Atraganto (parte 3)

Al llegar a Rousseau intenté verme un poco más animada, saludé a algunos profesores como comúnmente hacía y después entré a mi salón para prepararme e iniciar mi día.

Sin embargo, aquel día sucedió algo bastante peculiar. Carlos entró a mi salón bastante sonrojado e inspiró profundamente al pasar por la puerta.

—Buenas tardes, Rousse —saludó.

—Hola, Carlos —respondí sonriente.

Vi que detrás de él, a unos metros de distancia, estaba Alejandro sonriente, acompañado de Sarita. ¿Qué estaban planeando?

—Rousse, ¿qué harás el sábado? —inquirió.

“Me voy a suicidar, así que estaré bastante ocupada en ello, lo siento”, pasó por mi mente y tuve que morderme el labio inferior para no soltar un lamento.

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