Hanna. - “¿Qué es lo que más deseas? Y sobre todo ¿Qué es lo que más deseas de mí?”- me dijo haciendo que lo mirara sorprendida. - “¿Por qué me preguntaba eso? ¿no tenía ya formada una maldita opinión sobre mí? ¿qué era lo que buscaba?”- pensé mirándolo mientras me colocaba la falda del vestido bien, para que no se abriera de manera excesiva por la abertura lateral, para dejar ver la longitud de mi pierna derecha. No se me pasó desapercibido, que el Alfa siguió todos mis movimientos, mientras trataba de cubrirme con la tela. - “¿Y por qué tú no respondes primero a esas preguntas, Alfa? Te crees que no sé qué quieres jugar con ventaja, no soy tan estúpida, Roy William Miller, aunque tú así lo creas.”- le dije mirándolo a los atemperados ojos azules, que se fijaron en mis labios, y no apartaban su mirada de ellos. Poco a poco el calor, entre nosotros, iba creciendo. -“Yo deseo poder curarme de esta obsesión que me provocas, no estoy acostumbrado a que mi deseo por una mujer, me c
Roy. - “Lo quiero por escrito, Alfa”- esa frase se me seguía repitiendo en la cabeza. Aún no me podía creer que me hubiera dicho eso, después de tantos años, y prácticamente vivir en las rodillas de mi padre, negociando con los mejores empresario y economista que existían en el Mundo, y una estudiante de Medicina de veintitrés años, negociando conmigo, me había arrastrado por el piso, dejándome totalmente sorprendido. No solo puso condiciones, que conseguían contrarrestarlas las que yo le había puesto antes, sino que quería que se cumplieran según lo que habíamos pactado, darme una chance a renegociar. Como sabe cualquier empresario, o negociante, que se precie, lo que estaba escrito, es, en definitiva, lo único que vale. Yo esperaba, que pese a las condiciones que había puesto, la flexibilidad fuera una norma, pero, cuando algo está escrito, y firmado, las negociaciones ya son más seria, volviéndose un contrato ineludiblemente y vinculante, de manera que el cumplimiento, es obli
Hanna. Aunque traté de dormirme temprano, todo lo temprano que se podía dormir, después de estar en mi situación, a horas de firmar un acuerdo, con una persona con la que iba a tener que tratar de fingir, que no me importaba, que simplemente tenía un acuerdo económico con él, como la mujer que él creía que yo era, una mujer que se vendía por dinero. Pero por mucho que lo intenté, el sueño no me llegaba, mientras daba vueltas y vueltas en la cama, temerosa de lo que pasaría al día siguiente. Y no, porque tuviera que dar ese paso que juré a mí misma que nunca daría, como dijo mi hermana haría lo que fuera, sino simplemente, y eso tenía que aclarar desde un principio, solo podía dar ese paso con este hombre, cualquier otro no hubiese conseguido que ni me lo replanteará, y es lo que realmente me tenía preocupada. - “¿Por qué él? Tengo suficiente antiguos clientes, como para pedirles un favor. Un préstamo, cualquier cosa, incluso, continuar haciendo lo que había hecho hasta ahora, pero
Roy. - “¿Por qué te vas a vivir a casa de una amiga, sí tienes mi casa?, Durante un año seremos pareja, así que ¿por qué no te vienes a vivir conmigo, a mi mansión?”- ni sé de dónde me salieron esas palabras, solamente puedo decir en mi favor que, el miedo que llevaba controlando desde anoche cuando hablé con mi padre, se volvió a manifestar, cuando Scarlet abrió la puerta, y vi esas cajas apiladas en medio de una habitación vacía. Tuve la sensación, que, aunque esta mujer firmara, o no, el acuerdo al que habíamos llegado, nada le impedía huir de mí de nuevo, como era su costumbre. Un maldito contrato, no tenía que ser una obligación para ella, aunque yo creyera que sí. Aun así, yo esperaba, como me demostraba su forma de ser, que fuera de esas personas, que, con su palabra, bastaba. Pero al ver esas malditas cajas, en la sala de su casa, el mismo día que se iba a unir a mí por un año, me sentí incomodo. Aún estaba esperado su respuesta, mientras me miraba con esos ojos de colores
Roy.Rápidamente ella, tras mirarme unos segundos, esquivaba mi mirada, de forma apresurada, algo nerviosa, como si le hubiera sorprendido haciendo algo que no debía.Cuando llegamos a la empresa subimos desde el parking, directamente, con mi ascensor privado, hasta la planta donde estaba mi despacho. Una vez llegamos allí, hice algo que normalmente no s
Hanna. Con todo lo que me quedó hacer esa mañana, prácticamente no tuve tiempo de meditar el paso que había dado, el contrato seguía guardado en mi bolso, en una esquina de mi antigua casa, mientras yo me había reorganizado, para que en poco tiempo me diera opciones, no solo de organizar el viaje de Mia a Berlín, que saldría esa misma tarde a las cuatro la llevaría el médico que la iba a acompañar para llevarla junto a sus colegas y mi tía la acompañaría desde el aeropuerto, sino que también que debía cambiar la dirección, al equipo de mudanza, parte de las cajas que había organizado parte fueran al guardamuebles que ya había alquilado, no creía que el Alfa necesitará que yo le llenará la casa de muebles como los míos, principalmente porque seguro que desentonarían con la lujosa decoración que tendría en la mansión, la otra parte , que eran mis libros, ropa, y demás objetos personales, irían a la casa. También tuve que avisar a Beatriz, comunicándole que había conseguido una casa en
Hanna. Cuando llegamos a mi habitación, no podía estar más sorprendida, no solo era bella, simplemente era la habitación que hubiera utilizado alguien de la nobleza, o cualquier alma romántica. Ni me podía creer que durante un año iba a dormir allí, en esa enorme cama dosel, columnas de madera, y telas de seda y gasa que cubrían el techo de la cama, y a su alrededor, haciendo que te aislaras del exterior si la mantenías cerrada, intente que mi imaginación no volara, pero por un segundo, me vi a mí, en brazos del Alfa, aislados del mundo, dando rienda suelta a nuestro deseo. Tuve que agitar la cabeza con fuerza, incluso marearme un poco, para borra esa imagen. Miré a mi alrededor, evitando mirar a la cama. Se podía decir que tenía de todo, un vestidor enorme, que solo servía para cubrir una mínima parte con la ropa que había traído, además de varios tocadores, y una isla que servía para guardar joyas y demás complementos que ni tenía, si hablamos del baño, era el sueño de cualquier m
Roy.- “Señor, la señorita Müller acaba de llamar, según parece ya se ha mudado a Old Winston House, y me ha dejado un recado para usted.”- me dijo Gordon acercándose a mí, en el oído, mientras se desarrolla la reunión de los ejecutivos que se encargaban de los diferentes futuros proyectos del grupo Miller- “¿Y bien?”- le dije para que continuara, con el mensaje que me dejó Scarlet, mientras el responsable del área económica exponía los presupuestos de los que disponía, cada proyecto, para llevarlo a cabo, a futuro, en cada departamento.- “Al parecer la señorita Müller leyó, al fin, todo el contrato… y…”- Gordón volvió a interrumpirse mientras me hablaba, susurrando algo nervioso, cosa que era totalmente extraño en él.- “¿Quieres acabar de contarme?”- lo miré serio, odiaba que la gente fuera tan indecisa, para una persona como yo que, siempre iba al grano, o la yugular, según quieras verlo, eso era una total ineptitud.- “Le comunico el mensaje palabras textuales, como ella me dijo