Cassandra Blake
Me encuentro con las puertas de mi armario abiertas de par en par, dedicándome a buscar algo agradable qué ponerme para mi primera cita. La sonrisa de mujer enamorada aún no lograba borrarla de mi rostro, mi corazón continuaba latiendo con la misma intensidad que latió desde el instante en que Apolo me propuso que saliéramos.
Estaba nerviosa, no sabía como tomarlo. Apolo era tan bromista, que ni siquiera sabía ahora cuando hablaba en serio.
Dejo salir lentamente la respiración, al darme cuenta de que justo ahora no hallaba algo agradable qué ponerme. Mis estudiantes tenían razón al decirme que casi todo lo que me ponía era blanco, lo que ahora me parecía un color bastante aburrido. Después de dejar salir un gruñido, me dirijo hacia la ventana, me apoyo de la baranda y me inclino un poco para que mi vecina del piso de arriba pueda escucharme.
—¡Verónica! —grito, tratando de que la única inquilina de mi edad que vive en ese edificio pueda escucharme—, ¡Vero! —repito, segundos después, la pelinegra asoma su cabeza por la ventana, inclinándose sobre el balcón para poder escucharme.
—¡Hey Cassie! ¿Hoy si quieres que te consiga una cita en la aplicación de hombres buenos en donde consigo las mías? —bromea.
Tuerzo una sonrisa, dedicándome a negar con la cabeza. Verónica era una buena chica, la cual trabajaba de mesera en un club durante las noches, estaba un poco loca, pero así la quería. Había encontrado una aplicación de citas de la cual se había vuelto adicta, pues a cada semana buscaba un nuevo chico con el cual divertirse. Llevaba semanas insistiendo en que la probara, pero al final, siempre terminaba negándome por una sencilla razón: mi corazón no era capaz de latir por nadie más que no fuese Apolo Müller.
—Tengo una cita con Apolo esta noche —le cuento, lo que provoca que la chica pegue un gritito cargado de felicidad, seguido de unos pequeños saltitos, tal y como si fuese una niña pequeña, en vez de ser una mujer de veintiocho años.
—¡Ya era hora! Si se nota a leguas que mueres por ese bombón —alarga, a la vez que abanica su rostro con una mano, dando a entender que se había acalorado.
Me echo a reír, mientras trato de ignorar el revoloteo en mi estómago que me provocaba el solo pensar en mi compañero de trabajo. Verónica no se equivocaba, llevaba meses babeando por ese hombre, por lo que, justo ahora me sentía como una niña pequeña la cual estaba a punto de recibir un hermoso regalo.
—¡No me distraigas! —exclamo, desviando la mirada para que la guapa pelinegra no note el rubor que se apodera de mis mejillas—, me he dado cuenta de que lo que tengo en mi armario es bastante aburrido, ¿Me prestarías algo, por favor?
—¡Claro! —expresa con emoción a la vez que aplaude—, espérame, ya casi bajo y te ayudo a prepararte.
Un par de minutos después, ella se encontraba llamando a mi puerta, cargada con diferentes prendas de vestir, además de una bolsa llena de maquillaje, lo que me hizo arrepentirme de inmediato de haber buscado su ayuda.
Verónica no dejaba de hablarme de sus últimas citas, las cuales, según ella, habían sido tan calientes que estaba dispuesta a repetirlas con los mismos hombres. Mientras se dedicaba a hablarme de sus anécdotas, me obligaba a hacer diversos cambios de vestuario, hasta que al final ambas terminamos por decidirnos por un vestido sencillo de color palo rosa que llegaba hasta la mitad de mis muslos, los cuales quedaban completamente descubiertos. Lo acompañé con unas sandalias bajas con tiras que se envolvían alrededor de mis piernas, mi vecina se encargó de arreglar mi cabello y después de tanta insistencia, le permití ponerme un poco de maquillaje.
Al final, cuando me observé en el espejo, estaba lejos de parecerme a la misma chica pálida de cabello blanco que solía ser cada día. Ahora, casi podía decir que me veía a como lucían mis compañeras de trabajo, las cuales parecía que siempre trataban de superarse a sí mismas al resaltar su belleza.
