—Miss, le he traído un regalo —Melody colocó en mi escritorio una barra de chocolate blanco, acompañado de una pequeña rosa blanca, probablemente cortada del jardín de su casa.
Las comisuras de mis labios se levantaron en una sonrisa, a la vez que me dedicaba a observar con amor a la pequeña de tan solo ocho años. Su mirada brillaba de emoción, esperando mi reacción ante su obsequio.
—Melody, ¡Qué dulce eres, cariño! Gracias por endulzar mi mañana —musité con sinceridad, mientras me dedicaba a observar como su mirada irradiaba de alegría ante mi gesto de agradecimiento.
—Le he traído todo de blanco, porque sé que es su color favorito.
—Eres muy observadora —mencioné, guiñándole un ojo.
—Todos sabemos que su color favorito es el blanco, Miss —aludió Gregory desde su lugar.
Levanté una ceja en su dirección y fruncí los labios.
—¿Ah sí? ¿Y cómo pueden saber eso?
Él se encogió de hombros y me sonrió.
—Su cabello es blanco, casi siempre viste de blanco, su auto es blanco, sus uñas siempre están maquilladas de blanco… todos llegamos a la conclusión de que su color favorito es el blanco, Miss Cassandra.
Me eché a reír negando con la cabeza, a la vez que le indicaba a Melody que ya podía tomar su lugar.
Me sorprendía lo observadores y detallistas que podían llegar a ser mis estudiantes, un grupo de treinta niños que volvían mis días en completa alegría. Amaba enseñar, definitivamente había nacido para ser profesora, amaba llegar al salón de clases para poder ver aquellas caritas llenas de alegría, observándome casi como si yo fuese su heroína. Adoraba todos los pequeños detalles que ellos tenían conmigo, desde un pequeño dibujo, hasta un enorme ramo de flores para el día de mi cumpleaños. Yo era de las pocas profesoras que solía guardar los obsequios que sus estudiantes le traían, en casa, tenía un baúl lleno de cartas, fotografías, dibujos e incluso, algunas flores secas. Aquellos regalos los tomaba como un verdadero tesoro, pues si ellos me demostraban su amor mediante esas pequeñas cosas, quería decir que estaba haciendo bien mi trabajo.
Pasé la mañana dando literatura, estudiando diversos libros que veríamos en el transcurso del semestre, comenzaríamos con “Matar a un Ruiseñor”, uno de mis libros favoritos ante la lucha contra los prejuicios raciales que enfrentan algunas personas dada su nacionalidad, rasgos o color.
Amaba tanto lo que hacía, que no me había percatado de que mis lecciones habían acabado, hasta que los niños comenzaron a reír, viendo hacia la puerta. Cerré el libro y me giré, encontrándome de frente con Apolo, el profesor de música, quien me veía con una expresión de diversión marcada en su rostro.
—¿Hace cuánto tiempo estás aquí, Apolo? —pregunté, mientras me dedicaba a mirar el reloj en mi muñeca, dándome cuenta de que me había pasado diez minutos de mi hora de salida.
—Hace diez minutos —respondió el alto chico de ojos negros, sosteniéndose de su guitarra, la cual descansaba a su lado—, estaba tan entusiasmada con la lectura, que no quise interrumpirla, Miss Cassie —me informó, dedicándose a soltar un largo suspiro—, debería de leerme en privado, ¿No le parece?
Levanté la mirada en cuanto escuché las risas de mis estudiantes otra vez, ante la propuesta desvergonzada por parte del profesor, frente a ellos. Negué con la cabeza, sintiendo como mis mejillas comenzaban a encenderse ante las tonteras que salían de los labios de Apolo, quien no dejaba de insistir en que saliéramos, frases que decía solo para molestarme, su tono siempre era sarcástico, lleno de diversión, lo cual detestaba porque en el fondo, soñaba con que en algún momento me dijese que en verdad le gustaba.
Traté de ignorarlo, dedicándome a recoger mis pertenencias para dejarle el lugar para su clase.
—¿Qué opinan ustedes, niños? ¿Verdad que Miss Cassie debería de salir con el profe Apolo? —preguntó, ganándose un largo siiiiii por parte de los chicos.
