Norman Stone.
Reconozco que soy impaciente y extremadamente exigente.
Llevo más de treinta minutos sentado esperando a que llegue, aunque claramente la hora en que quedamos encontrarnos todavía no ha llegado.
Miro de nuevo mi reloj y aún faltan 15 minutos. Me levanto y doy una vuelta por la habitación y verificar que todo esté ordenado. No quiero que se lleve una mala impresión de mí en la primera cita.
Unos golpecitos se oyen en la puerta de entrada y sé que es ella. Miro de nuevo mi reloj, y, aunque apenas pasaron unos segundos desde mi última verificación, asiento con una sonrisa. Es bueno que haya llegado puntual.
Abro la puerta y una joven hermosa con el pelo suelto me recibe. La repaso completa sin disimularlo y no puedo evitar sentir la garganta seca por la visión. Está preciosa.
Lleva un vestido hasta las rodillas de gasa estampada, una chaqueta de cuero azul y botas del tono. Su pelo, que le llega hasta por debajo de las nalgas, lo tiene suelto completamente. Es la primera vez que la veo así y no cabe duda que es hermosa.
—¡Qué elegante! Sí que se esmeró para la noche —dice con una sonrisa tierna y sincera que me deja aún más aturdido.
—Ahora veo que hice una excelente elección, tengo que ir a tono con mi acompañante —replico para ponerme a su nivel. Estoy agradecido de haber elegido éste saco azul, aunque creí que sería demasiado al principio, viendo lo bella que está, mi atuendo está más que acertado para estar a su lado. —También estás muy bella, Dora.
—No tanto como tú —desestima. —¿Y qué quieres hacer primero?
—Bueno, cenar es una buena idea —froto mi vientre. —Algo más sustancioso que un sándwich de pollo o verduras no me caería mal. No he comido nada decente en esta semana.
Lo piensa un poco y mira algo en su celular. Es ahí cuando me percato que aún está parada en la puerta y la hago pasar. No me pasa desapercibido que mira las pocas cosas que tengo en el departamento.
—¿Y que le gustaría comer, doctor Stone?
—Norman —la corrijo. —Pensé que ya habíamos quedado en tutearnos.
—Sí, disculpa, la costumbre —otra sonrisa con las que ya me tiene acostumbrado. —¿Qué te gustaría comer, Norman?
—¿Por qué no me sorprendes? Algo típico de aquí sería bueno.
—Tengo el lugar indicado para eso —contesta y me indica con la mano que la siga hacia la puerta.
Salimos del edificio y caminamos hacia una calle que lleva hacia la avenida principal. Ya había visto durante mis viajes a la clínica que por aquí hay muchos restaurantes y bares, pero no me había atrevido a venir solo, imaginando que sería demasiado aburrido.
—¿No es mejor que pidamos un taxi? —la calle por donde me lleva es poco iluminada y francamente no creo que sea adecuado que una chica esté caminando a estas horas por aquí, aunque vaya acompañada.
—Este es un lugar muy tranquilo, no hay de qué preocuparse. —responde a mi inquietud mental. —Ya lo verás cuando empieces a codearte con las personas. Aquí todos nos conocemos entre todos y nos cuidamos de ser necesario.
Me acerco lo suficiente y antes de que crucemos la calle, para irnos a donde sea que me lleva, la tomo de la mano. No me dice nada, tampoco me suelta y eso debe significar algo.
Cinco calles más allá, entramos a una churrasquería, cómoda, rustica y con muy buena música tradicional de arpa y guitarra. Al instante consigo adaptarme al ambiente. Nunca había visitado un lugar tan folklórico y movido. Se siente bastante cálido.
No espero menos con el olor que desprende de la parrilla en cuanto entramos al lugar, uno al que en Alemania no estamos acostumbrados en absoluto, especialmente la carne de res que se puede cortar con la cuchara y se deshace por si sola en la boca.
Comemos de todo y tanto que nos quedamos un tiempo bastante largo solo charlando para digerir toda la carne que nos metimos al estómago y algunas que otras comidas que no recuerdo el nombre.
—Aún tenemos unas dos horas antes de que empiece la película —me dice mientras mira su celular de nuevo. —Podemos ir a la plaza a mirar la feria de emprendedores en ese tiempo, hay algunos juegos a los que podemos participar y divertirnos un montón. Luego de que termine la película, que sería como a media noche, quiero llevarte a un karaoke, los tragos son deliciosos y la música muy variada.
—Pareces tenerlo todo calculado —respondo con una sonrisa. —¿Nos quedaremos toda la noche acaso?
