86SelenaNo sabía qué buscaba Susane Gother, pero tenía claro que no me intimidaría. Su actitud agresiva no era ninguna sorpresa, pero sí me preguntaba cuánto más pensaba insistir con sus ataques. —No sé de qué habla, señora —respondí con aparente tranquilidad, manteniendo mi mirada fija en la suya.Mi corazón latía alocadamente, pero mi rostro estaba sereno. —Sabes perfectamente de lo que hablo, zorra —escupió con veneno, cruzándose de brazos como si eso le diera más autoridad— no me lo vas a quitar.Si había algo que me molestaba más que su tono, era su insistencia en rebajarse al insulto fácil. Aún así, no iba a darle el gusto de verme alterada. —Si digo que no sé de qué hablo, es porque así es. Disculpe… —intenté pasar a su lado, pero su mano aferró mi brazo con fuerza, deteniéndome en seco.—Sé cómo se comportan las perras como tú —insistió ella.Un brillo de sorpresa cruzó su rostro cuando le respondí con frialdad: —Me alegra que sepa eso, supongo que se identifica con la
87BishopEl cuarto en el que estábamos era tan opulento como una mansión reducida a cuatro paredes, pero ni toda la comodidad del mundo podía evitar que la atmósfera allí se sintiera tan fría como el invierno. Mi abuela Grace, sentada erguida en la cama con ese aire regio que siempre la acompañaba como una reina en su trono, me ignoraba por completo. —Abuela Grace, no puedes estar molesta conmigo eternamente —dije despacio, midiendo cada palabra, sabiendo lo testaruda que podía ser Grace Fox.Ella ni siquiera giró la cabeza. Por supuesto, el silencio era su arma favorita. —No tienes una abuela. Vete. —Señaló la puerta con un gesto rígido, como si estuviera despachando a un sirviente— lastimas mis ojos con tu presencia ingrata.—Bueno, eso es un avance, al menos respondiste. —Intenté una sonrisa sarcástica, pero sabía que no iba a calmar las aguas. —Te dije que no quería a Susane Gother —le recordé, tomando asiento en una silla cercana, aunque me sentía como un niño regañado. Mi ab
88 Gabriel Estaba sentado en una lujosa sala de conferencias, frente al presidente Hawthorne, cerrando un trato para un nuevo lote de armas destinado al gobierno. A pesar de la importancia de la reunión, mi mente estaba en otra parte. Llevaba meses evitando este encuentro, primero por mi enfermedad y luego por la búsqueda incansable de mi prometida. El presidente extendió su mano con una sonrisa diplomática. —Muchas gracias por reunirse con nosotros, señor Fox —su voz educada y sus labios con una ligera sonrisa. Apreté su mano con firmeza, sin apartar la mirada. —Un placer hacer negocios, presidente —le devolví el apretón. Al salir del edificio, mi teléfono vibró en mi bolsillo. Lo saqué con calma, pero al leer el mensaje, todo mi cuerpo se tensó. Una oleada de furia y preocupación me recorrió al instante. Maldije en silencio, sintiendo cómo la sangre me hervía en las venas. —Llévame a la cafetería de la calle 6 —ordené en tono frío al conductor mientras subía a
89GabrielEstaba revisando unos documentos en la sala cuando las niñas entraron corriendo y se plantaron frente a mí con los brazos cruzados. Algo tramaban. Lo supe de inmediato.—Papá, tenemos una pregunta muy importante —dijo la mayor con el ceño fruncido.Levanté la vista con cautela. Esa mirada nunca traía nada bueno.—¿Qué pasó ahora?—Hoy en la escuela escuchamos a una señora decir que su novio besaba como un francés —soltó la más pequeña—. ¡¿Queremos saber qué es eso?!Tragué saliva.—¿Qué… qué dijeron?—Que su novio la besa como un francés —repitió, muy seria—. Y como tú eres nuestro papá y sabes muchas cosas, nos puedes explicar, ¿verdad?Miré alrededor como si mágicamente fuera a aparecer alguien a salvarme, pero no. Solo estábamos nosotros y mi inminente ruina.—Bueno… verán… eh… es un beso… con mucho amor —intenté salir del paso.—¡Mentiroso! —acusó la mayor con los brazos en jarras—. Si fuera con amor, entonces mamá te besaría así.Parpadeé.—Mamá me besa con amor —me de
90ZairaEstaba pensando en la propuesta de Gabriel, sopesando los pros y los contras de regresar. Aquí estábamos bien. Mis hijas eran felices, teníamos estabilidad y había logrado construir una vida nueva. Además, tenía amigos, algo que jamás había valorado tanto hasta ahora. Pero… también estaba la otra cara de la moneda.Regresar significaba enfrentar todo lo que había dejado atrás. Mi pasado, los secretos, las heridas que aún no terminaban de cerrar. Significaba volver a un lugar donde el apellido Rexton pesaba como una losa y donde Camila seguía reinando en una vida que, según mi madre, debió haber sido mía.Suspiré, sintiéndome confundida.—Parece que estás a mil por hora en esa cabecita tuya —dijo Gabriel, acercándose con su mirada perspicaz.—Solo pensaba… —murmuré sin mirarlo.—¿Sobre mi propuesta de regresar? —pregunta ansioso, ya adivinando mis pensamientos.Asentí con un leve movimiento de cabeza.—Aquí estamos bien —dije en voz baja—. Las niñas son felices aquí.
