Maite se despierta con un terrible dolor de cabeza, con cuidado se levanta de la cama en busca de un analgésico en el botiquín que tiene en el baño. Al pasarla, los recuerdos de lo sucedido en casa de su abuelo llegan a su mente quitándole todo el malestar.

«¿Ya se le habrá pasado el enfado a papá? Y de no ser así, ¿Qué castigo será esta vez?» —piensa nerviosa, recordando que la última vez fue ayudar por toda una semana en un Orfanato.

Baja al comedor esperando que su padre no esté en casa, pero en lo que termina de bajar las escaleras, escucha su voz. Sigue enfadado.

—Hoy tengo varias reuniones importantes y mira la hora que es —Mantiene la mirada en el teléfono mientras toma un sorbo de su café.

—Le pediré a Peter que te consiga algo para comer en lo que salgas de tu primera reunión. Recuerda que tus empleados no tienen la culpa —Mía trata de tranquilizarlo.

—Buenos días —Maite entra a la cocina con la cabeza gacha, sabiendo que le espera una grande.

—Ve por tu monedero —le pid