Pandora Muller.
El incentivo poco peculiar del nuevo doctor me sirvió bastante. Me despierto mucho antes de que mi despertador suene y gracias al cielo, hoy no llueve, por lo que todo resulta mejor.
Llego a la clínica una hora antes de lo previsto y me encuentro con mi amiga en los vestidores quien ya se está alistando para su entrada.
—Buenos días, mi bella —me abraza y me besa como de costumbre. —¿Y eso que estás tan temprano por aquí?
—Después del susto que me dio ese hombre, en mi vida volveré a llegar tarde.
—Pues yo he estado averiguando algunas cositas de él ayer y no sabes el chisme que te traigo —me obliga a sentarme en una de sillas y se sienta a mi lado para ponernos más cómodas. —Se llama Norman Stone, es de Múnich y tiene 30 años. Aaaah, y es solterísimo.
—Ya sabemos por qué —me río un poco y ella me acompaña. —Es muy amargado para ser tan joven. ¿Será por eso que no tiene novia?
—Hasta yo le daría, Dora —Lucy ríe embobada, lástima que estoy casada y él es un chicuelo para mí. Si no fuera por esos 15 años que le llevo…
—Lo que tiene de guapo, lo tiene de idiota. Nunca nadie me había hablado de esa forma. Por su culpa no he podido dormir y mira la hora que estoy aquí —me quejo.
—¿Viste sus ojos? —insiste. Tal parece que no escuchó lo que acabo de decirle. —Y no tiene novia, o sea está soltero.
—Eso ya lo dijiste, Lucy —me cruzo de brazos y me hago la indignada.
—Y su perfume, Dora. Ese hombre está para comérselo con las manos y chuparse los dedos. Esta es tu oportunidad, si se le nota que es un hombre de buena familia. ¿Te imaginas todo lo que puede pasar en un año?
—Solo me quedan dos meses, amiga.
—Eso es lo de menos, lo importante es disfrutar al máximo —se levanta y se acomoda el uniforme para ir a su sección, mientras yo me quedo pensando en lo que acaba de decir. Puede ser todo lo guapo que quiera, pero eso no le quita lo arrogante y pedante.
Cuando llega mi hora, ya vestida con mi atuendo de ayudante, entro al quirófano al igual que todos los del equipo. Hoy tenemos otra cirugía a primera hora, pero nada complejo como el de ayer.
El muy condenado entra justo a tiempo y sin apartar su vista de la mía me ordena que le coloque la bata y los guantes.
—Alguien se cayó de su cama —dice en voz alta, pero sin dejar de mirarme. Todos me miran avergonzados al oírlo, mientras que yo siento que lo detesto un poco más. No le contesto, otra riña es lo que menos necesito hoy. Termino todas las tareas que me manda sin rechistar repitiéndome mentalmente que debo tener paciencia. Solo son dos meses y todo va a terminar.
Llega la hora del almuerzo, tomo mi lonchera y camino con ella hasta el jardín lateral de la clínica. No me gusta almorzar en la cafetería porque siempre está llena y es difícil encontrar un asiento disponible.
En una banca, la más alejada de todas y bajo un frondoso árbol, me siento, saco el sándwich de verduras y el jugo que siempre me prepara mi mamá y empiezo a comer pensando en todo lo que me espera estos días.
—Hola —una voz potente y ronca me saca de mis pensamientos. Levanto la vista y no puedo creer que sea él. ¿Qué hace aquí? —¿Puedo sentarme contigo?
También trae una lonchera en su mano y una botella de agua.
—Hola. Claro, siéntese.
Estoy agradecida que puedo hilar una oración completa sin ponerme nerviosa por su cercanía.
—Espero que no te moleste que me haya acercado, pero vi que estabas sola y quise pasar a hablar contigo.
—No te preocupes.
—¿Aun estás estudiando? —pregunta llevándose su comida a la boca.
—Estoy de práctica. Me faltan dos meses.
—Nada, está a la vuelta de la esquina —es raro que un alemán hable tan bien español, aunque que por su tono es evidente que es extranjero, es bastante sexy oírlo hablar. —Disculpa por mi arrebato de ayer, no me gusta la impuntualidad y creo que me excedí contigo.
—La lluvia me retrasó, pero no volverá a ocurrir, doctor.
—Mi nombre es Norman Stone —me pasa su mano a modo de presentación. —Estaré al menos por 12 meses aquí. Así que puedes tutearme.
