Hanna. - “No sé cómo me he dejado convencer, heredera”- le decía mientras intentaba no salir corriendo, para no ser el centro de atención del gran Salón de la mansión del Alfa. Tampoco ayudaba que al fondo la cara del Alfa me mirase como si hubiera cometido el peor crimen del mundo, con esos ojos de azul acerados, y esa cara seria petrificada, sobre todo después que Ailan me quitara la capa, que hasta ahora había sido como mi escudo de protección a las miradas de la mayoría de los invitados, entre ellos los padres de Roy. - “Para darle una lección a mi hermano, pero visto lo visto, y tras ver a quien ha invitado para mortificarme, se merece todo eso, y más. Hasta que tu salgas de esta casa, con otro hombre, abandonándolo a su suerte, maldito traidor.”- dijo Ailan en un murmullo enfadada, sabía que no lo decía enserio, era una reacción típica en ella desde hace unas semanas, todo lo que tuviera que ver con el CEO de M.F.P. Global multinacional, descontrolaba a la heredera. - “¡Mierda
Hanna. He decido tomarme este periodo para poner mi mente en claro de una vez, y se lo pienso dejar claro mañana a Roy cunado hablemos a solas, si lo que yo estaba pensando se confirmaba, cuando volviera de viaje, a íbamos a hablar sinceramente, y definir nuestras relaciones de una vez, fuera de del contrato, o eso esperaba porque la tortilla se podía gira en mi contra. (*Nota de la Autora) Esa era otra de las causas por las que debía tomarse este tiempo, para fortalecerme lo antes posible ante un posible rechazo por parte de Roy, no se me olvida que, en el contrato, él había sido el que había puesto la condición de no enamorase, además de que debía de dejarle claro que, la opinión que tenía de mí, la de mi pasado, era equivocada. Con estos pensamientos miré a Ailan, que aún me miraba con expectativas. - “Bien seguiré tu plan, mezclémonos entre los invitados.”- le dije. Así fue como comenzó el juego de gato y el ratón, donde cada vez que los dos CEOs pretendía acercarse a nosotras
Hanna. Pocas veces había recurrido, a mi fuerza interior, a esa que me hizo organizar el funeral de mis padres, a vender lo que podía, cuando los acreedores cayeron sobre lo que hubiera quedado de los bienes de mis padres. Agarrándome siempre a lo único que me quedaba, Mia. Justo eso fue lo que me hizo trabajar como acompañante, o lo que, cuando mi hermana tuvo el accidente, me llevó aceptar un contrato, vendiéndome a un hombre, que me volvía loca, me tentaba, y me derribaba todas las barreras. Un hombre, que yo en fondo sabía, que, aunque lo negara mil veces, y más que nadie, a mí misma, amaba, como no había amado a otro. Sólo el dolor que me ahogaba, mientras intentaba mantenerme a flote, me lo confirmaba lo que verdaderamente sentía por Roy William Miller, algo muy fuerte, que no había sentido por ningún otro hombre. Fue por eso por lo que verdaderamente acepte ese trato, fue por eso por lo que intentaba aprovecharme de cada gesto de cariño, o atención que se hombre me ofrecía, y
Roy. - “Espero que el baño te haya espabilado, Arturo, aunque me hubiera gustado que la piscina fuera exterior, y estuvieras ahí fuera, a bajo cero, a ver si así se te congelaba la estupidez”- oí como me gritaba, Wendy totalmente furiosa. - “Ailan estás loca, está ebrio, podrías haberlo ahogado.”- reconocí la voz de mi hermano Marcus, que fue el que me sacó del agua, antes de que ahogara. Como siempre esa loca de hermana que tengo, no deja nada a medias, nunca. - “Imposible, tiene un orgullo y una soberbia tan grande que, seguro que flotaría, hasta si se lo propone, me juego que, como Jesús, caminaría sobre las aguas.”- dijo Ailan rabiando, mientras el mayordomo me pasaba una toalla por encima de mi ropa húmeda, para que no me muriera de frio. Lo bueno fue que por lo menos ahora estaba más consciente que cuando esos tres me encontraron, y la arpía de Ailan me tirara de la silla al agua, lo malo, que volví a sentir el dolor que me había llevado a tomarme botella y media de whisky,
