—No, claro que no —dije con mucha seguridad.Aquello le agradó bastante a Alejandro y me dio un beso en la frente.—Entonces… Rousse, ¿cómo quedamos ahora?—¿Cómo quedamos…? —no quería volver a crear un malentendido con él.Sin embargo, su rostro comenzó a tornarse serio.—Rousse, yo no quiero seguir siendo tu amigo —aclaró—. No quiero seguir llevando ese título contigo, prefiero quedarme como hasta ahora si volveré a lo mismo.Ahí estaba otra vez la ansiedad susurrándome al oído: “Tonta, te está diciendo que deben ser novios, ¿y tú sabes cómo ser novia de alguien? —carcajeó la ansiedad— Pobre ilusa”.—Ya, no quieres —soltó Alejandro al reparar en mi expresión—. Tú sólo vas en plan de amiga.Alejandro se levantó con las manos en la cintura y me encaró.—Es que… ¿quieres que seamos novios? —inquirí nerviosa y dejando que mis manos se retorcieran una con la otra.—¡Sí, claro que sí! —Espetó—, después de todo lo que pasó es lo más obvio que quiera ser tu novio, ¿es que acaso hay algún pr
Alzó la mirada hasta mis ojos con una enorme sonrisa rebosante.—Me fascina cuando hablas en metáforas —dijo— y sacas ese lado literario. Me incliné para poder besarlo y mi corazón se sobresaltó al darse cuenta que el beso fue bastante apasionado, como si hubiéramos esperado mucho tiempo para que lograra darse.Es un recuerdo que tengo muy presente cuando me preguntan sobre cosas lindas que hayan pasado en mi vida: ahí aparece la imagen de Alejandro sentado a la orilla de la cama rodeando mi cintura con sus manos mientras nos fundimos en un apasionante beso.Es increíble que, gracias a que tuve la valentía para entrar en aquella habitación y hablar con sinceridad logró que la barrera entre Alejandro y yo se desplomara para darle paso al amor que guardábamos en lo profundo de nuestro ser. Ese día nublado nuestros labios se juntaron para nunca más volverse a separar, nuestros abrazos se volvieron infinitos y el tiempo que comenzamos a pasar juntos se transformaron en años, muchos años
—¿En serio te preguntó por él? —inquirí sintiendo que mis adentros se revolvían.—Sí, parece que quiere volver a buscarlo —Ana dejó salir un suspiro.En aquel momento Alex entró conversando con uno de los profesores nuevos, se despidieron y él se acercó a nosotros. Ana y Alex habían terminado hace dos meses y estaban intentando quedar en plan de amigos para no hacer incómodo el ambiente laboral.—Buenos días —saludó al grupo.—Buenos días —contestamos.—¿A quién van a buscar? —preguntó mientras se cruzaba de brazos (le encantaba entrometerse en las conversaciones).—Me encontré a la Susana —comentó Ana.—¿A la ex de Alejandro? —indagó con curiosidad—, no me digas —ladeó una sonrisa—, quiere volver con él.—Parece, porque eso me mostró una sonrisa de mansa paloma y no dejó de intentar sacarme información de él.—¿Esa fue la que casi te parte el tabique? —me preguntó Marcela.Dije que sí con un movimiento de cabeza, intentando no reiniciarme con toda la información que me estaban dando.
