Lo más curioso de aquel cambio de vida fue el ver que Carlos me trataba diferente, estaba más atento de mí y eso hizo que nos acercáramos mucho más. Él sabía sobre mi proceso de recuperación y no me molestó tanto, para ese momento ya aceptaba el que estaba recuperándome.
Con Carlos hablé varias veces, cuando comenzó a acompañarme a la parada de bus sobre mi depresión y cómo el cambio de casa me estaba ayudando mucho a sentirme mejor.
—Te ves más alegre —me dijo—. Y más rellenita, te están alimentando bien.
—Ah… sí, no me quitan el ojo de encima hasta que dejo el plato vacío —respondí entre una risita.
Se volvió una rutina el hablar con él en los pasillos, preguntarnos sobre si habíamos visto esta o aquella serie; de hecho, casi siempre nuestras conversac
—No, no soy capaz de hacerlo —respondí.—Y ya ha pasado mucho tiempo —agregó Marcela.—Sí, Alejandro de seguro ya dejó atrás lo que sucedió, han pasado muchos meses —soltó Sarita con tono bajo y algo triste.Se acercaba final de año, tenía mucho tiempo libre que intentaba gastarlo haciendo ejercicio. Carlos y Marcela se sumaron al reto de recibir año nuevo ejercitándose, así que me acompañaban todas las mañanas, pero Marcela lo dejó a los pocos días cuando le comenzaron los dolores en el cuerpo.Yo no dejaba de pensar en lo que había dicho Sarita, era lo mismo que las pocas personas que sabían la verdad me decían.Faltaban pocos días para que el instituto educativo privado de Rousseau se abriera en la ciudad. Ya los medios locales estaban hablando al respecto y a las afueras
—Siento que he estancado mi vida —confesé a principio de año en la primera cita con la psicóloga.Tenía la mirada perdida en mis pensamientos, dejando que mis labios se movieran junto con mi mandíbula para poder expresar todo eso que había acumulado por semanas.De fondo se escuchaba la brisa, ya que para enero el viento era fuerte y se llevaba las nubes junto con la lluvia, el sol resplandecía en todo su esplendor, haciendo que el medio día fuera más intenso con el calor sofocante.Por primera vez veía la ventana corrida, dejando que el frescor del viento entrara a la oficina y pudiera escuchar el bullicio de la calle: el tintineo de los carritos de helado, la risa de los niños jugando en la plaza y el murmullo de las aves que intentaban posarse en los cables de luz.—Siento que no soy yo —expresé con voz apagada, sonó casi a un susurro&mdas
—¿Y piensas seguir viviendo con Marcela y su familia? —preguntó Carlos mientras se recostaba en el mecedor de la terraza.Acabábamos de terminar de organizar la casa y descansábamos debajo de la sombra del árbol de mango: aquella terraza era perfecta para tardear tomando jugo de limón.—No, no, de hecho, estoy buscando un lugar mejor para arrendar, tal vez un cuarto —expliqué (aunque no me sentía tan decidida a hacerlo).—Tú y tus malas decisiones —replicó Sarita a mi lado, balanceándose en otra mecedora—. No puedes alquilar la habitación de una casa, quedarte sola con unos desconocidos. Conociéndote, terminarás con nuevos ataques de pánico.—Nunca dije que compartiría casa con una persona —solté, pero era tan evidente que sí lo había pensado de esa forma.—E
El Instituto Educativo Rousseau abrió con gran pompa, llenamos todos los cupos de todos los grados y con el paso de los meses la reputación de nuestro centro creció siendo uno de los colegios más rigurosos de la ciudad (eso queríamos).Yo estaba hasta las puntas de mi pelo lleno de trabajo, pero eso me gustaba, porque así no tenía tiempo de pensar en nada. Sin embargo, esto me pasó tarjeta con un colapso cuando regañaba a un profesor: yo estaba tan irritado que me enojaba por cualquier cosa en esos días.La directora habló conmigo y me dijo que, si no me iba a tomar mi trabajo con calma, volvería a convertirme en un simple profesor. Además, me dio una semana para que descansara.Y ahí estaba yo, despertándome a las diez de la mañana, sorprendido porque nunca había dormido tanto y con miles de pensamientos revolviéndome la mente. Me levant
—Está bien —acepté—, si es un corto tiempo mientras buscas un mejor lugar, lo acepto. —La veía fijamente a los ojos— después podemos ponernos de acuerpo con el precio.Rousse se veía muy sorprendida y sus mejillas estaban bastante rojas, no: todo su rostro estaba rojo. Tomó varios tragos de su limonada hasta dejar el vaso vacío y después inspiró profundamente.—¡Perfecto! —soltó Sarita—, eso es genial, Rousse, ¿ves que sí pudimos resolverlo? —Tomó un brazo de la chica y le dio dos palmadas.Rousse intentó mostrar una sonrisa, pero estaba tan nerviosa como para fingir. Y yo… tenía ganas de sentarme a su lado y abrazarla mientras le decía “está bien, conmigo estás a salvo”. Lo menos que deseaba era verla sufriendo otra vez.Cuando me iba a ir
Era una chica que no le gustaban los cambios, pero ahora estaba teniendo tantos cambios en mi vida que no podía controlar. Deseaba tener una casa propia para mí sola, para no tener que estar hospedándome cada tanto en un lugar diferente, teniendo que compartir vivienda con una persona diferente cada cierto tiempo.Pero había algo que sí me alentaba mucho y era que… al estar tan cerca de Alejandro (aunque tuviera que pagar por ello), me llenaba de mucha tranquilidad, porque, por más enojado que él estuviera conmigo, siempre me iba a proteger: me lo demostraba con todas sus acciones.Escuché unos pasos que se acercaban a la habitación, volteé a ver, ya que la puerta de la habitación estaba abierta.—¿Y?, ¿cómo vas? —indagó Alejandro acercándose.—Ah… bien, bien —respondí mientras tomaba algunas camisas
Así que me levanté para ir a la cocina para tomar agua y relajarme caminando por el pasillo. Me asusté cuando encontré el pequeño pasillo en oscuridad total, no lograba ver nada y tuve que llevarme una mano al rostro para taparme los ojos y con la otra guiarme por las paredes para llegar hasta al interruptor para encender la luz.Sentí el alivio en mi cuerpo cuando logré visualizar todas las cosas en el pasillo. Caminé a paso arrastrado hasta la cocina y abrí la nevera. Me sorprendí al ver que estaba bastante vacía —algo muy raro en Alejandro, porque le gustaba alimentarse bien—, y allí sólo encontraba algunas cosas empacadas, como comida precocida y sus infaltables yogures.Tomé un vaso del escurridor blanco y saqué un poco de agua de una botella mediana. Sentí mi cuerpo erizarse cuando el trago de agua fría golpeó mi ca
Se puede escuchar el sonido de los motores del avión acelerar y su mano está helada mientras me aprieta con fuerza. La observo con una amplia sonrisa.—Es un hecho, vas a cumplirlo —le digo y beso la parte superior de su mano, cerca a los nudillos.—Sí… —dice entre un suspiro tembloroso—, ¡wu… divertido! —suelta con sarcasmo.Rio un poco mientras observo por la ventanilla como poco a poco vamos alejándonos de tierra firme. Ella está sentada al lado de la ventanilla, así que sus ojos están clavados en la panorámica que estamos viendo: sus ojos están atiborrados de miedo y a la misma vez de fascinación.Cuando logramos ver la ciudad pequeña, como algo minúsculo, suelta un jadeo de exclamación.—Mira todo lo que me estaba perdiendo —dice con los ojos muy abiertos—. Siempre… quise&he