—Dijo que quería conocer la zona —corresponde a mi sonrisa con una mirada demasiado tierna. —Si me llamaste para eso, pues este fin de semana es el correcto en el que podemos ver muchas cosas.
Siempre he sido un hombre muy formal y discreto. Por mi falta de tiempo, mis pocas relaciones amorosas nunca han pasado de unos meses. Siempre estaba estudiando y no me gustaba mucho salir en los lugares acostumbrados por los jóvenes de mi edad, aunque también contribuyó mucho que soy una persona exigente en demasía en el aspecto personal, mis padres me habían inculcado a ser siempre sobresaliente en todo desde muy niño, en el estudio, en mis amistades, en mis alimentos, y más aún en mis escasas relaciones cuando tuve la edad. Y quizás eso sea la razón real de que, a pesar de ser un hombre interesante, con una buena profesión, de familia adinerada, no haya podido conseguir una pareja que encaje con mis exigencias, una que se alinee a mi situación, que comparta mis mismos pensamientos.
Sin embargo, Pandora es todo lo contrario a lo que siempre he buscado en una mujer. Es extrovertida y risueña, en ocasiones desatenta, muy pequeña para mi altura. Tiene todo lo que no me atrae en una mujer, o al menos eso creía, hasta que la conocí.
—¿Entonces? —me pregunta cuando nota que me quedo embelesado sin responder. —¿Lo hacemos?
—Lo que tú quieras y el tiempo que quieras —respondo sin titubear. —Estoy en tus manos para lo que quieras hacerme.
—No exageres —ríe nerviosa al notar el sarcasmo en mis palabras.
—¿Por qué? ¿No te gusto? —veo como se sonroja de inmediato al provocarla deliberadamente. —¿No soy tu tipo o algo así?
—Es un hombre muy guapo, Norman, no soy ciega.
Bueno, al menos dijo que si le gusto, es un punto más a mi favor.
—Tú también eres muy hermosa, Dora y también me gustas —boquea un par de veces sonrojándose aún más. No se lo esperaba, eso es obvio.
Nuestra charla se rompe cuando un mozo se acerca y nos trae la cuenta. Al momento ella intenta pagar, pero la detengo. Si yo la he invitado no es caballeroso dejarla pagar.
Tal como lo dijo, en cuanto salimos de la churrasquería, me lleva a una feria donde caminamos por un cierto tiempo entre los puestos, mirando, jugando y probando algunos postres hasta que llega la hora de ir a ver la película.
—Dora, ¿puedo preguntarte algo? —aprovecho para preguntarle mientras caminamos hasta el cine.
—Sí, dime.
—¿Me harías compañía estos meses que voy a estar aquí? Y no hablo solo de ir a ferias o al cine, o a cenar, sino más íntimamente, como mujer.
Se detiene bruscamente y me mira, entre sorprendida y tímida. Pese a que la calle es oscura, puedo notar el sonrojo en sus mejillas.
—No sé qué decir, esto es muy inusual —responde sin apartar su vista de la mía. —¿Es en serio?
—No tengo por qué bromear —tomo su mano y hago que se pegue más a mí —Además, es una pregunta muy sencilla y directa, nunca me ha gustado andar con rodeos y ésta no es la excepción. Me gustas y quiero pasar contigo el tiempo que lleve aquí, sin compromisos.
—Pero nos acabamos de conocer, no sé si sea lo correcto, digo, eso es solo un acuerdo sexual, ¿no? —asiento. —¿Qué pasará después de eso? Es mucho tiempo ¿Y si nace algún sentimiento entre nosotros que no podemos controlar?
—Somos personas adultas, Dora. Es mejor que tengamos claro desde el principio lo que tenemos, así nadie sale perdiendo nada. Seremos amigos, pero que follan cada vez que tengan ganas, eso es todo. Un acuerdo que ambos sabemos cuándo termina.
—No lo sé —intenta zafarse, pero la detengo. —Esto es nuevo para mí.
—Solo debes responder si sí o no. No es muy difícil.
—No puedo negar que me gustas —confiesa en un susurro. —No creo que haya una sola mujer a la que no le gustes. Y si, acepto.
Ahora soy yo el que se queda boqueando, eso definitivamente acaba de levantar mi ego a mil. Habiendo visto su rostro sorprendido por mi propuesta hace unos segundos atrás, esperaba un absoluto “no” de su parte, sin embargo, ella acaba de decir que sí.
—¿Estás segura? —pregunto solo para reconfirmar.
—Acepto, pero tengo una condición —contesta y yo asiento. —No quiero que esto afecte a mis prácticas en la clínica, mi profesión es muy importante para mí y me gustaría mantener mis estudios fuera de todo.