—Mucho gusto, soy Pandora Muller —correspondo a su saludo. No me pasa desapercibido la suavidad de su piel, aunque si es cierto que es un niño rico como dijo Lucy, no me extraña en absoluto. —Todos aquí me llaman Dora.
—¿Piensas especializarte luego de terminar tus practicas? —pregunta, curioso. Río mentalmente ante su amabilidad tan repentina y su cambio de humor muy evidente. Quizás mamá tiene razón y solo estaba nervioso ayer y este es su verdadero yo.
—Lo primero es conseguir trabajo, luego seguir estudiando, por supuesto —contesto. —Tomaré todos los cursos que pueda para mejorar en lo posible.
El almuerzo termina siendo muy ameno. Hablamos de todo un poco durante la hora que nos corresponde hasta que nos vamos juntos para nuestra siguiente cirugía.
En toda la tarde, el doctor Stone es bastante amable conmigo y el trabajo fluye mucho mejor en el equipo.
Llego a casa de mejor humor y más tranquila, y como de costumbre, antes de la cena con mis padres, me siento y hago mis anotaciones del día.
En toda la noche no dejo de pensar en él. No solo es un hombre apuesto en lo exterior, alto, muy alto, de físico atlético, rubio de ojos azules intensos, sino también profesionalmente es perfecto, inteligente. Sin duda uno de los mejores cirujanos que he conocido.
Los días continúan y cada vez nos llevamos mejor, seguimos almorzando juntos en el mismo lugar a la misma hora y hablamos de todo.
Llega el sábado y como de costumbre en mi día libre, acompaño a mi mamá a la fundación de ancianos. Esa es una tarea que cumplimos juntas desde que tengo uso de memoria, me encanta ayudarla y pasar el día con los abuelitos siempre me produce mucha paz.
Entre risas y chascarrillos llega el medio día. En eso una llamada de un número desconocido entra en mi celular. Al principio dudo en contestar, pero al final, luego de mucha insistencia, lo hago.
—Hola —contesto, algo tímida.
—Hola, Dora —una voz ronca y conocida se escucha del otro lado. —Soy el doctor Stone.
—Hola, doctor —camino hacia el pasillo para escucharlo mejor. —¿Hay algún tipo de urgencia en la clínica?
—No, Dora, te hablo por otra cosa. Sé que estás en tus días libres y como ésta es mi primera semana aquí y no conozco nada, me gustaría saber si me acompañarías al cine o a merendar, o ambos.
—¿Hoy? —su propuesta me toma desprevenida. Jamás pensé que me llamaría para eso.
—Sí, si tienes tiempo y si tu novio no se molestará por eso, claro.
—No tengo novio —replico de inmediato, aunque ni yo sé por qué le doy explicaciones de mi vida privada.
—¿Entonces aceptas? —pregunta de nuevo. —Me gustaría conocer la zona y como sabrás no conozco a nadie que me ayude con eso, excepto tú.
—Ahora mismo estoy ocupada, pero en la noche estoy libre.
—Entonces dime donde paso a buscarte —lo escucho carraspear. —O donde nos encontramos, porque francamente no conozco las calles de este pueblo, pero con mi GPS puedo llegar, o eso espero.
—Es mejor que me diga donde se está quedando y yo paso a buscarlo —sonrío al imaginarlo perderse entre estos laberintos. —Así yo le voy mostrando los lugares más emblemáticos.
—¡Genial! Eso me parece lo más correcto. Te envío mi dirección por texto.
—Ok, espero —contesto emocionada. ¿En serio voy a salir con el excelentísimo, perfectísimo y arrogante doctor Stone? Esto no lo imaginé ni en mis mejores fantasías.
—Gracias, Dora.
En cuanto la llamada se corta, recibo un mensaje con su dirección y hasta me parece jocoso que estemos viviendo a solo unas calles uno del otro y yo no me haya dado cuenta antes, aunque eso es lo de menos, lo que me preocupa es como consiguió mi número de celular y me temo que mi amiga Lucy tuvo algo que ver con eso.
«Me las vas a pagar, amiga» pienso mientras releo su dirección en la pantalla de mi teléfono.
Trato de no pensar en eso lo que resta de la tarde, pero sinceramente no lo consigo del todo. Me siento nerviosa y las cosquillas en mi estómago se acrecientan a medida que llega la hora que debo ir a su encuentro.
