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Capítulo V. Hay una bruja en la ciudad

Apolo Müller

Aquella descarga de energía no era normal.

Llevaba años de no sentir algo como aquello. La piel se me había erizado, a la vez que el sentido del olfato se me puso sensible. Aquel olor podía reconocerlo a millas de distancia:

Había una bruja en la ciudad…

Había una maldita bruja en la ciudad.

Cierro mis manos en puños y me inclino sobre el balcón de mi departamento, dándome cuenta en que ahora sería mucho más vulnerable ante mis transformaciones. Traté de escapar, alejarme de la magia que volvía loco mi instinto animal, aquella magia que me hacía perder el control ante mis transformaciones.

Inhalé y exhalé con lentitud, dándome cuenta que lo mejor que pudo haber hecho Cassandra era el haberse alejado de mí, pues ahora, mientras esa bruja estuviese cerca, la persona sensata en la que me había convertido, iba a desvanecerse. Solo esperaba que estuviese de paso, y que decidiera marcharse pronto porque lo último que quería era asesinarla.

Retrocedí y bajé la ventana, después caminé hacia mi cama y me metí entre las cobijas, cerré los ojos y traté de descansar.

(…)

Casandra Blake

A la primera persona con la que me encuentro al entrar al colegio, es a Apolo, quien me dedica una pequeña sonrisa y asiente en mi dirección, para después dar media vuelta para alejarse de mí.

Ladeo la cabeza mientras lo veo alejarse, preguntándome qué carajos pudo haberle pasado para que de pronto ni siquiera quisiera hablarme. Él no era así, siempre trataba de decirme algo fuera de lugar, lo que ahora me desconcertaba en gran manera. Frunzo el ceño mientras pienso en el sueño otra vez, ¿Acaso en realidad lo de la cita sí había pasado y ahora quería evitarme? ¿Qué carajos era lo que había pasado anoche?

—¡Cassandra! —Lila, una alta pelirroja que trabaja como orientadora, camina en mi dirección, sosteniendo una tableta en sus manos.

Su expresión es de terror absoluto, lo que hace que un terrible frío recorra mi columna vertebral. Imágenes de lo que había sucedido en la noche invaden mi cabeza otra vez, clavándome la duda de si en realidad yo había asesinado a ese par de hombres o si lo había soñado; pero, de forma lamentable para mí, Lila me lo confirma en cuanto me muestra la noticia en su tableta.

—Han encontrado a estos dos hombres hoy en la mañana —me cuenta, en cuanto me muestra la fotografía de los hombres con un cuchillo clavado en su frente.

Enseguida, todo se vuelve difuso, pues un horrible mareo me invade, enviándome casi al suelo. Estiro una mano y me sostengo de la pared para poder sostenerme en pie, lo que provoca que Lila lleve su mano libre hasta mi hombro, tratando de controlarme.

—Cassandra, ¿Estás bien? ¿Necesitas ver a la enfermera? —pregunta con preocupación mientras examina mi rostro con la mirada.

—Estoy bien —afirmo, tratando de alejar las náuseas que me habían invadido—, es solo que esas imágenes son muy fuertes —comento, tratando de que ella esconda aquel aparato que seguía torturándome.

—¡Oh claro! —exclama, ocultando la imagen—, lo lamento, no pensé que fueses del tipo de persona que es sensible a ciertas imágenes.

Vuelvo a asentir, tratando de transmitirle que aquello era lo único que me hacía sentir de aquella manera.

Podía sentir como mis extremidades temblaban sin parar, mientras por mi mente se reproducían aquellas horribles imágenes; podía sentir los gritos de esos hombres clavados en mi cerebro, cuando imploraban por compasión, podía sentir la forma en que aquella extraña energía había brotado de mí, tomando el control de todo mi cuerpo.

¿Qué cosa era? ¿Acaso había sido poseída por algún demonio y ahora me encargaría dañar a las personas?

Esa no era yo, yo era una chica normal que amaba dar clases y ver series en Netflix, aquella asesina despiadada estaba lejos de ser yo.

—¡Cassie! —inquirió Lila una vez más, tronando los dedos frente a mi rostro, lo que me hizo estremecer—, ¿Qué carajos pasa contigo, niña? Palideciste más de la cuenta, además, pareces estar en otra órbita.

