Ava. Ser arrastras por los infiernos de fuego y deseo incontrolable, para luego regresar a la tierra de forma tan dolorosa, era la primera vez que lo sentía, la verdad era que nunca había sentido esto, ni siquiera cuando Darío, me sometida a horas y horas de tortura sexual, que ni yo quería, ni yo
- “¡Irina, es Malcon!, junto al Beta Darío, vienen a buscarnos.”- le dije muerta de miedo mientras buscaba refugio entre los brazos que me abrazaban, sabía que, si Darío me encontraba, después de torturarme, como nunca lo había hecho, terminaría con mi vida, mientras el resto de la manada miraban, y
Elijah Martin. Sentir como mi mate se paralizaba de terror entre mis brazos, no fue algo que hubiera esperado de nuestro primer encuentro, y menos cuando casi perdimos la razón momentos antes por el maldito y enloquecedor deseo que nos invadía, el olor de mi hembra excitada, y en celo, es el olor
- “¿Alfa Desmond? ¿Qué hace por aquí?”- pregunto mentalmente el Alfa Malcon intentado disimular su miedo al ver al Rey Oscuro. - “He oído lo de tu castillo, y como rey Alfa, he venido a calmar los ánimos, pero lamentablemente llegué tarde, aunque el viaje me ha servido para encontrar a mi Luna, y
Narrador. Las manadas hicieron un círculo alrededor del enorme claro para dejar espacio para que las betas de cada manada se enfrentaran, las reglas de los duelos entre Alfas, o entre betas de cada manda son muy claras, ningún otro lobo de la manada debe intervenir, ni siquiera el Alfa, Una vez in
Esa fue la dinámica que duro por casi hora y media, cada vez que el Beta Darío se curaba, Elijah volvía a romperle más huesos, el dolor era insoportable, los gemidos y aullidos de dolor no cesaba, sobre todo porque tras una breve recuperación, volvía a ser destruida por el cuerpo duro y fuerte de un
Irina Bykow. - “¡Necesitamos alejarnos de aquí ya!”- dijo Ava de forma exigente a los gemelos. Esto fue algo que, hasta ella misma sorprendido, pero es que había desarrollado una conexión muy especial conmigo, por el tiempo que estuvimos juntas en el castillo, y yo calmaba los ataques agresivos
- “No estamos solas, agáchate, pégate al suelo, que no detecten nuestro olor. “- le dije a Ava. En los dos años que llevaba deambulado, de un lado para otro, había aprendido muchas técnicas de ocultación, así como a defenderme, el problema era que cuando golpeaba a mi oponente, y este sentía dolo