Aguardó a que el conductor le abriera la portezuela y se apeó grácilmente con sus perfectos zapatos de charol. Antes de que yo abriera la mía, él ya había subido los tres escalones y tendía su abrigo al mayordomo, quien era evidente que había estado al tanto de su llegada.Me derrumbé sobre el suave cuero del asiento para intentar digerir el nuevo dato que con tanta frialdad me había transmitido.El pelo, el maquillaje, el cambio de programa, la consulta estresante de los dibujos, las botas de ciclista, todo para pasar la velada en una fiesta con el padre de mi jefe y su familia.Arrugué el entrecejo. ¿Markus tenía un hermanastro?Y para colmo, francés.Me pasé tres minutos enteros recordándo que mi salida de Glitz y mi nuevo trabajo en el New Yorker se hallaba a solo un par de meses, que mi año de esclavitud estaba a punto de terminar, que seguro que podía soportar otra noche tediosa para conseguir el trabajo de mis sueños.No funcionó.De repente sentí un deseo desesperado por hace
Era más de la una cuando recordé que había ido allí con mi jefe. Hacía horas que no lo veía y tuve el convencimiento de que se había olvidado de mí y había regresado al hotel. Sin embargo, cuando finalmente me salí del salon de bailes, lo ví conversando animadamente con Karl Lagerfeld y Kendall Jenner, los tres aparentemente ajenos al hecho de que en pocas horas tendrían que asistir al desfile de Christian Dior. Dudaba entre acercarme o no cuando él me vio.—¡ Yessica, ven aquí! —indicó con una voz casi alegre por encima del bullicio de la fiesta, que se había animado considerablemente en las últimas horas.Alguien había atenuado la iluminación y era obvio que los sonrientes camareros habían cuidado bien de los invitados. En mi estado de aturdimiento producido por el champán, la irritante pronunciación de mi nombre ni siquiera me molestó. Aunque pensaba que la noche no podía ser mejor, era evidente que me había llamado para presentarme a sus célebres amigos.—¿Sí, Markus? —triné con m
Y estaba agradecida también de que, desde hacía varios meses, me dolieran dos muelas pero no tuviera tiempo para ir al dentista. Mis profundos conocimientos sobre el arte de que calzar sandalias Jimmy Choo merecían tanto dolor.¿Podía sonar eso creíble? La miré de reojo y vi que asentía gravemente con la cabeza.—El caso, Yessica, es que mantengo como política que si después de un año mis chicas han hecho bien su trabajo las considero listas para un ascenso.El corazón me dio un vuelco. ¿Estaba ocurriendo al fin? ¿Iba a decirme ahora que se había adelantado y me había asegurado un puesto en el New Yorker? Qué importaba que él no supiera que yo mataría por trabajar allí, lo importante era su carta de recomendación.Solo eso.—Tengo mis dudas sobre ti, como es lógico. No creas que no he notado tu falta de entusiasmo o esos suspiros y muecas que haces cuando te ordeno algo que no quieres hacer. Solo espero que sea un síntoma de tu inmadurez, puesto que has demostrado ser bastante compe
Aunque sea una expresión bastante cliché, juro que el corazón se me detuvo.—¿Qué? ¿De qué estás hablando? ¿Qué clase de accidente?Mamá procuraba emplear un tono tranquilo y un discurso lógico, siguiendo sin duda el consejo de mi padre de que me transmitiera una sensación de calma y control.—Un accidente de coche, cariño, me temo que bastante grave. Ella iba al volante y la acompañaba un compañero de universidad. Por lo visto giró por una calle de dirección contraría y chocó contra un taxi a casi ochenta kilómetros por hora. El agente de policía con el que hablé dijo que era un milagro que estuviera viva.—¿Cuándo ocurrió? ¿Se pondrá bien? —Había empezado a llorar, pues, por mucha serenidad que intentara transmitirme mi madre, percibía la gravedad de la situación en la cuidada selección de sus palabras—. Mamá, ¿dónde está ella ahora mismo? ¿Se pondrá bien?Fue en ese momento cuando me percaté de que ella también estaba llorando.— Yessy, te paso con tu padre. Habló hace poco con lo