91SelenaSubí al coche con un suspiro, dejando caer la cabeza contra el respaldo. El día había sido largo, y lo único que quería era llegar a casa, ducharme y meterme en la cama.Ismael cerró la puerta con cuidado y rodeó el vehículo para sentarse en el asiento del conductor.—¿Directo a casa, señorita Selena? —preguntó con su tono educado de siempre.—Sí, por favor —respondí, masajeándome las sienes.El auto arrancó suavemente, deslizándose por las calles iluminadas. Afuera, la ciudad seguía con su ritmo frenético, pero dentro del coche todo era calma.Aproveché el trayecto para revisar el teléfono. Unos mensajes de mis colegas, algunos correos sin importancia y… un mensaje de un número desconocido.Fruncí el ceño y lo abrí. “Espero que estés disfrutando tu comodidad. No durará mucho.”El aire se me atascó en la garganta. Mi piel se erizó al instante.Miré la pantalla una y otra vez, como si eso fuera a cambiar el mensaje. No tenía remitente, ni contexto, pero el significado era cl
92ZairaEl restaurante estaba a tope, como siempre a esta hora. La cocina bullía con el sonido de ollas chocando, cuchillos cortando a toda velocidad y las órdenes de los camareros cruzándose en el aire. Yo, con el cabello recogido en un moño alto y el uniforme impecable, me movía entre los fogones con precisión, revisando platos y asegurándome de que todo saliera perfecto.—¡Necesito más salsa para la mesa cinco! —grité al equipo, sin perder el ritmo.El aroma de hierbas frescas y carne asada llenaba el aire, cuando de repente, escuché la puerta principal abrirse con brusquedad. Un murmullo recorrió la sala y, en cuestión de segundos, la energía cambió. Algo no estaba bien. Mis instintos me alertaron antes de que incluso viera quién había entrado.—¿Qué demonios…? —murmuré, notando cómo los empleados y algunos comensales comenzaban a mirar hacia la entrada.Y entonces la vi.Camila Rexton estaba allí, de pie en la entrada, con su abrigo de diseñador y tacones altos, la misma actitud
93ZairaCamila estaba viendo a mi madre como si hubiera visto un fantasma.—¿Qué haces aquí, Camila? —cuestiona mi madre.—Solo quería venir a hacer las paces con… Lucia —me miró de manera calculada, diciendo mi nombre falso, como si pensara que Gabriel no sabe nada de eso.Cuando Camila vio a Gabriel sus ojos se iluminaron y me dieron ganas de poner los ojos en blanco, pero luego llegó mi madre y se puso ansiosa.—Te dije que no te acercaras a ella —dijo mi mamá con un tono de advertencia.—Solo vine a disculparme, eso no es un pecado ¿verdad? —dijo con tono triste mirando a Gabriel, aunque la respuesta es para mi madre—. Pero ella me empujó. Solo quise venir a hacer las paces con ella —se quejó, claramente exagerando la situación con más lágrimas cayendo como perla por su rostro.No pude evitar soltar una sonrisa sarcástica.—¿Y también te pegué con pegamento al suelo? —comenté, casi burlándome de su dramatismo. Cansada de este drama cuando debería estar pendiente de mi cocina— hac