—Estás fantástica —musita la pelinegra, colocando sus manos sobre mis hombros—, ya tu tono de bruja se ha perdido.
Pongo los ojos en blanco mientras que la chica se echa a reír, para después voltearse y recoger sus pertenencias.
—¡Solo bromeo, Cassie! No vayas a enojarte —murmuró—, ahora me voy, tengo una hora para llegar al trabajo —concluyó, para terminar por irse con la misma rapidez con la que había llegado.
Cerca de las ocho de la noche, mi cita se encontraba ingresando por la ventana, ayudándose como siempre, con la escalera de incendios. Las comisuras de sus labios se levantaron en una pequeña sonrisa en cuanto su mirada alcanzó la mía, para después dejar salir un silbido.
—¿Qué has hecho con mi Cassie? —indagó, tomando una de mis manos para hacerme girar.
Me fue imposible no echarme reír, para terminar por hacer una ridícula reverencia. Me era tan fácil ser yo misma con aquel chico carismático, que ahora tenía la ridícula idea que probablemente habíamos nacido para estar juntos. No era normal tener una química de aquel tipo con una persona, sin que pudiese haber algo más.
—¿Ahora soy tu Cassie? —bromeé, a lo que él asintió sin dudar.
—Si lo has sido desde el primer momento en que pisaste ese colegio.
Siento como las comisuras de mis labios se levantan en una media sonrisa sin que pueda hacer algo para detenerla. En aquel momento me sentía feliz, plena, amada, al punto que, estaba segura que a partir de ahora nada podía salir mal. El ver directamente a los ojos oscuros de Apolo, podía percibir la misma necesidad que yo sentía en aquel momento, la necesidad de arriesgarnos a ser felices.
Él extendió su mano en mi dirección, sin pretender dejar de mirarme. No dudé en tomarla, dedicándome a observar cada centímetro de su cuerpo. Vestía tan informal, que lo hacía ver tan irresistible y sexy a como todos los días; su cabello castaño un tanto desordenado, jeans oscuros y una camiseta color turquesa que se amoldaba perfectamente a sus pectorales, haciendo que los músculos de sus brazos sobresalieran de sus apretadas mangas.
Me fue imposible no detener la mirada en sus brazos, permitiéndome imaginar la forma en que se sentía mi cuerpo al encontrarse rodeada por aquellos enormes brazos que me hacían sentir a salvo.
—Si me sigues mirando de esa manera, me temo que no vamos a salir de aquí —comentó, a la vez que llevaba su otra mano hasta mi barbilla para que volviera a mirarle a los ojos—, porque tengo la certeza de que terminaré por cumplir todas las fantasías que justo ahora pasan por mi mente.
Dejé salir un largo suspiro a la vez que trataba de controlar los fuertes latidos de mi corazón, aquellos latidos que hacían que mi piel se erizara y mis piernas temblaran, deseando saber cuáles eran aquellas fantasías.
—¿Ah sí? ¿Te gustaría contarme? —indagué, aun sosteniendo su mirada.
En sus labios se dibujó una traviesa sonrisa, mientras que, en su mirada, fui capaz un leve cambio de color en sus pupilas, las cuales, por una breve fracción de segundo, pude ver que pasó de ser oscura a un café muy claro.
Ladeé la cabeza, concentrándome en aquello que había llamado mi atención, pero ahora, no había nada, su mirada continuaba tan oscura como siempre, lo que me hizo sonreír al comenzar a imaginar cosas sin sentido.
—No quiero —respondió al final, jalando de mi cuerpo hacia el suyo. Su mano aún cubriendo la mía, mientras que la otra la posicionó en mi espalda baja, transmitiendo una oleada de calor con solo su tacto—, creo que tus oídos son algo sensibles para escuchar las barbaridades que pasan por mi mente cada vez que te tengo cerca.
Me eché a reír, negando con la cabeza.
—¿Cómo es que pude contenerme por tanto tiempo? —preguntó, desplazando su mano por mi espalda de arriba abajo, en una suave caricia—, ¿Cómo es que he tratado de verte como una simple amiga cuando lo único que quiero es hacerte el amor de muchas maneras distintas?
