Órdenes

Cuando todavía el cuerpo de Rebecca se retorcía y convulsionaba de placer, Liam volvió a cargarla por su trasero colocando sus piernas alrededor de su cintura y, sin demora alguna, la llevó directo a su habitación.

—Te necesito ahora —le dijo él en una mezcla d besos, chupetones y mordidas.

—Soy tuya, puedes tenerme cuando quieras.

—Bien —anuncia él y vuelve a besarla.

Rebecca no sabe de qué manera el calor comienza a crecer nuevamente bajo su vientre mientras él la observa con ojos oscuros y peligrosos.

Ella comienza a desabrocharle la camisa y casi la rompe en su esfuerzo por quitársela. En esa ocasión, es ella quien decide estar a cargo y acercándose a él, toma el lóbulo de su oreja entre sus dientes y lo muerde tan fuerte que hace que Liam haga un ruido de placer.

—Si me vas a tentar así, voy a necesitar algo para resistir —le anuncia él.

—Puedes tener todo lo que necesites, soy tuya, solo tuya.

—Eres demasiado buena conmigo, mucho más de lo que me merezco.

El pene de Liam presion
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