Con cada segundo que pasaba, el beso se volvía caliente y humeante. Sus lenguas chocaron con desesperación y lucharon por el dominio. Andrei dejó escapar un gemido cuando ella le chupó la lengua con más fuerza. Sus manos dejaron lentamente la nuca de Elisa y bajaron, acariciando su espalda. Ella gimió fuertemente cuando Andrei agarró su trasero y comenzó a masajearlo con ambas manos. Elisa apretó su agarre alrededor de su cuello y lo acercó mientras también lo besaba apasionadamente. Los oídos de Andrei se animaron al escuchar un sonido desgarrador. Elisa inmediatamente rompió el beso, lo que provocó que él soltara un gruñido de molestia. —¿QUÉ DEMONIOS ESTÁS HACIENDO? —gritó ella, mientras lo.miraba en estado de shock. Andrei abrió los ojos y la miró. Elisa lo miraba con incredulidad y al trozo de tela en su cuerpo. ¡Le rompió la falda! Estaba a punto de retroceder, pero Andrei agarró bruscamente el dobladillo de su falda y la rasgó de una manera grosera dejándola en p
Al recibir la noticia de que Steven había sido atacado, Andrei supo al instante que no se trataba de un incidente aislado. Las detonaciones de los disparos se escuchaban cada vez más frecuentes y más cerca, resonando a través de las paredes de la mansión. La guerra había llegado a su hogar.—¡Elisa, quédate aquí! —ordenó Andrei, girándose hacia ella con los ojos llenos de determinación—. Estarás a salvo en el refugio. Elisa lo miró con ojos muy abiertos, con el miedo brillando en su mirada. El eco de los disparos la había dejado paralizada, y la idea de quedarse sola la llenaba de pavor.—No... no me dejes sola, Andrei, por favor —suplicó, su voz era apenas un susurro tembloroso. Él se inclinó rápidamente y la besó con intensidad, tratando de calmar sus temores con el calor de sus labios. —Volveré pronto. Todo estará bien, te lo prometo —le aseguró, su voz era firme a pesar del caos que los rodeaba.Elisa le agarró el brazo, negando con la cabeza, sus ojos estaban llenos de súpli
Andrei llevaba a Elisa en brazos hacia su habitación, caminando con determinación a pesar del peso de la preocupación que se cernía sobre él. La mansión estaba en completo caos, el ataque había dejado a varios heridos, y aunque su prioridad era Elisa, no podía ignorar la gravedad de la situación. Al llegar a la habitación, la dejó con cuidado sobre la cama y sacó su teléfono.—Iván, encárgate de los heridos más graves —ordenó con tono firme—. Que todos los demás se reúnan en la sala de reuniones. Llamaré al médico para que venga a ver a Elisa.El rostro de la chica estaba pálido, la herida en su costado aún sangraba a pesar de los intentos de detenerla. A los pocos minutos, el médico llegó y tras una rápida evaluación, le dio la indicación que Andrei temía escuchar.—Debe reposar, sin movimientos bruscos —dijo con tono profesional—. Cualquier esfuerzo podría empeorar la herida.Elisa, aún adolorida, miró a Andrei. Sus ojos reflejaban una mezcla de dolor físico y confusión.—Andrei…
—Es tu turno.Elisa Morrison asintió, levantándose imponente, y es que sus tacones de 15 centímetros le daban un aire estilizado, imponente y sexy.Era esbelta, de ojos verdes y sedoso cabello castaño. Su atuendo dorado con negro y de piedras brillantes le daba un aspecto arrebatador, hechizante; un traje de danza árabe que se amoldaba a su cuerpo como un guante.Su cuerpo bailaba al son de la música, su vientre desnudo era objeto de miradas lascivas pero nadie la había tocado nunca, y es que no por nada le fue dado el apodo de "la intocable", por ser virgen e inaccesible para un baile privado en uno de los cubículos.Sus manos tomaron el largo fierro de metal, la intensidad de las luces fueron disminuidas y comenzó a bailar de manera sensual y hechizante, convirtiendo al frío e inerte objeto en su más leal amante.Se entregó a él como a nadie olvidando todo a su alrededor, seduciendo con aire sexy y encantador a su concurrida audiencia. Luego se centró en usar la fuerza de sus pierna
