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Lo amaba, y lamentaba no poder seguir con su tarea de hacerlo sentir como un niño, aunque con ese maravilloso rol que él le había dado, podía saber quién era ella para él.

Siguieron besándose tranquilamente por un tiempo más.

Andrei había decidido que no iba a pensar, luego tendría una vida completa para seguir usando su cabeza, pero en ese momento quería darse el lujo de permitirse sentir y de sentirse débil frente a alguien, porque ella era igual de débil que él.

Esa preciosa y adorada debilidad que le presentaba a la sensibilidad, que le aceleraba el corazón y le hacía adorar besar y abrazar a alguien, a su alguien.

Elisa, por su parte, sentía que se deshacía de a poco entre sus brazos y labios, aquellos labios que le habían dado placer por primera vez, y aquellos brazos que la torturaron y ahora la amaban.

—¡Andrei Borisov!

La voz furiosa y grave de Stefan se hacía presente en esa habitación a lo lejos, a esas alturas ya no sólo deseaba fastidiarlo, sino que también vengarse po
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