Lo observé nuevamente, aquella traviesa sonrisa continuaba marcada en sus apetecibles labios, él levantó los hombros y abrió sus brazos.
—¿Lo ves? Hasta los chicos ven en nosotros una pareja potencial —dijo con un tono sarcástico.
—Lástima que la Miss no la vea —bromeé, colocando mi bolso en uno de mis brazos para comenzar a caminar hacia la puerta—, ¡Los veo mañana, niños! —me despedí para después terminar de salir del salón de clases.
(…)
Después de preparar el plan para mi clase del día siguiente, solía meterme a la cama con un tazón de palomitas para pasarme gran parte de la noche viendo series en Netflix.
Mi vida no era interesante, la sentía tan aburrida a la par de la de mis demás compañeras de trabajo, quienes se la pasaban de fiesta en fiesta o viajando los fines de semana. Traté en varias ocasiones ser más sociable y salir a divertirme, pero lamentablemente jamás encontré algo en común con ellos; no tenía otro tema de conversación que no fuese acerca de mi salón de clases, cuando me preguntaban por mi familia, me excusaba para levantarme e irme, pues aquel tema aún me afectaba en gran manera. El no saber quienes habían sido mis padres y la duda que siempre permanecía en mi cabeza al no saber por qué decidieron dejarme abandonada a las afueras de un orfanato, me mataban. Tenía ya veintiocho años, había tratado de averiguar sobre ellos, pero jamás conseguí nada. Era como si nunca hubiesen existido.
Un pequeño ruido que provino de mi ventana me hizo ponerme en alerta. Quité mis mullidas cobijas de encima de mi cuerpo y luego salí de la cama para ir por mi bate de béisbol. Caminé en alerta, sosteniendo el bate con ambas manos, dispuesta a golpear a quien fuese que tratase de entrar a mi departamento.
Cuando abrí, dejé caer el bate a un lado, dedicándome a soltar una maldición al ver a Apolo morirse de la risa desde la escalera de incendios.
—Vas a matarme de un susto, Apolo —lo regañé, abriendo más la ventana para dejarlo pasar—, ¿Qué no puedes llamar a la puerta como cualquier persona normal?
—Supongo que no soy normal —mencionó, deteniéndose frente a mí para inclinarse a besar mi frente—, supuse que estarías viendo a los médicos esos que te gustan, y decidí venir a hacerte compañía.
Torcí una sonrisa, mientras lo veía caminar para después acomodarse en mi cama, tomó el tazón de palomitas y comenzó a comer, dedicándose a mirar de forma distraída hacia la televisión, donde se reproducía New Ámsterdam, la serie que me tenía embobada en aquel momento.
Apolo era la única persona con la que solía llevarme bien, era guapo, simpático, divertido, inteligente, además de que era muy solitario al igual que yo; todas esas características en realidad me volvían loca, admitía que aquel chico de ojos oscuros me encantaba, pero él jamás hablaba en serio, me daba muchas indirectas que no sabía como tomar, por lo que, por ahora me conformaba con su amistad, además de la extraña compañía que me brindaba algunas noches.
—¿Qué? ¿Vas a quedarte ahí comiéndome con la mirada o vienes y me comes aquí? —inquirió, lanzándome un puñado de palomitas encima.
Me eché a reír, mientras me alejaba de la ventana para ir hasta la cama. Me acomodé a su lado y me concentré en la televisión, tratando de ignorar la agradable sensación que me transmitía el roce de su brazo contra el mío, emoción que pasaba a mi estómago con rapidez, haciendo que sintiera a aquellas molestas maripositas que me indicaban que cada segundo que pasaba a solas con aquel sujeto hacía que me enamorara más de él.
Volteé a mirarle, encontrándome de frente con su oscura mirada. Las comisuras de sus labios se elevaron en una pequeña sonrisa divertida, al haberlo descubierto mirándome. Le devolví la sonrisa, para al final terminar por apoyar mi cabeza en su hombro. Sentí su mano pasar por detrás de mi espalda, su cabeza se apoyó contra la mía mientras un largo suspiro abandonó sus labios.
