49 Selena La entrevista había salido bien. Lo sabía porque el doctor Bishop apenas me había corregido y eso, según decían, era todo un logro. Sin embargo, mi mente seguía caótica, incapaz de calmarse mientras lo miraba. Su seriedad era casi intimidante, cada palabra suya cargada de una precisión calculada que me hacía sentir pequeña. Mis manos sudaban de puro nerviosismo, un detalle que intentaba esconder frotándolas contra la tela de mi falda. —Muy bien —dijo al fin, levantando la vista de sus papeles—. Serás la tercera pupila. Las palabras tardaron unos segundos en asentarse en mi cabeza. Tercera pupila. Era un reconocimiento que pocos conseguían, y, aun así, en lugar de sentirme aliviada o emocionada, me quedé paralizada. —Gracias por esta oportunidad —murmuré al fin, mi voz baja y casi sumisa. Ni siquiera tuve el valor de mirarlo directamente a los ojos, optando por fijar mi vista en el suelo. El doctor Bishop asintió, como si mi gratitud fuera un detalle irrelevante
50ZairaSentada en el taxi, no podía dejar de revivir cada instante de la fiesta de compromiso. Las palabras hirientes, las miradas juzgadoras, y finalmente, el desastre. Mis lágrimas caían incesantemente, surcando mis mejillas como ríos desbordados. El chófer, un hombre de mirada compasiva, me ofreció un paquete de pañuelos desechables.—Gracias —murmuré, sin encontrar fuerzas para mirarlo a los ojos mientras tomaba uno para secar mi rostro.Quería dejar de llorar, quería ser fuerte, pero mis emociones me tenían atrapada en una tormenta sin salida. Cada vez que intentaba calmarme, el vacío en mi pecho se hacía más grande, hasta el punto de sentirme asfixiada.Cuando el taxi se detuvo frente al edificio de Selena, pagué la carrera y subí corriendo las escaleras. Mi respiración estaba entrecortada, y mi mente, hecha un caos. Al llegar a la puerta, toqué tres veces con manos temblorosas y esperé. Pasaron tres minutos, aunque para mí se sintieron eternos, antes de que finalmente escucha
51 ZairaDecidí no llamar a mi madre esa noche. Selena insistió en que descansara, que lo dejara para más adelante, pero mi mente no encontraba paz. Cada vez que cerraba los ojos, las imágenes del vídeo y los cuchicheos en la fiesta volvían a mí como una tormenta implacable.Esa madrugada, mientras me revolvía en el sofá de Selena, recibí un mensaje de un número desconocido. Lo abrí sin pensar, y ahí estaba: un enlace. Mi corazón se hundió al ver el título del vídeo.“Helen en una fiesta privada.”Solté el teléfono como si me hubiera quemado. Mi respiración se aceleró mientras lo veía parpadear en la mesa de café. Alguien había grabado a mi madre y ahora lo estaban distribuyendo. ¿Cuántas personas lo habían visto? ¿Cómo habían conseguido mi número?Selena se despertó por mis movimientos bruscos y se sentó a mi lado, adormilada.—¿Qué pasa? —preguntó, frotándose los ojos.No podía decirlo en voz alta. Solo le mostré el mensaje. Su rostro pasó de la confusión al horror en segundos.—Es
52ZairaA la mañana siguiente me sentía mejor, más centrada, aunque las heridas emocionales seguían ahí, palpitantes. La cocina era mi refugio, mi escape, y decidí preparar todo un desayuno gourmet para Selena como agradecimiento por su hospitalidad. Ella lo comió encantada, saboreando cada bocado mientras yo intentaba no pensar demasiado en lo que me esperaba fuera de esas paredes.—Aquí tienes las llaves —dijo Selena de repente, extendiéndome las suyas—. Puedes hacer lo que quieras. Yo solo vendré en la tarde por ropa y luego al club, como siempre.La miré, asintiendo lentamente mientras tomaba las llaves.—Bien —respondí en un tono suave, casi ausente—. Debo ir a casa de mi madre a buscar mi ropa y luego ponerme a buscar un lugar donde vivir. No quiero estar cerca de ella... no después de esto.Mi voz tenía un dejo de reproche, acompañado de esa incredulidad que aún sentía cada vez que recordaba la página y esos malditos videos.—Me parece bien —contestó Selena con calma, limpiánd
