Dejé salir un jadeo cuando Alejandro comenzó a besarme lentamente por el cuello y bajó paulatinamente hasta mi vientre y… un poco más.
Llevé una mano hasta mi boca para ahogar un grito. Era una sensación muy extraña el que paseara su lengua por mi vagina, además, me parecía muy vergonzoso. Pero no podía soportar el jalar su cabello mientras me llevaba al punto más alto de la excitación.
Alejandro y yo… estábamos teniendo sexo, ¡sí, estaba pasando! Mis pensamientos se chocaban, se estrellaban, caían al suelo y volvían a levantarse para correr en círculos mientras gritaban eufóricos.
Me estaba revolviendo en la cama, jalaba su cabello y jadeaba mientras sentía lo que hacía con su lengua. Yo podía sentirlo, me estaba humedeciendo y estaba muy caliente en aquella parte.
No pensaba en nada, s&oac
Por momentos cerraba los ojos al sentir la presión de lo que estaba recibiendo mi cuerpo, pero notaba que a la vez me gustaba.Me di cuenta que a Alejandro le gustaba el sexo duro, ser dominante y mandar cuando de un impulso me puso boca arriba en la cama y subió mis piernas a sus hombros. Yo solté un grito al ver que en aquella pose me incomodaba y daba un poco de dolor, pero para esos momentos él no deseaba controlarse, al contrario, parecía que mi dolor lo excitaba más.Llevó una mano a mi boca y me dijo que lo mordiera, yo así lo hice, lo mordí con fuerza entre el pulgar y el índice. Se notaba que a él le estaba doliendo mi mordida, pero eso lo hizo acelerar sus penetraciones.Me di cuenta que él parecía querer representar con aquella mordida el dolor que yo estaba sintiendo. Fue muy raro, pero… me estaba gustando lo que Alejandro estaba haciendo.Despu&e
Podría decir que tengo una especialización en evadir situaciones o personas, mi alta capacidad para huirle a los problemas es grande, enorme. Así que, al recordar ese momento justo en que me bajé del auto de Alejandro para adentrarme en mi casa, fue el momento que decidí hacer como si él no existiera.Pero es imposible, porque una vez creas lazos con alguien y comienzas a cambiar tu vida, ya no puedes hacer como si nada hubiera pasado. Además, al día siguiente, mientras me bañaba, mi entrepierna me recordaba lo que había pasado.Se siente extraño. Sabes que ya tu vida no podrá ser como antes, pero una parte de mí quería seguir haciéndolo.Pasar por el lado de Alejandro, ignorarlo por completo, cambiar mi horario de ejercicios con la excusa de la universidad… Todo eso me seguía impulsando a la idea de que no podía seguir acercá
—Todo ese rollo —Marcela carcajeó, siempre me decía que yo no parecía de la ciudad porque usaba palabras que no encontrarías en el vocabulario de alguien más.Marcela me insistió por días para que hablara con Alejandro y por un momento lo consideré, cuando salíamos de la universidad ella me preguntaba si lo haría esa tarde y yo le decía que sí. Pero al día siguiente, cuando estábamos en clase por la mañana, se me acercaba animada para preguntarme si lo había hecho y yo le contestaba que no porque… y sacaba mi excusa.Así, con el paso de un mes, ya el tema estaba demasiado frío y decía que era eso, que no podría hablar con él porque ya había pasado mucho tiempo. Aunque, Alejandro para ese momento aún me veía de lejos y en algunas ocasiones nuestras miradas se encontraban. Llegué
—Bueno, mira, nosotros podemos hacer nuestras prácticas allí —soltó Marcela un tanto emocionada.—Sí, y por lo que me dijeron, se abrirán las vacantes dentro de poco para lo del colegio —siguió Johan con tono insistente—. Ay, Lily, la verdad sería estupendo. Yo desde hace rato quiero trabajar ahí, ese lugar se ve como tranquilo, me encanta.—Pues sí, es un muy buen trabajo —acepté con tono pensativo.—Tú nos puedes ayudar, tienes palanca —opinó Cielo, que parecía también interesarle la idea, pero intentaba no demostrarlo.—Pero serían cuatro practicantes de lengua castellana —comenté—, no sé cuántos profesores de esa área pedirán. Por más que sea una nueva área del Rousseau, no sé qué tan grande será.&mda
Quería ser como esos hombres que sólo les gusta acostarse con las mujeres, después, ponerse los pantalones y hacer como si nunca llegaron a conocerlas.Desde pequeño mi madre me dijo que yo era muy sensible, porque, aunque era el hermano mayor, siempre corría a ella para abrazarla y llorar en su regazo. Cuando crecí, era el más alto de mi grupo de amigos, pero siempre era el que salía lastimado por las palabras que otros me decían. En cambio, mi hermano Luis, por más menor que fuera, trataba de defenderme de los que intentaban burlarse, recuerdo verlo irse a golpes con más de uno por mi culpa y terminar con el rostro lleno de sangre.Mis amigos me decían “debes ser más hombre, los niños no lloran”, pero eran palabras mal gastadas en mí. Era de los que lloraba cuando se me moría una mascota o me rechazaba una niña. Intenté ser no tan
Aunque a mí me quedaba bastante pesado en ese momento por mis estudios superiores y mis demás gastos, hice el sacrificio de poder costearle el curso que tanto quería hacer junto con todos los materiales que iba a necesitar.Yo me gradué de mi maestría, ella de su curso de estilista y parecía que todo iba más que bien. Llevábamos dos años de relación y yo estaba más que enamorado de ella, sentía que éramos un equipo, era muy cómodo estar a su lado.Quise concentrarme en ella, darle más atención al ya sentirme con mucho tiempo libre e hicimos varios viajes alrededor del país, si Susana me pedía algo, se lo daba. Ella me decía que me amaba y hasta una vez tuvimos una conversación sobre irnos a vivir juntos, ya que para ese momento yo había logrado comprar mi apartamento después de tanto tiempo ahorrando.Susana se
En vista de que Rousse me evitaba en el trabajo y hasta había cambiado su horario de entrenamiento, comencé a seguirla e insistirle para que hablara conmigo.—Rousse, Rousse —la seguí a la salida del trabajo—. Déjame llevarte, espera —caminé detrás de ella hasta el portón—. ¡Espera!Se fue casi corriendo.—Pero… —solté confundido.Estaba actuando demasiado infantil. Me llevé una mano hasta mi barba y la sobé pensativo mientras la veía caminar por la calle con aquel paso afanoso.—¿Qué pasa entre ustedes dos? —preguntó Carlos detrás de mí.—No lo sé… No sé por qué se comporta así —respondí. Pero sí, sí sabía y a la vez no.En las noches, el recuerdo de lo que había sucedido en aq
La primera vez que lloré por alguien, lo agarré de la camisa y le supliqué que me perdonara, que, por favor, no se alejara de mí. No me importó que hubiera personas viéndonos, tampoco el que la gente creyera que era de esas novias desesperadas.Muchos me dijeron “ya, cálmate, Rousse, deja que se vaya”, pero nadie entendía el contexto de lo que estaba pasando. Que él se iba a marchar y no podría volver a recuperarlo: si yo no le rogaba, no le suplicaba, no dejaba caer toda esa capa de orgullo, lo iba a perder para siempre, y de paso mi corazón.Lo agarré con tanta fuerza por la cintura que Alejandro no pudo moverse, se le hacía imposible caminar.—Perdóname, por favor, perdóname —sollozaba.Pero para que entiendan cómo es que una persona tan orgullosa, tímida y miedosa como yo no le importó el rogarle a un ho