La oscura y sombría fortaleza del mafioso Andrei Borisov se alzaba majestuosamente en lo más alto de una colina a las afueras de la ciudad. Una imponente mansión de estilo gótico, rodeada por altos muros de piedra y vigilada por hombres armados, cuyas sombras se proyectaban amenazadoramente sobre los pasillos iluminados por tenues luces. El aire se llenaba del olor a tabaco y whisky, un ambiente opresivo que reflejaba la personalidad fría y despiadada del mafioso.Andrei, un hombre de mirada penetrante y gesto severo, caminaba con paso firme entre sus secuaces. Cada uno de ellos mostraba respeto y temor en sus rostros mientras recibían órdenes directas de su líder. Nadie se atrevía a cuestionar sus mandatos, pues aquellos que lo habían hecho en el pasado habían desaparecido.La sala de conferencias de la fortaleza estaba impregnada de un aire tenso cuando los hombres se sentaron en torno a una gran mesa de madera oscura. Andrei ocupaba el lugar central, su presencia dominante llena
Una noche de verano, Andrei miraba su guitarra a unos pasos de él, una que por cierto no sabía tocar. Tan deslumbrante como siempre; única y majestuosa como sólo ella podía estar. Entrelazó los dedos de sus manos para apoyar su mentón en ellos, usando sus rodillas como soporte para sus codos que le ayudaran a la comodidad de su posición. A lo lejos escuchaba la voz de su hombre más fiel conversar con los demás acerca de los planes nocturnos que tenían. Era su mejor amigo y el hombre por quien daría la vida sin dudarlo, porque sabía que sería lo mismo en caso contrario. —Todos se fueron a divertirse, y tú pareces un fantasma allí, sentado como si no tuvieras nada mejor que hacer —dijo su amigo Kirill, entrando al lugar. Andrei sonrió tras escucharlo, había interrumpido la música que le acompañaba en su ensimismamiento y provocado que saliera de su universo alternativo, tranquilo y calculador como siempre.—Hoy no tengo nada mejor que hacer —respondió con simpleza.—Pagaría por sabe
Sabía que no era un prostíbulo, pero él sí tenía la facultad de convertirlo en uno por una noche y con una sola chica si se le daba la gana.Elisa se quedó helada y no reaccionó, incluso luego de verse presa de esa mano que la llevaba fácilmente hasta el novio de Mikaela.¿En serio habían hecho un trato? No quería…—Pero Sokolov, sabe que no está…—Sí, lo está. Para mí sí e hicimos un trato, ¿no es así, linda? —la atrajo hasta a él. Ella sólo miró al encargado, sin ninguna expresión en particular, porque aún estaba presa del asombro, mientras el pelinegro le mostraba el dinero al encargado del club, poniéndolo en el sostén de Elisa, justo en medio de sus pechos.No había mucho que reclamar, estaba claro y más claro aún el hecho de que no podría negarse o toda la noche se iba ir al mismo infierno, incluso él si la suerte no estaba de su lado. Así que simplemente le enseñó con un gesto de su cabeza la cabina disponible.Al llegar a una de las cabinas, la chica se tensó. El sujeto la a
—¿Pero hace cuánto? —le preguntaba Miki al encargado del club, nerviosa porque no creía lo que él le decía. Ella conocía a Elisa y sabía perfectamente que ella jamás se vendería, y menos teniendo aquello que ella tanto cuidaba.—Hace más de una hora… —se extrañó. Todos habían sentido sus gritos, pero nadie quiso intervenir porque no se podía. Los compañeros de Kirill, por otro lado, reían.—¿Y qué esperas? ¡Anda! Ya ha sido suficiente, ve a ver qué sucede.La miró por un momento, él tenía que ver qué pasaba, así que eso hizo. Se quedó inmovilizado frente a la puerta cuando vio a la chica a un lado del sofá con su pecho, brazos y manos cubiertas de sangre que se secaba, sentada sobre un charco rojo brillante y a un cuerpo inerte boca abajo sobre el sofá. Mierda, mierda, mierda ¿Qué había hecho esa loca? Estaban todos perdidos por su culpa.Pero ella no reaccionó, ni siquiera sintió una presencia allí, hasta que Mikaela se asomó tras el hombro de aquel hombre y se horrorizó, haciénd