Sale de su habitación, se va directo a la cocina por su taza de café de la mañana, coge su mochila, sus llaves y parte con rumbo al instituto en donde estudia informática.

Daryan baja la mirada, se coloca el gorro de la sudadera y camina como siempre, tratando de pasar desapercibido con los demás vecinos del edificio, pero por supuesto aquellos ojos azules y ese cuerpo no son fáciles de ocultar de las chicas que viven en frente de su piso, por lo que mientras espera el ascensor, como cada mañana, una de ellas le pregunta coqueta.

—Hola, vecino, ¿hoy sí me dirás tu nombre? —Daryan mantiene la mirada fija en el suelo y niega con vehemencia—. No vamos a comerte por decirnos tu nombre.

—Habla por ti, Jeannine —dice la otra acercándose a él peligrosamente—. Yo en mi mente ya me lo f0llé mil veces.

Las puertas se abren, Daryan entra y agradece que una señora mayor del piso superior también va bajando. Se para al lado de ella, al fondo del ascensor, mientras las chicas se ríen delante, sin d