—Tranquila, Dora, es solo un encuentro casual. El necesita que le muestres el pueblo, nada más —me susurro a mí misma varias veces.
«¿Entonces, ¿Por qué me siento como una tonta al saber que voy a salir con él?» pienso con un suspiro.
Norman Stone.Reconozco que soy impaciente y extremadamente exigente.Llevo más de treinta minutos sentado esperando a que llegue, aunque claramente la hora en que quedamos encontrarnos todavía no ha llegado.Miro de nuevo mi reloj y aún faltan 15 minutos. Me levanto y doy una vuelta por la habitación y verificar que todo esté ordenado. No quiero que se lleve una mala impresión de mí en la primera cita.Unos golpecitos se oyen en la puerta de entrada y sé que es ella. Miro de nuevo mi reloj, y, aunque apenas pasaron unos segundos desde mi última verificación, asiento con una sonrisa. Es bueno que haya llegado puntual. Abro la puerta y una joven hermosa con el pelo suelto me recibe. La repaso completa sin disimularlo y no puedo evitar sentir la garganta seca por la visión. Está preciosa.Lleva un vestido hasta las rodillas de gasa estampada, una chaqueta de cuero azul y botas del tono. Su pelo, que le llega hasta por debajo de las nalgas, lo tiene suelto completamente. Es la primera v
Pandora Muller. Aun siento su sabor en mi boca. Paso disimuladamente mis dedos por mis labios para aliviar la sensación de su beso, que aún está muy vívido en mi mente. Lo miro riendo embelesado por la película y quiero creer que quizás es un sueño, pero no, su perfume y el cosquilleo sutil que me provoca su mano en mi cintura me confirma que es real. —¿Ya estás cansada? —me pregunta cuando un bostezo involuntario sale de mi boca, sin contar que me pilla mirándolo como una tonta. «¡Qué vergüenza!» —Lo siento —intento recomponerme de manera correcta en mi silla, pero él me abraza con más fuerza colocando mi torso sobre su pecho. —Podemos ir a casa si quieres —responde con su mirada azulada fija en la mía. No sé cómo tomar eso, aunque debido al trato que tenemos lo más seguro es que me quiera en su cama justo ahora. —Si, por mi está bien —respondo incapaz de negarme, aunque por dentro me estoy muriendo de los nervios. Nunca un hombre me ha tocado ni me ha besado, de hecho, él f
Norman Stone. Entro a la ducha y me tomo un poco más de tiempo de lo normal bajo el agua tibia recordando todo lo que hicimos con Dora el sábado a la noche. Esa mujer sí que me enciende como un volcán en erupción y saber que fui el primero en tomar su cuerpo me hace sentir posesivo, aunque no debería. Esto será solo por un año y cuando me vaya y retome mi vida en Alemania, ella conocerá a otro hombre que le dé todo aquello que yo no puedo ofrecerle. «No quiero pensar en eso, ahora» sacudo mi cabeza para dispersarme. No quiero imaginar que otro hombre podrá ocupar su corazón y su cuerpo en el futuro. El solo pensarlo me produce rabia. Me hubiera gustado pasar todo el domingo con ella, pero su madre ya le había escrito un par de veces y no quiso seguir mintiéndole sobre su paradero, por lo que después de desayunar el domingo ya se tuvo que ir. Un suspiro impropio se escapa de mi pecho al recordar su cuerpo y todas las formas que hicimos el amor. Es extraño, pero, aunque tuve muchas
Pandora Muller.«Wow» suspiro saliendo del consultorio, totalmente satisfecha y con las piernas temblorosas. Sabía a lo que venía cuando recibí aquel mensaje y Norman no me decepcionó de ningún modo. Ese hombre sí que es apasionado y siempre que me toca reacciono a él sin poder remediarlo.Es obvio que tenemos una conexión sexual fantástica y si no me pongo a su ritmo, terminaré agotada como pasó el sábado.Esta corta, pero intensa sesión de sexo, aumentó mi energía a mil, pero mis pensamientos van a parar a esa posibilidad que es evidente e inevitable: me voy a enamorar y voy a sufrir.«No pienses en eso, Dora» me insto en pensamientos llegando de nuevo al vestidor.—¿Dónde estabas? —Lucy me mira con el ceño fruncido y con los brazos en forma de jarra. —Saliste así sin decir nada y dejándome hablando sola. Pensé que te habías sentido mal.—El doctor me mandó llamar, pero ya se solucionó.—Ok, entonces vamos antes que ese papasote, arrogante y caliente, entre primero que nosotras al q