—Me parece justo, tampoco deseo que nos involucremos en el trabajo.
Termino de decir aquello y tomándola desprevenida la beso. Un beso corto, pero mojado. Puedo sentir su sabor inundar mi boca y su lengua danzar tímidamente con la mía por unos segundos antes de separarnos.
Al principio me siento raro, pero a gusto. Me estoy saliendo de mi propio molde y rompiendo los parámetros que yo mismo he forjado con los años, pero me encanta lo que ella provoca en mi cuerpo.
Pandora Muller. Aun siento su sabor en mi boca. Paso disimuladamente mis dedos por mis labios para aliviar la sensación de su beso, que aún está muy vívido en mi mente. Lo miro riendo embelesado por la película y quiero creer que quizás es un sueño, pero no, su perfume y el cosquilleo sutil que me provoca su mano en mi cintura me confirma que es real. —¿Ya estás cansada? —me pregunta cuando un bostezo involuntario sale de mi boca, sin contar que me pilla mirándolo como una tonta. «¡Qué vergüenza!» —Lo siento —intento recomponerme de manera correcta en mi silla, pero él me abraza con más fuerza colocando mi torso sobre su pecho. —Podemos ir a casa si quieres —responde con su mirada azulada fija en la mía. No sé cómo tomar eso, aunque debido al trato que tenemos lo más seguro es que me quiera en su cama justo ahora. —Si, por mi está bien —respondo incapaz de negarme, aunque por dentro me estoy muriendo de los nervios. Nunca un hombre me ha tocado ni me ha besado, de hecho, él f
Norman Stone. Entro a la ducha y me tomo un poco más de tiempo de lo normal bajo el agua tibia recordando todo lo que hicimos con Dora el sábado a la noche. Esa mujer sí que me enciende como un volcán en erupción y saber que fui el primero en tomar su cuerpo me hace sentir posesivo, aunque no debería. Esto será solo por un año y cuando me vaya y retome mi vida en Alemania, ella conocerá a otro hombre que le dé todo aquello que yo no puedo ofrecerle. «No quiero pensar en eso, ahora» sacudo mi cabeza para dispersarme. No quiero imaginar que otro hombre podrá ocupar su corazón y su cuerpo en el futuro. El solo pensarlo me produce rabia. Me hubiera gustado pasar todo el domingo con ella, pero su madre ya le había escrito un par de veces y no quiso seguir mintiéndole sobre su paradero, por lo que después de desayunar el domingo ya se tuvo que ir. Un suspiro impropio se escapa de mi pecho al recordar su cuerpo y todas las formas que hicimos el amor. Es extraño, pero, aunque tuve muchas
Pandora Muller.«Wow» suspiro saliendo del consultorio, totalmente satisfecha y con las piernas temblorosas. Sabía a lo que venía cuando recibí aquel mensaje y Norman no me decepcionó de ningún modo. Ese hombre sí que es apasionado y siempre que me toca reacciono a él sin poder remediarlo.Es obvio que tenemos una conexión sexual fantástica y si no me pongo a su ritmo, terminaré agotada como pasó el sábado.Esta corta, pero intensa sesión de sexo, aumentó mi energía a mil, pero mis pensamientos van a parar a esa posibilidad que es evidente e inevitable: me voy a enamorar y voy a sufrir.«No pienses en eso, Dora» me insto en pensamientos llegando de nuevo al vestidor.—¿Dónde estabas? —Lucy me mira con el ceño fruncido y con los brazos en forma de jarra. —Saliste así sin decir nada y dejándome hablando sola. Pensé que te habías sentido mal.—El doctor me mandó llamar, pero ya se solucionó.—Ok, entonces vamos antes que ese papasote, arrogante y caliente, entre primero que nosotras al q
Norman StoneAmar no es un juego del que salgas victorioso sin dar algo a cambio y yo no puedo ofrecerle más de lo que le estoy dando ahora. No tengo un futuro para ella y aunque me cueste desprenderme y odie pensar en ese día, tendré que hacerlo, irme y olvidarla para seguir con mi vida y ella con la suya.Desde el sofá de la discoteca donde estamos, la veo bailar animada con su amiga. Está hermosa, como siempre o incluso más y siento una opresión en el pecho. Me estoy enamorando y cada día que pasa me acostumbro más a su compañía, a su aroma, a su calor. Soy otra persona cuando estoy con ella, no ese cuadriculado hombre, arrogante y exigente que vino de Alemania, sino otro mucho más relajado.Ella sabe entenderme a la perfección en todo y eso es la razón por la que nos llevamos bien. Si la hubiese conocido en Alemania me aseguraría de no perderla nunca porque es la mujer que siempre soñé tener.Regresa al sofá y se sienta a mi lado muy cerca. Su rodilla roza deliberadamente con la m
