Las puertas del elevador se abren y Rebecca entra en él sin pensarlo dos veces.Un jadeo se le escapa de su boca cuando entra en la sala y ve la exhibición. Filas y filas de formaciones rocosas brillan dentro de cajas de cristal.Los ojos de Rebecca no saben dónde mirar, está ensimismada con tantas rocas. “Es la exhibición más hermosa que he visto en la vida”, piensa para sus adentros.De pronto, se da cuenta. Puede haber cientos de rocas preciosas que nada, absolutamente nada se compara al hecho de verlo a él parado al final de pasillo, en medio de todas esas rocas. No hay nada más deslumbrante que eso.En esta ocasión, no hay juegos, no hay disfraces, solo él, Liam, su Liam, con el traje a juego que eligió para llamar la atención de ella, con la sonrisa radiante que solo le aparece cuando la mira a ella.Está más guapo que nunca, o al menos, así lo ve ella, quizás sean las hormonas, quizás esté deslumbrada por toda la sorpresa que él le ha preparado, pero nunca se había sentido más
—Quiero trabajar contigo, quiero estar contigo, quiero formar una familia contigo, por todo el tiempo que me quieras.Las palabras de Rebecca conmocionan en gran medida a Liam y ella tiene un segundo para disfrutar la alegría y maravilla dibujadas en su rostro antes de que se abalance sobre ella y la abrace.Pone su mano en el cabello pelirrojo, acomoda su cabeza y toma sus labios en el más apasionado de los besos mientras ella no puede evitar pensar que nada se siente más como su hogar que los brazos de Liam.Él sabe a hambre y pasión, lo que la obliga a soltar un pequeño jadeo. Él se separa y toma el rostro de ella entre sus manos.—Te necesito conmigo. Te necesito a mi lado —besa su cara hasta el cuello y su clavícula, mordisqueando su piel, mientras las uñas de ella rascan su cuero cabelludo.De pronto, ella se le queda mirándolo fijamente con expresión seria y la lujuria reflejada en sus ojos.—Liam, vámonos de aquí, vámonos a otra parte.—¡Por Dios! Gracias al cielo que me lo pe
Rebecca es la primera en romper la tensión. Se mueve hasta la orilla del asiento tomando la cara de Liam y capturando sus labios en un beso.Antes de que pueda responder, él la desliza por encima de su pecho hasta que ella queda sentada a ahorcajadas sobre sus piernas. No demora mucho en sentir el miembro erecto de él presionando contra sus pantalones de vestir, como si quisiera romperlos y pasar a través de ellos.Con sus caderas, ella comienza a trazar círculos y patrones de movimientos que atetan directamente contra la cordura de él tanto contra la de ella.Lo desea demasiado y, se ha esforzado tanto que merece que ella le de un premio anticipado.Sin dejar de mover sus caderas, lleva una de sus manos hasta su protuberancia y comienza a acariciarlo por encima de la tela del pantalón, siguiendo el ritmo que ha marcado con sus caderas.—Mierda, Rebecca, vas a volverme loco.—Eso es justo lo que quiero —le responde ella con sus labios pegados a su oído— que estés loco por mí.Sin anun
Rebecca se quedó observando fijamente a Liam mientras se relamía y probaba el sabor salado de sus jugos y él, no pudo hacer nada más que quedarse embobado en ese gran océano azul.No fue hasta que ella se levantó y se sentó sobre su regazo, que él volvió al mundo real. Había estado perdido por unos segundos y eso fue todo lo que necesitó para darse cuenta de la increíble mujer que tenía al lado, de que había conseguido el premio gordo.Por fin, después de lo que pareció toda una eternidad, Rebecca había accedido a ser suya y no había satisfacción en el mundo más grande que esa, al menos no para él. Ni todo el dinero del mundo podía comprarle la felicidad que sentía en ese momento.No importa lo que acababan de hacer, el deseo no había disminuido tanto en ella, como en él. Rebecca no puede evitar pasar sus manos por los fuertes brazos de Liam, su pecho, sus muslos.—Te juro que si no nos damos prisa, no sé si pueda soportar todo el camino —le confiesa ella con los labios entreabiertos
