¿Crees que yo querría tu marca, Omega?

—Repítelo.

La voz del Alfa sonó letalmente serena pero eso mismo fue lo que puso alerta a la Omega. Sus ojos azules la miraron fijamente y Dana tragó.

—Solo te pido que me rechaces, sé… sé que para ti es una molestia tenerme como compañera y lo acepto. Por favor, termina con esto y recházame.

Antes de que pudiera notarlo, Kian se movió tan rápido que Dana gimió abriendo los ojos de golpe.

El pecho de él chocó contra el suyo mientras que el macho colocaba cada mano sobre la puerta detrás de ella, a un lado de su cabeza observándola con ira.

Él se inclinó cerrando la distancia entre ambos y la Omega no pudo evitar temblar nerviosa y asustada al mismo tiempo. Su cuerpo parecía más receptivo a él por la marca que adornaba su cuello.

—No me das órdenes Omega. Si no lo has notado, todo lo que pasa en esta manada es por mi decisión.

—Pero…

—Solo quieres que lo haga para poder ser completamente de él, ¿cierto? —gruñó rabioso—. Eso no va a pasar.

Dana palideció y apretó la mandíbula molesta po
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