La pelirroja me veía con el ceño fruncido, sacudiendo levemente mis hombros para hacerme reaccionar.

—Ve, tómate el día y descansa —me mandó, dejando salir un suspiro lleno de exasperación—, yo me encargaré de tu grupo hoy.

Me dedico a tragar saliva con fuerza a la vez que asiento en repetidas ocasiones, para después girarme y comenzar a salir de ahí con gran rapidez.

(…)

Camino de un lado a otro en mi departamento, la angustia se había apoderado de mí, al punto que ahora ni siquiera podía respirar con libertad. Mi respiración se encontraba entrecortada y mis manos temblorosas.

Me costaba creer que yo haya sido capaz de hacer algo así, jamás hubiese imaginado que iba a terminar por convertirme en un maldito monstruo.

Me detengo a observar mis manos una vez más, las muevo frente a mi rostro, tratando de encontrar un atisbo de energía a como la de anoche, pero no había nada. Mis manos continuaban tan normales como siempre.

—Debes calmarte —la voz de Verónica proviene de la ventana, lo que me hace dar un sobresalto, un cuchillo vuela en su dirección, lo que me hace dar un grito de horror, pero ella sonríe, mientras lo detiene en el aire con gran facilidad.

Me dejo caer en el suelo, pues mis piernas no pueden sostenerse por más tiempo, aquello era mucho para mí.

La pelinegra se abalanza hacia mí y se agacha a mi lado, toma mi mano y luego me da unos pequeños golpecitos en las mejillas.

—Vamos, Cassie, reacciona —musita, sin dejar de golpear mis mejillas.

Después chasquea sus dedos frente a mis ojos, hasta que al final, dejo salir un largo sollozo lleno de dolor, al percatarme de que todo lo que me estaba pasando, era real. Y por alguna extraña razón, Verónica parecía entender qué era todo aquello.

—¿Qué está pasando? —pregunto, las lágrimas comenzando a mojar mis mejillas.

—Estás siendo tú misma, así que cálmate —respondió con gran paciencia.

—¿Qué estoy siendo yo misma? —pregunto sobresaltada, mirándola con incredulidad—, ¿Acaso estás demente?

Ella vuelve esbozar otra pequeña sonrisa, para después suspirar lentamente y terminar por sentarse a mi lado.

—Debes de mantener tu mente abierta, Cassie, si no, puede que enloquezcas, ¿De acuerdo?

Su mirada café se clava en la mía, transmitiéndome con ello una gran serenidad, con solo esa mirada, entendí que debía de confiar en ella, que ahora, no estaba sola con mi problema.

—Vine a vivir a este asqueroso edificio, con la misión de cuidar tu espalda —comenzó a relatar—, sabíamos que tarde o temprano, tus poderes iban a despertar, tu madre trató de impedirlo, pero sabíamos que era imposible.

Frunzo el ceño, tratando de entender las palabras que salían de sus labios.

—¿Mi madre? —pregunto, jamás había escuchado de ella, siempre traté de averiguar quién había sido mi progenitora y no lo logré y ahora, tal parecía que Verónica la conocía a la perfección—, ¿Está aquí?

—Murió —suelta de inmediato, sin dejar de mirarme—, murió en Salem, defendiendo a su pueblo.

Llevo ambas manos hasta mi cabeza, donde me doy un gran apretón a la vez que niego con la cabeza en repetidas ocasiones. Mi cabeza duele, aquella era demasiada información.

—Cassandra, si no te controlas, no podré ayudarte —arguye, a la vez que ve a nuestro alrededor con notoria preocupación—, ellos pueden olfatearnos y ahí estaremos perdidas.

—¿Quiénes? ¡Habla, maldita sea!

—¡Los lobos! —exclama—, esos malditos perros gigantes son los que se han encargado de matarnos a través de las décadas.

—¿Los lobos existen? —pregunto, a la vez que respiro pesadamente.

Ella asiente.

—Convivimos con muchísimas criaturas, Cassie, no somos únicas.

—¿Qué cosa somos?

—Brujas —suelta, logrando que mi cerebro comience a dar vueltas hasta que pierdo la consciencia.

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