En menos de lo que esperaban, llegaron hasta el penthouse de Liam. Cada vez que estaban juntos eso era lo que sucedía, el tiempo pasaba volando, aunque también contribuyó el chofer y la velocidad con la que estuvo conduciendo.Rebecca se encuentra perdida en su hombre, en su sabor, en su esencia, en la forma en la que sus labios se vuelven rojos y rudos por los besos de ella.—Ya estamos aquí —anuncia él con una sonrisa en su cara y un brillo particular en sus ojos que Rebecca conoce muy bien: deseo.La voz de Liam es apenas un suspiro ronco y bajo contra los labios de ella, prácticamente no puede no hablar debido a la lujuria y las ganas que tiene de hacerla suya.Sin más demoras, él abre la puerta de la limusina y sale de ella para ofrecerle la mano a Rebecca.—Mi gentil señora —le dice haciendo una reverencia.En lugar de tomar su mano, la pelirroja sale del auto y pasa sus brazos alrededor del cuello de Liam y lo besa tiernamente.Era la primera vez desde que su relación había com
Cuando todavía el cuerpo de Rebecca se retorcía y convulsionaba de placer, Liam volvió a cargarla por su trasero colocando sus piernas alrededor de su cintura y, sin demora alguna, la llevó directo a su habitación.—Te necesito ahora —le dijo él en una mezcla d besos, chupetones y mordidas.—Soy tuya, puedes tenerme cuando quieras.—Bien —anuncia él y vuelve a besarla.Rebecca no sabe de qué manera el calor comienza a crecer nuevamente bajo su vientre mientras él la observa con ojos oscuros y peligrosos.Ella comienza a desabrocharle la camisa y casi la rompe en su esfuerzo por quitársela. En esa ocasión, es ella quien decide estar a cargo y acercándose a él, toma el lóbulo de su oreja entre sus dientes y lo muerde tan fuerte que hace que Liam haga un ruido de placer.—Si me vas a tentar así, voy a necesitar algo para resistir —le anuncia él.—Puedes tener todo lo que necesites, soy tuya, solo tuya.—Eres demasiado buena conmigo, mucho más de lo que me merezco.El pene de Liam presion
Aquello era un tormento, o la mejor sensación que había experimentado nunca. Después de lo que le parecieron horas, seguía sin tenerlo claro. Lo único que sabía era que Liam no escatimaba en esfuerzos y que cada vez le hacía estar más y más y más cerca, todo gracias a su boca, y a sus dedos, y a veces a su voz profunda y obscena.Cada vez que notaba que ella estaba a punto de estallar por la tensión que aumentaba en su interior, se alejaba y la dejaba desamparada.Rebecca contuvo las súplicas hasta que no tuvo más remedio que implorar.—Por favor.—Por favor ¿qué? ¿dime qué quieres?—No puedo. por favor, por favor, por favor, haz que me corra, o déjame hacerlo a mí. Por favor.Él chasqueó su lengua contra el clítoris de ella, aunque no lo demasiado fuerte. Se iba a morir si él no le daba la liberación pronto.—Contigo vuelvo a tener quince años, nena. No te haces una idea de lo mucho que me he tocado pensando en ti.De pronto su lengua volvió a lamerla, en esa ocasión, con más decisió
Después de pasar minutos, o, quizás horas acostados uno al lado del otro, acariciándose suavemente y besándose cada vez que tenían la oportunidad, es Liam el que rompe el silencio.—Necesito saber algo —dice de pronto con voz seria.—Lo que quieras, solo pregunta y te diré lo que sea que quieras saber.—¿Cuántas veces te has corrido desde que nos encontramos hoy?—¿En serio, Liam? Pensé que querías preguntar algo importante.—Esto es importante, al menos para mí. Necesito saber que estoy haciendo un buen trabajo para complacerte. Entonces dime, ¿unas cinco? ¿seis?—Se da mucha importancia a sí mismo, señor Edwards, no han sido tantas —le responde ella siguiéndole el juego.—En ese caso, mi trabajo no está terminado aún. Menos de cinco no es suficiente.—¿Acaso buscas estropearme? A que fue ese siempre tu plan, dejarme tan cansada y destruida que yo misma renuncie al trabajo ¿o esta es tu forma de encerrarme aquí en tu penthouse y hacerme tu rehén? —¿Sabes? No se me había ocurrido, pe