Norman StoneAmar no es un juego del que salgas victorioso sin dar algo a cambio y yo no puedo ofrecerle más de lo que le estoy dando ahora. No tengo un futuro para ella y aunque me cueste desprenderme y odie pensar en ese día, tendré que hacerlo, irme y olvidarla para seguir con mi vida y ella con la suya.Desde el sofá de la discoteca donde estamos, la veo bailar animada con su amiga. Está hermosa, como siempre o incluso más y siento una opresión en el pecho. Me estoy enamorando y cada día que pasa me acostumbro más a su compañía, a su aroma, a su calor. Soy otra persona cuando estoy con ella, no ese cuadriculado hombre, arrogante y exigente que vino de Alemania, sino otro mucho más relajado.Ella sabe entenderme a la perfección en todo y eso es la razón por la que nos llevamos bien. Si la hubiese conocido en Alemania me aseguraría de no perderla nunca porque es la mujer que siempre soñé tener.Regresa al sofá y se sienta a mi lado muy cerca. Su rodilla roza deliberadamente con la m
Pandora Muller —¡Lo conseguí, Norman! ¡lo conseguí! —Grito apenas salgo de la oficina del director. Me tiro a sus brazos y él me atrapa en el aire, como siempre. Empiezo a reír como una demente mientras él da vueltas conmigo en el pasillo acompañándome en mi felicidad. —Sabía que lo lograrías, preciosa —Besa mi cuello con ansias. —Eres la mejor alumna del mundo. Te mereces todo eso y más. —No lo puedo creer —Las lágrimas empiezan a nublar mi vista. —Son tantos años, muchas noches de insomnio, muchos sacrificios. —Lo sé, cariño —Es la primera vez que me llama así y se siente maravilloso. —Pero ya llegó la hora de ejercer, de disfrutar de tus logros, de ser la cardióloga más capacitada y hermosa de toda la cuidad, la envidia de todos. El viernes cumplí los últimos dos meses de práctica que tenía pendientes y hoy Norman me acompañó a retirar mis notas de la dirección de la clínica. Estoy tan feliz que no puedo ocultarlo. Ser la alumna más destacada de mi generación y con un puntaje
Norman StoneMi mandíbula tiembla a medida que coloco un par de prendas en mi maleta y algunos implementos de uso diario. No necesito llevar mucho, en casa tengo lo necesario, sin contar que es un peso que prefiero no llevar en el estado en el que estoy.La llamada de mi padre aún pesa en mi espalda y repercute en mi garganta. Este maldito nudo no me deja estar bien y mis pensamientos no se dispersan.Miro mi maleta ya hecha en la cama y niego, aturdido. Deseo que esto sea una broma, llegar a casa y darme cuenta que fue un error, que no es cierto que ella se puso tan mal y que mi padre exageró, como siempre, para llevarme a casa antes de tiempo.Con eso en mente voy a la ducha rápido para llegar a tiempo al aeropuerto. Desde aquí tengo un camino de una hora para llegar allí y mi vuelo sale en menos de dos horas.Ya vestido, con mi maleta en mano y un abrigo para cuando llegue a mi país, abordo el taxi que ya me espera.Como lo preví, llegamos pocos minutos antes de la salida del vuelo
Pandora Muller—¿Segura buscaste bien? —Lucy toma la plancheta de mi mano y empieza a hojear como si su vida dependiese de ello.—Sí, amiga. Te lo dije, no tiene ningún número de teléfono en su registro, aparte del que ya conocemos.Suspiro, frustrada, recostando mi espalda contra la pared.Ha pasado más de tres meses que Norman se fue para Alemania y no me ha llamado ni una sola vez, tampoco hubo un mensaje o un recado de cuándo vuelve. Es imposible describir cómo me siento porque son muchas emociones juntas, todas negativas. Emociones que no debería estar sintiendo, pero el caso es que sí las siento, como desde un principio supe que pasaría. Y ahora me veo como una completa tonta.—Tal vez solo deba tomarlo como que ya terminó todo —Añado con voz melancólica. Antes de que ella se gire hacia mí, seco rápidamente con los dedos las lágrimas que inundan mis ojos. —Él ya no va a volver, Lucy. Ni una sola llamada en tres meses debe significar algo.Deja las planchetas en su sitio y camina