Pandora Muller —¡Lo conseguí, Norman! ¡lo conseguí! —Grito apenas salgo de la oficina del director. Me tiro a sus brazos y él me atrapa en el aire, como siempre. Empiezo a reír como una demente mientras él da vueltas conmigo en el pasillo acompañándome en mi felicidad. —Sabía que lo lograrías, preciosa —Besa mi cuello con ansias. —Eres la mejor alumna del mundo. Te mereces todo eso y más. —No lo puedo creer —Las lágrimas empiezan a nublar mi vista. —Son tantos años, muchas noches de insomnio, muchos sacrificios. —Lo sé, cariño —Es la primera vez que me llama así y se siente maravilloso. —Pero ya llegó la hora de ejercer, de disfrutar de tus logros, de ser la cardióloga más capacitada y hermosa de toda la cuidad, la envidia de todos. El viernes cumplí los últimos dos meses de práctica que tenía pendientes y hoy Norman me acompañó a retirar mis notas de la dirección de la clínica. Estoy tan feliz que no puedo ocultarlo. Ser la alumna más destacada de mi generación y con un puntaje
Norman StoneMi mandíbula tiembla a medida que coloco un par de prendas en mi maleta y algunos implementos de uso diario. No necesito llevar mucho, en casa tengo lo necesario, sin contar que es un peso que prefiero no llevar en el estado en el que estoy.La llamada de mi padre aún pesa en mi espalda y repercute en mi garganta. Este maldito nudo no me deja estar bien y mis pensamientos no se dispersan.Miro mi maleta ya hecha en la cama y niego, aturdido. Deseo que esto sea una broma, llegar a casa y darme cuenta que fue un error, que no es cierto que ella se puso tan mal y que mi padre exageró, como siempre, para llevarme a casa antes de tiempo.Con eso en mente voy a la ducha rápido para llegar a tiempo al aeropuerto. Desde aquí tengo un camino de una hora para llegar allí y mi vuelo sale en menos de dos horas.Ya vestido, con mi maleta en mano y un abrigo para cuando llegue a mi país, abordo el taxi que ya me espera.Como lo preví, llegamos pocos minutos antes de la salida del vuelo
Pandora Muller—¿Segura buscaste bien? —Lucy toma la plancheta de mi mano y empieza a hojear como si su vida dependiese de ello.—Sí, amiga. Te lo dije, no tiene ningún número de teléfono en su registro, aparte del que ya conocemos.Suspiro, frustrada, recostando mi espalda contra la pared.Ha pasado más de tres meses que Norman se fue para Alemania y no me ha llamado ni una sola vez, tampoco hubo un mensaje o un recado de cuándo vuelve. Es imposible describir cómo me siento porque son muchas emociones juntas, todas negativas. Emociones que no debería estar sintiendo, pero el caso es que sí las siento, como desde un principio supe que pasaría. Y ahora me veo como una completa tonta.—Tal vez solo deba tomarlo como que ya terminó todo —Añado con voz melancólica. Antes de que ella se gire hacia mí, seco rápidamente con los dedos las lágrimas que inundan mis ojos. —Él ya no va a volver, Lucy. Ni una sola llamada en tres meses debe significar algo.Deja las planchetas en su sitio y camina
Norman Stone—Francamente no te entiendo, hermano ¿Cuál es la necesidad que tienes de volver?—No espero que lo entiendas, Mariana. Y tampoco tengo ganas de explicarlo todo de nuevo.—Ok ¡Tranquilo! —Levanta ambas manos mientras sonríe, sarcástica. —Solo preguntaba. Veo que tu viaje a América es un tema muy sensible para ti.—Hablo en serio, Mariana —La señalo con el dedo. —Hace más de dos meses que debía estar allí y gracias a tu gran idea de compartir en la cabaña un mes en familia, estoy atrasado.—Solo quería que compartamos tiempo juntos. No hables como si hubiera destruido tu vida o algo así. Recuerda que eso sirvió para que mamá mejore y ya esté de pie nuevamente.Me doy la vuelta de nuevo y le dedico una mirada de fastidio. No ha dejado de preguntar desde el momento en que entró a mi habitación hace más de una hora, y tratando de hacerme cambiar de opinión. No dudo que mi padre tenga algo que ver con eso ya que también me lo ha preguntado cómo mil veces en esta semana.Vuelvo