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Los días pasaron con total tranquilidad en la mansión Borisov, mientras Elisa se recuperaba cada vez más de su herida.

Estaba cansada de estar encerrada en esa habitación, así que le pidió Andrei con tono de súplica que la dejara ir por lo menos hasta la pileta del dragón. El líder mafioso no estaba seguro y le dijo claramente que esperar al menos unos días, no quería arriesgarse a que los puntos se soltaran.

—Estoy bien —insistió Elisa, cruzándose de brazos—. No soy una muñeca frágil tampoco, así que no me trates como tal.

Su mal humor parecía estar de manifiesto cada vez más lo que hacía que Andrei se divirtiera mucho por la forma en que hacía puchero con la boca y así a berrinche como una pequeña niña.

Andrei se quedó pensativo mirándola fijamente, haciendo que Elisa se encoja en su lugar por la mirada hambrienta que le dirigió.

—Si puedes salir… entonces puedes darme cariño —su tono de voz ronco le provocó una contracción en su estómago—. Tengo días queriendo poseerte de nuevo,
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