No dijimos más nada, solo permanecimos en aquella misma posición durante los próximos tres capítulos de la serie, a la cual había dejado de prestarle atención desde hacía mucho, al haberme concentrado en la forma en que sus dedos acariciaban mi brazo.
Jamás había salido con un chico, siempre me dediqué a permanecer sola porque nadie había llamado mi atención a como lo hacía él, ahora, la indecisión me estaba matando, una parte de mí me gritaba para que tomara la iniciativa y me le declarara, la otra parte me decía que siguiera tal y como estábamos: diciéndonos indirectas para terminar el día siendo simplemente amigos.
—Soy un lobo solitario, Cassie —susurró de pronto, sacándome de honda—, en realidad no tengo nada interesante.
Levanté la cabeza para mirarle, él me sonrió y me guiñó un ojo antes de comenzar a levantarse.
—Nos vemos mañana en el trabajo, tal vez tenga la suerte de escucharte leer otra vez —concluyó, para después prácticamente desvanecerse por la ventana.
Me quedé observando el lugar por donde había desaparecido, dedicándome a negar con la cabeza mientras sonreía. Apolo Müller iba a terminar por volverme loca con sus extraños acertijos.
Apolo Müller Mi día comenzaba a las cuatro de la mañana.Mi despertador me hace salir de la cama para ir a buscar mis ropas deportivas, después de cepillar mis dientes, salgo a la calle. Ahí, comienzo a correr hacia Central Park, donde recorro quince millas. Es la única manera que pude encontrar para calmar mi instinto animal, aquel maldito instinto que amenazaba con salir de mí para dañar a los demás.Al menos tenía la gran ventaja de que no había sentido la presencia de ninguna bruja desde el momento en que decidí mudarme a la gran manzana, pues, con solo pensar en que alguna de ellas estaba cerca de mí, me sería imposible poder contenerme.Aunque no quisiera dañarlas, había sido entrenado para ello, para cazarlas y asesinarlas. Las brujas y los lobos éramos enemigos por naturaleza, por lo que, nos era imposible convivir
Cassandra BlakeMe encuentro con las puertas de mi armario abiertas de par en par, dedicándome a buscar algo agradable qué ponerme para mi primera cita. La sonrisa de mujer enamorada aún no lograba borrarla de mi rostro, mi corazón continuaba latiendo con la misma intensidad que latió desde el instante en que Apolo me propuso que saliéramos.Estaba nerviosa, no sabía como tomarlo. Apolo era tan bromista, que ni siquiera sabía ahora cuando hablaba en serio.Dejo salir lentamente la respiración, al darme cuenta de que justo ahora no hallaba algo agradable qué ponerme. Mis estudiantes tenían razón al decirme que casi todo lo que me ponía era blanco, lo que ahora me parecía un color bastante aburrido. Después de dejar salir un gruñido, me dirijo hacia la ventana, me apoyo de la baranda y me inclino un poco para que mi vecina del piso de ar
Apolo Müller Jamás debí de haber saltado de la ventana de la forma en que lo hice.Pero ¿Cómo podía controlarme cuando aquella chica me hacía sentir tan bien? Ahora incluso comenzaba a pensar si era posible que, el alma gemela para un lobo pudiese ser una humana, pues jamás llegué a sentir algo por Brenda a como lo sentía por ella, jamás miré a Brenda de la forma en que veía a Cassie, era como si mi mundo siempre hubiese sido ella.Cuando puse mis pies sobre la acera, la devolví al suelo, a lo que ella solo se echó a reír a la vez que se inclinaba para colocar sus manos sobre sus muslos y respirar pesadamente.—¡Estás loco, Apolo! Casi me matas del susto.Torcí una sonrisa, mientras estiraba una mano para acomodar un mechón de su cabello blanco tras su oreja.—Es solo un poco d
