19SeraLa cena se desarrolló con impecable cortesía.Conversaciones medidas, risas moderadas, y sonrisas ensayadas.Yo traducía con fluidez entre Ryder y Lucien, suavizando los bordes ásperos de ambos cuando era necesario, tejiendo puentes con palabras y modulando tonos. El trato parecía ir bien, hasta que los platos se retiraron y los hombres quisieron celebrar a la antigua: con alcohol.—Un coñac francés —pidió Lucien con una media sonrisa, alzando la mano para llamar al camarero—. Algo digno de esta noche.—Whisky para mí —dijo Ryder, sin mirarme.Luego todos se giraron hacia mí.—¿Y tú, ma chérie? ¿Qué vas a tomar? —preguntó Lucien, con esa mirada suya que pesaba más de lo que debía.Elevé apenas la mirada, manteniéndola suave y neutral.—Gracias, pero no bebo alcohol —respondí con tono cortés—. Soy alérgica, y prefiero evitarlo.Un silencio breve.Demasiado breve.Pero sentí la presión al instante.Lucien ladeó un poco la cabeza, como si algo no encajara.—¿Alérgica? Qué pena —d
20RyderEl camarero volvió con rapidez, cargando una bandeja con las botellas más caras del local. Vodka Beluga Gold, tequila Clase Azul Ultra, whisky Macallan de 25 años. El silencio era tan espeso que podía cortarse con el borde de una copa.Las dejó sobre la mesa con manos temblorosas y desapareció como si le hubieran puesto alas.Yo no dije nada. Me serví con calma una copa de vodka, el hielo sonando como pequeños truenos. Luego miré a Lucien, tranquilo, como quien observa a un insecto.—Bebe —ordené, señalando con un movimiento suave de la mano.Lucien se puso de pie de golpe, derribando su silla con un chirrido metálico.—¿Qué clase de circo es este? ¿Te crees dueño del maldito mundo? ¿Todo esto por una zorra como ella?El mundo se detuvo.Mis dedos tronaron una sola vez.Y como espectros que emergen de las sombras, dos hombres aparecieron detrás de Lucien.Ni grandes ni intimidantes a simple vista, pero se movieron con precisión militar.Lo sujetaron por los hombros y lo oblig
21SeraphinaYa era demasiado.No quería seguir viendo esto, por mucho que se lo merecieran, me enfermaba. Lucien murmuraba disculpas que se ahogaban en su propia desesperación, su voz pastosa por el alcohol, sus ojos empañados de miedo.Y Ryder… seguía imperturbable. Como un rey cruel en un trono de hielo.Sabía que, si no hacía algo ahora, esto terminaría de la peor forma.Me puse de pie, con el corazón latiendo con fuerza.—Señor Thorne —susurré con suavidad, posando una mano en su hombro.No me miró, pero insistí.—Necesito que venga conmigo un momento, el señor Aiden necesita hablar con usted —dije como una excusa que siempre usábamos cuando necesitaba alejarse.Unos segundos de silencio.Su mandíbula apretada.Sus nudillos aún tensos.Pero entonces, se levantó, sin decir nada, sin mirar a nadie y suspiré de alivio. Lo tomé del brazo, guiándolo fuera del reservado. las miradas nos siguieron, pero nadie se atrevió a decir una palabra.Mientras atravesábamos el pasillo alfombrado,
22RyderLucien estaba acabado.Y no lo decía por el olor a alcohol que salía de su boca ni por el temblor incontrolable de sus manos mientras intentaba disculparse con frases torpes. Lo que estaba destruido era su dignidad. Su poder. Yo me había encargado de eso.Y no me arrepentía.No cuando seguía atreviéndose a mirar a Seraphina con algo de resentimiento, esto se lo buscó él solo.La reunión terminó antes de tiempo debido al borracho Lucien, me marché directo al auto sin decir una palabra. Ella me siguió en silencio como siempre. Los pasos de Seraphina, firmes y decididos, hacían eco en el mármol, el sonido de sus tacones retumbando como metrónomos cargados de tensión.Subimos al Maybach y, tan pronto cerró la puerta, esa fachada de hielo que había sostenido durante horas comenzó a desvanecerse. Volvió a ser de carne, de piel, de emociones que intentaba contener.Durante el trayecto, no hablamos. Ella sacó su teléfono y empezó a hacer llamadas hablando con gerentes y borrando las
