Nuevamente, se habría enfadado con él si no hubiera genuina preocupación en su expresión, pero la había y no porque pudiera dejar en ridículo a él o a su clan, sino porque no quería que Isobel pasara por lo mismo que él. Suspiró, relajándose entre sus brazos casi en contra de su voluntad. No podía estar enojada con él cuando su especie de paranoia era fundamentada. Tampoco era tan cruel como para restarle importancia al asunto diciéndole que en unos cientos de años a nadie le importaría ese tipo de cosas, menos cuando sí lo hacían e Isobel también había sido víctima de ello al crecer como una mujer fuerte, lo que todavía muchos no aceptaban que podía existir.─Todo estará bien, Graham. No llamaré la atención ─le dijo con un tono de voz que le salió más dulce y bajo de lo que pretendía, su mano moviéndose por su brazo hasta que se dio cuenta de lo que hacía y la retiró─. Pero eso no tiene nada que ver con el hecho de que requiera una habitación para mí sola. No estoy... ─Tragó, buscand
Graham detuvo el carruaje a las afueras de una pequeña mansión de ladrillos. Los pequeños bloques eran negros y todo en la villa en el centro de Edimburgo gritaba que estaban en un ambiente elegante y sofisticado, pero también excéntrico. Frunció el ceño con confusión. Los Blackstone llevaban un tiempo en Escocia y no entendía cómo no había notado esa construcción antes, la cuál era como un diamante negro sobre la nieve. Resaltaba al lado de toda la ciudad, la cuál estaba cubierta de blanco por el invierno que la azotaba. Una vez saltó de su caballo, ayudó a Isobel a bajar del suyo colocando un par de manos alrededor de su cintura. La trataba con más delicadeza que antes. No dejaba de pensar en lo que le había dicho hacía tan solo un par de horas. Aunque las palabras habían escapado de su boca solo por hacerlo, para darle peso a la idea de que debían casarse, eran sumamente ciertas. Hasta donde sabía, las mujeres que viajaban en el tiempo eran fértiles, puesto que su abuela había ten
Para sorpresa de este, Isobel manejaba la yegua a la perfección.Le había costado un poco en un principio, pero posteriormente había recordado todas las clases de equitación que su mamá le hizo tomar de niña y le había encontrado el ritmo a las riendas, siguiendo el de Graham de cerca, pero a una distancia prudente. Admitía que viajar en carruaje era mucho más cálido que hacerlo a caballo en invierno, pero disfrutaba más del paisaje antiguo de Edimburgo de esa manera.─¿Estamos muy lejos del laboratorio de los amigos científicos de tu abuelo? ─le preguntó a Graham a penas se pusieron en marcha, intentando a la vez asociar las viejas calles escocesas con las que conocía en el futuro, encontrando ciertas similitudes, pero también ciertas diferencias. En el siglo veintiuno, por ejemplo, su casa no estaba situada junto a otras. Con el paso del tiempo los Blackstone se apoderarían de toda la cuadra, creando una de las mansiones más antiguas y lujosas del centro de la ciudad. Era un tesoro
─Alice y Francis han realizado estudios sobre las alineación de las estrellas, el campo electromagnético alrededor de la montaña y el clima, pero nada de eso explique exactamente el por que suceden los viajes en el tiempo ─le dijo Isobel a Graham luego de que terminó de leer la gruesa libreta con portada de cuero que le dio Francis en su guarida.Graham no había hablado en lo absoluto desde que había pronunciado el nombre de Leslie. Isobel había terminado yendo a su habitación e instalándose en la cama para leer el libro a la luz de las velas debido a que ya se había hecho oscuro. Esta no era la primera vez que le dirigía la palabra en un intento de saber con exactitud qué estaba pasando por su mente, pero sí era la primera vez que Graham le respondía desde que habían regresado a la villa que su padre le obsequió a su madre cuando aún merecía que lo llamara así. Estaba sorprendido por cuán fácil, a fin de cuentas, le había resultado estar en Edimburgo, algo que por años había temido,
