Cuando Daryan lleva al lugar, ya ha llamado a su propio contingente para que se haga cargo. Ve el paquete sospechoso en el suelo al lado de la caseta de seguridad y se ríe de sólo pensar en que pudieron dejarlo caer por miedo, sin saber lo que pudieron provocar. Les pide a los guardias que le busquen las grabaciones de la entrada para ver al mensajero, mientras él se mete en su auto a buscar algunas de las cosas con las que suele andar y se coloca algunas protecciones mínimas.

Mientras comienza a prepararse para el evento, se gira a los hombres con esa máscara de frialdad que lo hace ver peligroso y sexi.

—Terminen de evacuar la fundación —ordena con esa voz de mando que usa en su trabajo—. Luego de que salgan todos, se alejan de aquí. No queremos que estén cerca si pasa algo.

—Sí, señor… —intenta decir uno, pero el jefe de la seguridad de la fundación lo interrumpe.

—No podemos hacer eso, es nuestro trabajo hacernos cargo, además usted no tiene autoridad para decirnos qué hacer —le d