— Yessica, comunicate con la escuela e informa que Samantha no irá a clase el lunes porque estará en París conmigo, y asegúrate de conseguir una lista con todas las tareas que tendrá que recuperar. Retrasa la cena de esta noche para las ocho y media y, si ponen alguna dificultad, cancélala. ¿Has encontrado ese libro que te pedí ayer? Necesito cuatro ejemplares, dos en francés y dos en inglés, antes de reunirme con Sam y Hayley en el restaurante. Ah, y quiero una copia final del menú de la fiesta de mañana para meditar sobre los cambios que hice. Asegúrate de que no haya sushi, ¿me oyes?—Sí, Markus—contesté mientras lo anotaba todo tan deprisa como podía en la libreta Smythson que el departamento de complementos había añadido a mi colección de bolsos, zapatos, cinturones y joyas.Estábamos en el coche, camino del desfile de Dior (mi primer desfile) y él escupía instrucciones sin tener en cuenta que yo había dormido menos de dos horas.Uno de los conserjes de monsieur Renuad había lla
El recuerdo de mi primer desfile parisino es borroso. Nos hallábamos a oscuras, de eso sí me acuerdo, y la música estaba demasiado alta para tanta elegancia, pero lo único que puedo subrayar de aquellas dos extrañas horas era mi profundo malestar.Las botas Chanel que habían seleccionado para hacer juego con el elástico y, por lo tanto, ceñidísimo jersey de cachemir y la falda de gasa trataban a mis pies como si fueran tomatesaduros a punto de volverse puré. La cabeza me dolía debido a la resaca y la angustia, y mi estómago protestaba con amenazadoras oleadas de náuseas. Me hallaba de pie, al fondo de la sala, en compañía de periodistas de tercera y otras personas sin categoría suficiente como para merecer un asiento, con un ojo puesto en Markus y el otro buscando los lugares menos humillantes donde vomitar si sentía la necesidad.«Sigue así, poniendo tu trabajo como tu mayor prioridad y llegarás muy lejos.»Sus palabras resonaban en mi cabeza al ritmo de un martilleo insistente.
Gracias a Dios y a todos los angeles, Layla despertó del coma una semana después de que yo bajara del avión en New York y fui la primera en verla despierta. Le hicieron un montón de pruebas en todas las partes imaginables del cuerpo pero, exceptuando los puntos de la cara, el cuello y el pecho, y la rotura de tobillo, estaba perfectamente.Como es lógico, tenía un aspecto horroroso, exactamente el que esperarías de alguien que se ha dado un trompazo con un vehículo que venía de frente, pero se movía con bastante agilidad, y su alegría resultaba casi irritante en una persona que acababa de pasar por tan amarga experiencia.Fue idea de mi padre que alquilaramos a alguien más nuestro apartamento los meses de noviembre y diciembre y nos fuéramos a vivir con ellos. Aunque la perspectiva no me entusiasmaba, la ausencia de salario no me dejaba otra opción.Además, Lay pareció agradecer la oportunidad para salir de la ciudad un tiempo y dejar atrás todas las preguntas y rumores que tendría
Como en el hotel aún no sabían que me habían echado del trabajo, monsieur Renuad y el resto del personal se desvivieron en apresurarse y ayudarme cuando les comuniqué que un problema familiar me obligaba a regresar de inmediato a Nueva York. Solo hizo falta media hora para que un pequeño ejercito de empleados me reservara una plaza en el siguiente vuelo a Nueva York, me hicieran las maletas y me subieran a una limusina rumbo al aeropuerto Charles de Gaulle.El conductor era muy charlatán, pero apenas le presté atención; quería disfrutar de mis últimos momentos como la ayudante peor-pagada-pero-más-contenta del mundo libre. Me serví una última copa de champán muy seco y bebí un largo trago. Había tardado doce meses y medio, 44 semanas y unas 3.080 horas de trabajo en comprender, de una vez para siempre, que " poner mi trabajo como mi mayor prioridad" no era lo mejor para mí.En lugar de un chófer uniformado sosteniendo un letrero, al salir de la aduana encontré a mis padres, que se