Mi garganta se secó, mis labios temblaban, manteniéndose entreabiertos, a la vez que rogaba en mi interior que por favor… terminara de una buena vez con mi maldita tortura y acabara con besarme, cosa que parecía que estaba disfrutando el torturarme de esa manera, pues aquella sonrisa lobuna se mantenía marcada en sus labios, mientras que su mano continuaba recorriendo mi espalda.
—Vamos ya —continuó, a la vez que ponía distancia—, voy a llevarte a comer.
Caminó conmigo de la mano hacia la ventana, lo que me hizo detenerme.
—¿Qué haces? —pregunté, riendo—, la puerta es hacia allá.
—No la mía, bonita —murmuró, guiñándome un ojo.
—No pienso salir por la escalera de incendios —argüí, frunciendo el ceño.
—Claro que sí, no te resistas.
—Apolo…
Me calló al llevar su dedo índice hacia mis labios. Su expresión de diversión continuaba marcada en su rostro, al igual que su serenidad.
—Que bonito, nuestra primera discusión —murmuró, para después inclinarse y echarme sobre su hombro, haciéndome estallar en carcajadas.
—¡Estás loco! ¿Cómo pretendes hacer eso?
—Todo conmigo es una aventura, Cassie —concluyó, para después prácticamente saltar desde mi ventana.
Apolo Müller Jamás debí de haber saltado de la ventana de la forma en que lo hice.Pero ¿Cómo podía controlarme cuando aquella chica me hacía sentir tan bien? Ahora incluso comenzaba a pensar si era posible que, el alma gemela para un lobo pudiese ser una humana, pues jamás llegué a sentir algo por Brenda a como lo sentía por ella, jamás miré a Brenda de la forma en que veía a Cassie, era como si mi mundo siempre hubiese sido ella.Cuando puse mis pies sobre la acera, la devolví al suelo, a lo que ella solo se echó a reír a la vez que se inclinaba para colocar sus manos sobre sus muslos y respirar pesadamente.—¡Estás loco, Apolo! Casi me matas del susto.Torcí una sonrisa, mientras estiraba una mano para acomodar un mechón de su cabello blanco tras su oreja.—Es solo un poco d
Apolo Müller Aquella descarga de energía no era normal.Llevaba años de no sentir algo como aquello. La piel se me había erizado, a la vez que el sentido del olfato se me puso sensible. Aquel olor podía reconocerlo a millas de distancia:Había una bruja en la ciudad…Había una maldita bruja en la ciudad.Cierro mis manos en puños y me inclino sobre el balcón de mi departamento, dándome cuenta en que ahora sería mucho más vulnerable ante mis transformaciones. Traté de escapar, alejarme de la magia que volvía loco mi instinto animal, aquella magia que me hacía perder el control ante mis transformaciones.Inhalé y exhalé con lentitud, dándome cuenta que lo mejor que pudo haber hecho Cassandra era el haberse alejado de mí, pues ahora, mientras esa bruja estuviese cerca, la persona sensata en
Cassandra BlakeTomo un nuevo pañuelo desechable y limpio mis lágrimas una vez más.Me encuentro metida entre mis cobijas, tratando de procesar toda la información que Verónica me dio, quien hacía menos de media hora se había ido de mi departamento, para darme mi espacio.Pertenecía a un aquelarre poderoso en Salem, en ese lugar, las brujas solían vivir en paz, hasta que fueron invadidas por los lobos, quienes, al parecer, sin ninguna razón aparente, comenzaron a matarlas. Mi madre logró escapar cuando yo tan solo era una bebé, su objetivo era mantenerme a salvo, por lo que, me había dejado a las puertas de un orfanato para después regresar y luchar para proteger a su pueblo.Según me dijo Verónica, mi madre era una de las brujas más poderosas que habitaban en Salem, por lo que, todas las brujas que sobrevivieron sab&iacu