53Selena se encontraba de buen humor aquella mañana; su pie había mejorado tras una noche de reposo después de torcerse el tobillo en el club. El doctor Bishop la atendió en completo silencio, recomendándole descanso y prescribiendo analgésicos que Humberto, el guardia de seguridad del club, se encargó de comprar antes de pedirle un taxi. Consciente de que no podía permitirse ausencias prolongadas, decidió presentarse al trabajo.Al llegar, se cruzó con Kira saliendo del consultorio del doctor Bishop. Kira la miró con desdén, una actitud que Selena no comprendía, pues ignoraba qué podía haberle hecho para merecer tal desprecio.—Buenos días… —intentó saludar Selena, pero al notar la mirada despectiva de Kira, se mordió la lengua, consciente de su tendencia a hablar más de la cuenta.Cojeando ligeramente y con zapatos cómodos para disimular su lesión, Selena esperaba que su condición pasara desapercibida.—¿Ahora finges estar mal? —espetó Kira con enojo al pasar junto a ella.—¿Q
54Zaira Apreté los labios mientras caminaba por la acera, sintiendo el peso del rechazo tras otro intento fallido. Había pasado semanas recorriendo oficinas, tiendas y restaurantes, buscando cualquier oportunidad para trabajar. Sin embargo, las puertas siempre se cerraban en mi cara. Mi antiguo jefe, que alguna vez me había elogiado como una de sus mejores empleadas, ahora ni siquiera se atrevía a mirarme a los ojos.Los videos que mi madre había publicado sobre ella circulaban aún como un virus, manchando su reputación y, por consiguiente, la mía. Sin trabajo, no podía salir de la casa de Selena. Sabía que mi mejor amiga jamás me echaría, pero abusar de su hospitalidad era una humillación que no estaba dispuesta a soportar más tiempo.Respiré profundamente, saliendo del restaurante de lujo donde había entregado mi currículum, solo para escuchar la misma excusa de siempre: “Ya hemos cubierto la posición.” El nudo en mi garganta se hacía más grande con cada paso que daba.Entonc
55Selena —Señorita Carson —llamaron a mi espalda.Ya mi turno había terminado, y lo había hecho por los pelos. Estaba agotada y solo quería una pizza y dormir, pero ahora una plática solo me retrasaría. Sin embargo, me detuve, me giré y vi al doctor Alberto Godoy acercándose a mí.—Buenas tardes, doctor Godoy —saludé, tratando de sonar cordial, aunque mi mente solo pensaba en descansar.Él intentó acercarse más de lo que consideraba debido, pero di un paso atrás, estableciendo límites. Aún recordaba el regaño extraño que me dio el doctor Bishop Fox, y simplemente no me gustó.—Te he visto estas semanas con el doctor Bishop en sus rondas —comenzó, observándome con atención— ¡Eres brillante!—Sí, comencé hace poco —respondí, sin saber a dónde quería llegar con la conversación.—Vi que tienes mucho talento, y por lo que vi en tu expediente, también usas acupuntura. ¿Es cierto? —me preguntó.Recordé cómo mi abuela me había enseñado a usar acupuntura y medicina orientales desde q
56ZairaEstaba sentada a oscuras en la casa de Selena, perdida en mis pensamientos. Quería irme lejos, alejarme de todo, pero algo me mantenía aquí, atrapada en un torbellino de sentimientos. Gabriel, el hombre al que había amado, iba a casarse, y ya no veía cómo encajaba en este lugar. Todo parecía desmoronarse a mi alrededor.Poco después, Selena llegó de su trabajo en el club, caminando con paso firme. A pesar de su largo día, su pie ya estaba mucho mejor, gracias al ungüento que ella misma había preparado, un remedio natural que había aprendido a hacer con el tiempo. La observé sin decir nada, casi admirando la fortaleza de mi amiga. Ya la veía como una gran doctora, alguien capaz de ayudar a los demás con su propio talento.Cuando encendió la luz y vio que estaba allí, se asustó, soltando un pequeño gritito que me hizo reaccionar.—Lo siento —dije, haciendo una mueca, sintiéndome culpable por haberla asustado.—No pasa nada —respondió Selena rápidamente, desestimando el mie