23SeraphinaSentí un pinchazo en el cuello que me hizo abrir los ojos de golpe, con el corazón a punto de salírseme del pecho. Lo último que vi fue la cara de Ryder, tan cerca… tan llena de culpa. Y entonces entendí. Él había me había traicionado. Él quería que yo… que yo perdiera a nuestro bebé.Pero no me dormí del todo. No como esperaban.Algo dentro de mí se resistió. Tal vez fue instinto, tal vez fue miedo, o simplemente una furia salvaje que me quemó por dentro. Cuando el cuerpo del enfermero se acercó para tocarme, reaccioné. Le di una patada con todas mis fuerzas. Escuché su grito cuando cayó hacia atrás y en ese segundo de caos, tomé lo primero que vi: un bisturí. Le abrí un tajo en el brazo, sin pensar.Corrí por el pasillo con las luces fluorescentes parpadeando. Corrí sin mirar atrás, con la bata suelta volando detrás de mí, los pies desnudos, y el sonido de las alarmas activándose. No sé cómo llegué a la calle, pero el aire frío me azotó la cara como una bofetada. Era
1SeraphinaLlevo seis meses trabajando en Enterprise Éter, para el mismísimo Ryder J. Thorne.La primera vez que lo vi, no pude evitar babear un poco. O sea, ¿cómo no hacerlo? Ese hombre parecía sacado de una campaña de ropa cara: alto, cabello oscuro siempre perfectamente despeinado y una mirada capaz de atravesarte sin pestañear. Pero el encantamiento me duró lo que un suspiro. Recordé que necesitaba el trabajo y que babear por el jefe estaba al final de la lista de cosas que no debía hacer jamás.—¡Astor! —gritó desde su oficina, y pegué un salto en mi silla.Juro que lo hace a propósito. Le gusta asustarme. Estoy segura de que debe reírse por dentro cada vez que pego un respingo como si me hubieran disparado.—Dígame, señor Thorne —respondí al entrar en su oficina, mi campo minado personal. Llevaba la tablet entre las manos, lista para anotar lo que sea que se le hubiera ocurrido esta vez.Él no levantó la vista. Solo hojeaba los documentos que, por cierto, yo misma le habí
2SeraphinaHan pasado casi tres años desde que mi jefe y yo... no quiero ni decirlo.Salimos de una reunión que se había extendido más de lo que el señor Thorne había previsto, y eso significaba una cosa: mal humor asegurado. Su aura de "no me toques o muerdo" era tan densa que se podía cortar con un cuchillo.La única que se atrevía a acercarse a él en ese estado era yo. Porque era la única a la que no mordía... al menos no siempre. Suspiré, más para mí que para alguien más, mientras lo seguía por el pasillo.—¿Por qué suspira, señorita Astor? —preguntó de pronto, con ese tono seco que usaba cuando estaba irritado.Me sobresalté ligeramente, sin detenerme.—Señor Thorne, tengo que ir al médico —dije, sin mirarlo.—¿Cómo que al médico? ¿Por qué? ¿Te sientes mal? —se detuvo de golpe, lo que me obligó a frenarme justo a tiempo.—No, no —negué con la cabeza, mintiendo un poco. No quería que se metiera en mis asuntos. Me ponía nerviosa cuando me miraba con esos ojos grises, fríos
3Seraphina Seguí con mi trabajo como si nada hubiera pasado, en la tarde luego de la última junta del día. Caminaba detrás de mi jefe, Ryder Thorne, con unas carpetas en la mano. Sus piernas largas y su estatura imponente lo hacían parecer una montaña en movimiento. Un solo paso suyo equivalía a dos, a veces tres de los míos, así que pasaba el día entero trotando detrás de él como un perrito bien entrenado.—Dile a Oliver Willow que venga en media hora. Necesito la licitación de esa empresa —ordenó con voz firme, sin molestarse en mirar a los lados.Si lo hiciera, su mirada se tornaría fría, con ese desdén que reservaba para quienes babeaban a su paso… que eran muchos. Mujeres, hombres, no importaba. Todos volteaban a mirarlo con una mezcla de deseo y temor. Ryder Thorne imponía, sin necesidad de alzar la voz.—Sí, señor Thorne —murmuré apenas, lo suficientemente bajo para no molestar su concentración.Entramos al ascensor. Esta vez él se colocó detrás de mí. Sentí su presencia