Cassandra BlakeCuando me dispuse salir del departamento para ir a trabajar, pude mirar una hoja doblada junto a la puerta, era como si solo llegaron a deslizarla por debajo de la puerta, pues no había escuchado nada fuera de lo normal.Me inclino y recojo el papel con curiosidad, a la vez que un extraño nudo se instala en la base de mi estómago. Todo aquello era muy nuevo para mí, por lo que, me sentía a la defensiva y temerosa. No sabía como ser una bruja, con costo sabía cómo ser una persona, por lo que, ahora toda aquella magia que corría por mis venas comenzaba a torturarme.“Ve a la biblioteca pública, en el área de historia a las tres de la tarde” Ese era el único mensaje, no tenía remitente, lo que me hacía sentir más miedo al no saber si era de parte de una de esas criaturas que quer&iacu
Cassandra BlakeMe olvido por completo del libro. De hecho, apenas llego a mi departamento lo guardo en un cajón con llave, ni siquiera me dispuse a abrirlo, pues si lo hacía, temía echar a perder mi noche especial con Apolo.Lo deseaba tanto que no quería que nada arruinara ese momento. Pensar en él me hacía sentir normal, incluso me hacía sentir como una puberta completamente emocionada a la espera de su crush de toda la vida.Salgo a la calle nuevamente en busca de ciertos objetos para poder sorprenderlo. Compro unas velas, flores y por supuesto, un vino tinto. La sonrisa de felicidad no se me borra por nada, pues solo imaginar en sentir su cuerpo contra el mío mientras aprendemos a amarnos de mil maneras diferentes, hace que mi piel se erice, además de que solo tener ese pensamiento me hacía olvidarme de todo.Ya en casa, me dedico a preparar todo, cocino una delici
Apolo Müller Me encuentro completamente enamorado de Cassandra Blake, de eso ahora no me queda la menor duda. La sonrisa de idiota marcada en mis labios mientras recuerdo todo lo que hicimos durante lo largo de la noche, me lo confirma.Cierro los ojos y dejo salir lentamente la respiración, permitiendo que el agua fría de mi regadera moje todo mi cuerpo. Aún podía sentir sus labios recorriendo mi piel, aún podía ver la forma en que sus ojos se dilataban al llegar a un nuevo orgasmo. ¿Cómo es que fui capaz para aguantar tanto tiempo sin tener a esa mujer conmigo? ¿Cómo fui tan estúpido para observarla de lejos por tantos años, mientras le daba indirectas por el miedo que me daba pensar en tener una relación con ella?Ahora, sabía que todo iría bien, no era necesario que Cassie supiera que yo era un asqueroso lobo que se la pasaba luchan
Cassandra Blake Cuando llego a mi casa, me acuesto sobre mi abdomen en mi cama mientras me dedico a curiosear el libro que traje de la biblioteca pública; “El portal de las brujas”, traía mucha historia acerca de mi origen y los poderes que había en mí, además de la forma correcta en que podría dominarlos. Me encontraba maravillada con cada hechizo que había en él, lo que solo bastaba con decir unas pequeñas palabras y chasquear los dedos, para volverme invisible o para tirar objetos pesados. Todo me daba a entender, que si encontraba la forma de controlarlos, podía llegar a tener una fuerza sobrehumana, lo que ahora me confundía al no saber cómo habían sido vencidas las brujas por los lobos si eran tan fuertes. Aquella pregunta me fue contestaba en cuanto pasé la hoja. Ahí, había imágenes de lobos grandes, de color negro, café o blanco, los cuales mostraban sus colmillos de una manera tan feroz, que incluso lograba
Apolo Müller Me despierto soltando un gruñido en cuanto comienzan a azotar la puerta. Es sábado y no tengo que ir a la escuela, por lo que, justo hoy podía dormir hasta tarde. Veo el reloj en la mesilla de noche y noto que apenas son las seis de la mañana, dejo caer la cabeza contra la almohada y me cubro con otra el rostro.Me encuentro de un pésimo estado de ánimo, por lo que, si llegaba a levantarme para ir a ver quien se atrevía a tocar de aquella manera, iba a terminar por arrancarle la cabeza.Cassandra me había plantado. La esperé por dos horas completas a las afueras del colegio y no apareció. La llamé, en repetidas ocasiones lo hice y no obtuve respuesta.—Traté de ser civilizado y llamar a la puerta, pero al no obtener la respuesta esperada, tuve que invadir tu privacidad.Quito la almohada de mi rostro y observo detenidamente