Apolo Müller Aquella descarga de energía no era normal.Llevaba años de no sentir algo como aquello. La piel se me había erizado, a la vez que el sentido del olfato se me puso sensible. Aquel olor podía reconocerlo a millas de distancia:Había una bruja en la ciudad…Había una maldita bruja en la ciudad.Cierro mis manos en puños y me inclino sobre el balcón de mi departamento, dándome cuenta en que ahora sería mucho más vulnerable ante mis transformaciones. Traté de escapar, alejarme de la magia que volvía loco mi instinto animal, aquella magia que me hacía perder el control ante mis transformaciones.Inhalé y exhalé con lentitud, dándome cuenta que lo mejor que pudo haber hecho Cassandra era el haberse alejado de mí, pues ahora, mientras esa bruja estuviese cerca, la persona sensata en
Cassandra BlakeTomo un nuevo pañuelo desechable y limpio mis lágrimas una vez más.Me encuentro metida entre mis cobijas, tratando de procesar toda la información que Verónica me dio, quien hacía menos de media hora se había ido de mi departamento, para darme mi espacio.Pertenecía a un aquelarre poderoso en Salem, en ese lugar, las brujas solían vivir en paz, hasta que fueron invadidas por los lobos, quienes, al parecer, sin ninguna razón aparente, comenzaron a matarlas. Mi madre logró escapar cuando yo tan solo era una bebé, su objetivo era mantenerme a salvo, por lo que, me había dejado a las puertas de un orfanato para después regresar y luchar para proteger a su pueblo.Según me dijo Verónica, mi madre era una de las brujas más poderosas que habitaban en Salem, por lo que, todas las brujas que sobrevivieron sab&iacu
Cassandra BlakeCuando me dispuse salir del departamento para ir a trabajar, pude mirar una hoja doblada junto a la puerta, era como si solo llegaron a deslizarla por debajo de la puerta, pues no había escuchado nada fuera de lo normal.Me inclino y recojo el papel con curiosidad, a la vez que un extraño nudo se instala en la base de mi estómago. Todo aquello era muy nuevo para mí, por lo que, me sentía a la defensiva y temerosa. No sabía como ser una bruja, con costo sabía cómo ser una persona, por lo que, ahora toda aquella magia que corría por mis venas comenzaba a torturarme.“Ve a la biblioteca pública, en el área de historia a las tres de la tarde” Ese era el único mensaje, no tenía remitente, lo que me hacía sentir más miedo al no saber si era de parte de una de esas criaturas que quer&iacu
Cassandra BlakeMe olvido por completo del libro. De hecho, apenas llego a mi departamento lo guardo en un cajón con llave, ni siquiera me dispuse a abrirlo, pues si lo hacía, temía echar a perder mi noche especial con Apolo.Lo deseaba tanto que no quería que nada arruinara ese momento. Pensar en él me hacía sentir normal, incluso me hacía sentir como una puberta completamente emocionada a la espera de su crush de toda la vida.Salgo a la calle nuevamente en busca de ciertos objetos para poder sorprenderlo. Compro unas velas, flores y por supuesto, un vino tinto. La sonrisa de felicidad no se me borra por nada, pues solo imaginar en sentir su cuerpo contra el mío mientras aprendemos a amarnos de mil maneras diferentes, hace que mi piel se erice, además de que solo tener ese pensamiento me hacía olvidarme de todo.Ya en casa, me dedico a preparar todo, cocino una delici
Apolo Müller Me encuentro completamente enamorado de Cassandra Blake, de eso ahora no me queda la menor duda. La sonrisa de idiota marcada en mis labios mientras recuerdo todo lo que hicimos durante lo largo de la noche, me lo confirma.Cierro los ojos y dejo salir lentamente la respiración, permitiendo que el agua fría de mi regadera moje todo mi cuerpo. Aún podía sentir sus labios recorriendo mi piel, aún podía ver la forma en que sus ojos se dilataban al llegar a un nuevo orgasmo. ¿Cómo es que fui capaz para aguantar tanto tiempo sin tener a esa mujer conmigo? ¿Cómo fui tan estúpido para observarla de lejos por tantos años, mientras le daba indirectas por el miedo que me daba pensar en tener una relación con ella?Ahora, sabía que todo iría bien, no era necesario que Cassie supiera que yo era un asqueroso lobo que se la pasaba luchan