Tras percibir su mejora de estado de ánimo, escaló hacia el cabezal de la cama subiendo la tela de su vestido. El abdomen de Graham se contrajo al tener un vistazo del fruto entre sus piernas, el cual había dejado insatisfecho más temprano. Cuando ascendió la vista hacia su rostro nuevamente, Isobel estaba mordiéndose el labio. La chimenea de la habitación estaba encendida, transmitiendo el intenso calor del fuego, por lo que ninguno de los dos estaba usando abrigos. Su expresión era maliciosa y traviesa, lo suficientemente seductora como para ponerlo a él, un highlander de carácter fuerte, de rodillas en el piso, literalmente. Ya Leslie, de nuevo, era lo último que pasaba por su mente.─Pero podría estar mejor ─susurró ella antes de que Graham tomara la parte posterior de sus pantorrillas y la arrastrara hacia él.Iba a terminar el trabajo que dejó a medias antes.*****A la mañana siguiente Isobel despertó con el sonido de muebles y objetos moviéndose en el piso inferior de la villa
PresenteDuncan y Leslie permanecieron en silencio durante todo el trayecto hacia los Montes Grampianos, en dónde se disponían a visitar el palacio de los MacAllister. Ya ella se empezaba a acostumbrar a la vibración y al movimiento de la máquina, por lo que no sintió náuseas en el camino, aunque también ayudaba el hecho de que estuviera cien por ciento concentrada en la información que Faith, la madre de Isobel, le había dado, además del hecho de que ya tenía la certeza de que había viajado, de una forma u otra, hacia el futuro. No estaba soñando.Estaba a más de trescientos años de distancia de su madre.De los MacAllister a los que había servido.Aunque no extrañaría en lo absoluto a Graham y compadecía a Isobel, quién debía estar lidiando con él, puesto que según la carta que les dio su madre a Duncan se casarían, sí echaba de menos a su progenitora y una gran parte de ella esperaba encontrar la manera de regresar para volver a estrecharla entre sus brazos.Otra admitía que no hab
El hombre lo miró con los ojos en blanco. Quería cerrarle la puerta en la cara por hablarle así, pero ante la mención del apellido Blackstone, sabía que no podía. Tras ofrecerle un seco asentimiento, se apartó y les permitió el paso al interior del palacio. Duncan entró en él como si se tratara de su propia casa, tomando a Leslie de la mano para arrastrarla con él. Esta estaba mitad concentrada en lo bien que se sentía el agarre de Duncan sobre ella, mitad concentrada en la sensación que embargaba su cuerpo al estar en el sitio en el que creció.Prácticamente la mano cálida de Duncan era lo único que la salvaba de entrar en estado de shock. Veía rincones que le resultaban extremadamente familiares intactos, así como también notaba que había otros con ligeras modificaciones y que existía ciertos lugares que a penas reconocía. Su garganta se apretó cuando visualizó el camino que conducía a la cocina y a la despensa del palacio. Sin que Duncan o ella misma pudiera evitarlo, fue quién ter
Duncan parpadeó varias veces antes de abrir los ojos. Cuando lo logró y se adaptó al resplandor que llenaba la habitación de aspecto victoriano, el primer pensamiento que vino a su mente luego de recordar dónde estaba y qué había sucedido fue Leslie. Se incorporó de golpe, agradeciendo no estar atado, y se dirigió a la puerta de la lujosa y antigua habitación, la cuál se abrió con sorpresiva facilidad.Teniendo en cuenta que lo durmieron con una sustancia desconocida sin su consentimiento, habría esperado al menos estar encerrado o privado de libertad de alguna manera. Sin prestarle demasiada atención a los retratos colgando de las paredes de hombres, todos ellos Sir del clan MacAllister, se adelantó y bajó las escaleras para regresar al salón principal en el que había visto a Leslie, a Arthur y al mayordomo por última vez. Lo que encontró, sin embargo, hizo que se tensara. Había una mujer de alrededor de sesenta años de pie junto a otro retrato de Isobel y Graham MacAllister, esta ve