Hanna.- “¿Estas seguras que quieres hacer eso Hanna?”- me preguntó Bea mientras me ayuda a terminar de cargar las cosas en mi coche después de ponerle las cadenas.Había pocas personas caminando o circulando por las calles, y era normal, hoy era Navidad, y todo el mundo estaba celebrándolo. Mientras yo me sentía como si me hubiera metido en una lavadora y me hubieran centrifugado a máxima potencia. Ya no sabía ni lo que sentía, no tenía lágrimas que derramar, las había derramado todas, y si había alguna, las iba a dejar para el camino, ahora, sólo me quedaban regresar junto a Mia.Antes de dormirme anoche, o mejor dicho de madrugada, había decido no regresar a Alemania en avión, no quería usar el boleto de avión que me había comprado Ailan, no tenía nada en contra de ella, más que era la hermana del hombre que amaba. Pero si quería superar esto debía, alejarme de los Miller, o era muy capaz de arrodillarme delante de Roy William Miller, y aceptar las migajas que él quisiera darme. An
Narrador.- “¡Quiero hablar con el asistente del presidente o con el presidente!”- dijo la rubia de curvas despampanantes, de una altura considerable, y ojos verdes esmeralda, vestida con un vestido rosa ceñido, y una chaqueta de ante blanca, golpeando con sus uñas de diseño, el mostrador de recepción del grupo Miller.La recepcionista la miró con descaró como analizándola, no le gustaba la actitud exigente y descarada de la mujer que tenía delante.- “Otra busca fortuna que quiere ganarse los favores del CEO del grupo Miller, son todas igual.”- pensó la recepcionista.- “¿Tiene cita, señorita…?”- la rubia la interrumpió.- “Beatriz Walter, pero no me van a conocer por mi nombre. Así que mejor dígales esto, que soy la mejor amiga de Hanna Müller.”- dijo la rubia mirando a la recepcionista que la miraba con disgusto y altanería.- “Perdoné señorita Walter, sin cita no se puede dar paso a la empresa. Le sugiero que concrete una cita y …”- Beatriz interrumpió a la recepcionista.- “Yo te
Roy. - “Señor en la recepción esta la señorita Walter, dice que viene de parte de la señorita Müller.”- oí como me decía mi asistente a través del teléfono, haciendo que mi corazón diera un vuelco. - “¡Que suba ya! Acompáñala hasta mi despacho, y anula las citas de esta tarde”- le ordené de forma inmediata. Tras colgar me levanté de mi silla, en la que llevaba sentado desde hace días, prácticamente, no salía de mi despacho. Ha pasado dos semanas desde Navidad, desde que Scarlet huyo de nuevo lejos de mí. Y lo único que he conseguido es que, ni mis hermanas y ni mi madre, me hablen, y si lo hacen, es sólo para decirme lo idiota que soy. Lógicamente esto ha conseguido que también mi padre este entre molesto y preocupado, sólo mi hermano Marcus, es neutral. Mi padre me dejó claro que se encontraba entre dos mundos, lo confirmé cuando me dijo: - “Hijo, aunque te creas más inteligente que el resto, siempre es bueno seguir los consejos de las personas que han pasado por lo mismo que t
- “Primero quiero hacerte una pregunta Roy Miller, espero que seas sincero respondiéndome.”- me dijo la señorita Walter. La miré y asentí, mientras me acomodaba en el sillón frente a la que ella estaba sentada. Perfectamente sabía que yo no le iba a ocultar nada, cualquier cosa o persona que me acercara a Hanna, me servía. - “Bien como acabas de ver soy muy directa, odio irme por las ramas, así que al lio. ¿Qué sientes por Hanna?”- preguntó la rubia mientras cogía la copa de vino blanco que tenía delante, sobre la mesita de café de mi despacho había un banquete digno de los dioses, que había mandado Gordon a traer desde uno de los mejores restaurantes de la cadena de hoteles Miller. Imaginé que ante el trato que había recibido de la rubia, Gordon había intentado demostrar lo eficiente que era. - “No suelo hablar de mis sentimientos con nadie y menos con desconocidos, pero, como entenderá encontrar a Hanna es mi prioridad ahora mismo, así que seré sincero con usted señorita Wal