo era posible que el señor Orellana aún tuviera tarjeta? ¿Acaso la de Marisela no era suya? ¿O quizás era una tarjeta adicional?Surgieron varias teorías, mientras tanto, en la planta baja.Marisela salió del ascensor y se dirigía a la entrada principal cuando vio a dos personas conocidas en la puerta.Su rostro palideció instantáneamente. Se apresuró a retroceder y presionar el botón del ascensor, cubriéndose la cara con su bolso.¡Ese loco no la dejaba en paz! ¡Lorenzo la había seguido hasta aquí!¿Habría usado a la policía nuevamente para rastrearla?Las p
Lorenzo ya había encontrado su lugar de trabajo. ¿Sabría también en qué empresa se había empleado?Si era así, no podría ocultárselo a Matías y los demás. Con su personalidad obsesiva, Lorenzo seguramente armaría un escándalo.A pesar de estar divorciados, a pesar de haberle aclarado todo anoche, él seguía acosándola. ¿Acaso quería atormentarla toda la vida? ¿Hacerla servir a él y a Isabella?Al pensarlo, Marisela apretó los dientes, su rostro encendiéndose de ira.¿Lorenzo realmente quería llevarla al límite?Hacerle imposible establecerse en San Miguel del Monte.Mientras tanto, en la planta baja del edificio de oficinas.Había pasado más de media hora. Los ojos de Aurelio estaban tan abiertos que parecían campanas de bronce, casi doloridos de tanto mirar, sin haber visto ni rastro de la señora.—Señor Cárdenas, hay muchas empresas aquí y sus horarios de salida varían. Algunos trabajan hasta las diez —comentó Aurelio.—¡Entonces esperaremos hasta las diez! —declaró Lorenzo con expresi
Y en ese momento... fue cuando Isabella acababa de regresar al país.Es decir, ¿llevaba planificando el divorcio y su partida desde hacía casi un mes?Al pensarlo, los ojos de Lorenzo se enrojecieron, sintiendo una punzada de amargura.No se había dado cuenta de nada. En aquel entonces, Marisela parecía haberse vuelto distante con él, pero él solo pensó que estaba celosa de Isabella. Quién hubiera imaginado...Que simplemente había perdido toda esperanza.Y en ese momento ella ya había mencionado el divorcio, con un tono calmado e indiferente. ¿Por qué no le prestó más atención entonces?Si lo hubiera sabido, podría haberla recuperado antes...Lorenzo sentía un profundo arrepentimiento. Se daba cuenta tarde de que la partida de Marisela llevaba tiempo gestándose, pero él no lo había percibido, demasiado absorto en creer que le gustaba Isabella.El tiempo pasaba minuto a minuto. Lorenzo continuaba vigilando la entrada principal del edificio. El viento nocturno se hacía más frío, y él per
Como quien aguarda la presa, Lorenzo vigilaba con determinación. Por más escurridiza que fuera Marisela, él estaba convencido de que tarde o temprano caería en sus manos.A esa hora había muy poca gente. Solo después de las siete comenzó a aumentar el flujo.Mientras tanto, en la salida del metro al otro lado de la calle.Una mujer con traje negro salió a paso decidido. Su cabello corto hasta los hombros enmarcaba su rostro, complementado por gafas de sol y mascarilla.Con el bolso colgado del brazo, caminaba erguida, con pasos firmes sobre sus tacones negros, emanando una presencia imponente.Era Marisela, completamente camuflada pero sin mostrar ni un rastro de miedo o nerviosismo, aunque ya sospechaba que Lorenzo había puesto vigilantes.La noche anterior había contactado a Eduardo para pedirle que controlara a su nieto y dejara de causarle problemas.Él había accedido, pero ella prefirió mantener la precaución, consciente de que no podía subestimar la falta de escrúpulos de Lorenzo.
Dentro del auto, en la acera, Lorenzo miraba la entrada del edificio de oficinas. Con la mano izquierda apretando el volante, preguntó entre dientes:—¿Quién hizo la denuncia?—No dejó su nombre, no lo sé —respondió el guardia.Lorenzo respiró profundamente y volvió a preguntar:—¿Era hombre o mujer?—Mujer —contestó el guardia.—¿Joven o mayor? —insistió Lorenzo.El guardia respondió:—Joven.Lorenzo abrió mucho los ojos, pensando:¡Seguro que fue Marisela!¿Cuándo lo había descubierto? ¿En qué momento había entrado al edificio sin que él lo notara? ¡No había dejado pasar a nadie sin observarlo!—¿Podría darme su número de teléfono? —le pidió Lorenzo al guardia.El guardia se mostró incómodo ante la petición:—Lo siento, señor, eso no es posible. Todo ha sido un malentendido que no ha causado mayor problema, solo le hemos molestado a usted.—Además, no sería apropiado darle el número de la señorita, ¿no cree? Usted es un hombre, supongo que no guardará rencor por esto.Lorenzo apretó e