No debí haberlo dicho de aquella forma. Rousse abrió su boca y su rostro se enrojeció en gran manera.—¡Lo sabía, lo sabía! —gritó encolerizada mientras se abalanzaba a mí para golpearme—. ¡Todo este tiempo me has estado viendo la cara de imbécil!, ¡eres un maldito!, ¡maldito!, ¡te odio!, ¡¿por qué me hiciste esto?! —soltó el llanto—. ¡ME ENGAÑASTE CON ELLA!, ¡MALDITO!, ¡¿POR QUÉ ME ENGAÑASTE CON ESA ZORRA?!—¡Rousse, espera, espera, por favor! —grité mientras intentaba detenerle las manos para que me dejara de golpear—. ¡Ah!, ¡espera!, ¡basta!, ¡ROUSSE, DETENTE!Tambaleé y caí al piso de espaldas, ella reaccionó y llevó las manos a su boca. Sentía el rostro caliente y en algunas partes ardiendo; mi corazón latía desbocado mientras lloraba; mas mi rostro estaba imperito observándola impresionado al no creer lo que había hecho. Rousse corrió rumbo al cuarto y yo seguí tirado en el piso tratando de calmarme: tenía rabia y a la misma vez decepción. No quería que mi relación con ella ter
Al principio, cuando me enteré que Susana estaba volviendo a perseguir a Alejandro, me dio un mal sabor de boca, nada más. Me decía “está bien, él no podría engañarme, me dijo que me ama, no era ese tipo de hombre que no se apegaba a su palabra”. De hecho, esa noche volví con mi nuevo novio al apartamento bastante feliz y cocinamos juntos unas pastas salteadas que comimos mientras decidíamos qué hacer el otro fin de semana.Alejandro se veía bastante tranquilo, llenándome el rostro de besos cuando nos fuimos a la cama y me decía lo mucho que fantaseó con poder estar conmigo allí, los dos acurrucados mientras conversábamos.—Alejandro… —traté de meter la conversación— ¿aún piensas en Susana?—¿Qué? —dejó de acariciar mi cabello, yo recostaba mi
—Nos trajo hasta aquí para poder estar con su familia —explicó—. Ella se escapó muy joven de su casa con mi papá, quedó embarazada de mí a los quince y para ese tiempo ya tenía un año viviendo con ese hombre —entrecerró los ojos—. Al menos acepta que fue muy loca. Dejó que se la llevaran a una ciudad en el centro del país donde no conocía a nadie, además, ese hombre era quince años mayor que ella y ya tenía otra mujer; claro, mi mamá no lo sabía y se enteró cuando ya estaba viviendo a su lado.—Qué locura… —solté impactada—, pero… ¿qué pasó cuando llegó a la ciudad?—Los primeros dos días dormimos en la calle mientras mi mamá intentaba averiguar dónde vivía mi tía: la mamá de Ana. La casa donde a
—Lo bueno fue que la señora Noelia contó con buena suerte. El padre de Alex al enterarse que se había mudado con su hijo comenzó a buscarla y a los meses logró dar con ella y al saber por todo lo que estaba pasando volvió a vivir con ella. Desde ese momento no se han separado y es un buen hombre —quedó pensativo por un tiempo—. Mi mamá no corrió con la misma suerte, ella quedó traumatizada y nunca más volvió a darle la oportunidad a un hombre, se concentró en sacarnos adelante y ahora que ya estamos grande pasa su vida administrando una tienda que montó con mucho esfuerzo. Es muy buena con los negocios y le va muy bien, hace poco la amplió y tuvo que contratar a dos muchachos para que la ayudaran.—Vaya, es un final feliz —dije—. Tú y tu hermano se convirtieron en todos unos profesionales, Carlos y Alex también. La se&ntild
—Con varias —fue sincero—, no las conté. Tampoco es que hayan sido muchas, pero sí repetí varias veces con ellas.—Ok, no quiero saber más —pedí.Enarcó una gran sonrisa mientras me observaba con detención.—¿Te da celos?—No… —mentí—, es sólo que…—¡Ay, sí, te da celos! —se abalanzó sobre mí y entrelazó mis manos con las suyas—. Rousse, ese es mi pasado, tú eres mi presente y eres la única —me dio un beso en los labios—. Me encanta que seas presente —susurró en mi oído izquierdo—. Y seré con quien aprenderás todo lo que debes saber en el sexo —mordisqueó el lóbulo de mi oreja.Sentí todo mi cuerpo erizarse y con ganas de retorcerse. Alejandro comenzó a bes