Al recibir la noticia de que Steven había sido atacado, Andrei supo al instante que no se trataba de un incidente aislado. Las detonaciones de los disparos se escuchaban cada vez más frecuentes y más cerca, resonando a través de las paredes de la mansión. La guerra había llegado a su hogar.—¡Elisa, quédate aquí! —ordenó Andrei, girándose hacia ella con los ojos llenos de determinación—. Estarás a salvo en el refugio. Elisa lo miró con ojos muy abiertos, con el miedo brillando en su mirada. El eco de los disparos la había dejado paralizada, y la idea de quedarse sola la llenaba de pavor.—No... no me dejes sola, Andrei, por favor —suplicó, su voz era apenas un susurro tembloroso. Él se inclinó rápidamente y la besó con intensidad, tratando de calmar sus temores con el calor de sus labios. —Volveré pronto. Todo estará bien, te lo prometo —le aseguró, su voz era firme a pesar del caos que los rodeaba.Elisa le agarró el brazo, negando con la cabeza, sus ojos estaban llenos de súpli
Andrei llevaba a Elisa en brazos hacia su habitación, caminando con determinación a pesar del peso de la preocupación que se cernía sobre él. La mansión estaba en completo caos, el ataque había dejado a varios heridos, y aunque su prioridad era Elisa, no podía ignorar la gravedad de la situación. Al llegar a la habitación, la dejó con cuidado sobre la cama y sacó su teléfono.—Iván, encárgate de los heridos más graves —ordenó con tono firme—. Que todos los demás se reúnan en la sala de reuniones. Llamaré al médico para que venga a ver a Elisa.El rostro de la chica estaba pálido, la herida en su costado aún sangraba a pesar de los intentos de detenerla. A los pocos minutos, el médico llegó y tras una rápida evaluación, le dio la indicación que Andrei temía escuchar.—Debe reposar, sin movimientos bruscos —dijo con tono profesional—. Cualquier esfuerzo podría empeorar la herida.Elisa, aún adolorida, miró a Andrei. Sus ojos reflejaban una mezcla de dolor físico y confusión.—Andrei…
La casa de Andrei en Novosibirsk era un torbellino de actividad y celebración. Elisa, sin embargo, se encontraba en el remanso tranquilo de su habitación, donde el bullicio de la preparación de su boda parecía un eco lejano. Observaba las luces de la ciudad que parpadeaban a través de la ventana, un contraste entre el caos festivo y su inquietud interna.“¿Qué pasará ahora?” susurró Elisa, su voz cargada de un pesar que parecía resonar en la vasta noche estrellada.Desde que Andrei la llevó a su mansión tras la brutal confrontación, Elisa había estado inmovilizada, recuperándose de un hematoma doloroso causado por un disparo. El consejo médico había sido claro: reposo absoluto. Mientras sus días se llenaban de inactividad, sus pensamientos se mezclaban con la imagen de Andrei y su banda celebrando el fin de su guerra. La policía y la Interpol habían cerrado el caso y reivindicado a Andrei después de que él y su clan ayudaran a capturar al ladrón que los había estado robando. Ahora,
La casa de Andrei en Novosibirsk había sido transformada en un escenario de ensueño para la boda. Las luces colgantes iluminaban el espacio con un brillo cálido, reflejando la emoción palpable en el aire. Flores frescas decoraban cada rincón, y el aroma de un delicioso banquete inundaba la atmósfera. Amigos y familiares se movían entre risas y música, mientras el bullicio de la celebración resonaba en cada rincón. Sin embargo, Elisa se encontraba en su habitación, un pequeño remanso de calma en medio del torbellino festivo. Miró por la ventana, observando las luces parpadeantes de la ciudad, sintiendo que la alegría que la rodeaba era un eco distante de sus propios sentimientos. La emoción de su boda se entrelazaba con una inquietud que la había estado atormentando desde que había decidido unirse a Andrei. —¿Cómo se supone que debo sentirme? —murmuró Elisa, su voz resonaba en el silencio de la habitación, cargada de una tristeza que no podía expresar. Mientras se vestía, el
El hombre alto y de apariencia amenazante caminó entre la multitud con una sonrisa burlona en los labios. Los murmullos comenzaron a extenderse como fuego entre los asistentes. Elisa sintió cómo el ambiente se volvía pesado, y su corazón latió con fuerza mientras sus ojos se dirigían a Andrei, buscando consuelo.Andrei, al verlo, sintió cómo la tensión recorría su cuerpo. Sus ojos se estrecharon y su mandíbula se tensó.—Johan Malyshev —susurró, sin apartar la vista del hombre que seguía avanzando hacia ellos.Elisa no podía apartar la mirada de su prometido, percibiendo el peligro en su voz, pero también en los movimientos de los hombres que lo rodeaban. Estaban listos, preparados por si Johan decidía armar un caos. Andrei no quería un baño de sangre como lo que había ocurrido en el club donde encontraron a Elisa. —Andrei... —susurró Elisa, sintiendo el miedo empezar a instalarse en su pecho.—No te preocupes —respondió él con firmeza, sin mirarla—. No dejaré que te pase nada.Joh
Su cuerpo temblaba por el cúmulo de emociones en su cuerpo, un recordatorio de que seguía viva y que estaría protegida por el hombre que había jurado acabar con ella.Sabía lo difícil que había sido para Andrei y cómo el amor lo había transformado, así que se sentía dichosa de tener el corazón de un hombre considerado frío y sin corazón, aunque ella conocía la verdad de su interior.—Yo, Elisa, te tomo a ti, Andrei, como mi esposo... y prometo estar a tu lado, sin importar lo que venga, porque te amo más allá de mis miedos —dijo, con la voz quebrada por la emoción, pero sin apartar la vista de sus ojos.Las palabras del sacerdote sonaron distantes mientras pronunciaba el final de la ceremonia. Los aplausos estallaron a su alrededor cuando Andrei tomó el rostro de Elisa entre sus manos y la besó. No fue un beso apresurado ni tímido; fue un beso profundo, lleno de promesas silenciosas, de deseos inconfesables y de un amor que lo abarcaba todo.Cuando se separaron, Andrei se permitió un
Andrei lo observó desaparecer entre la multitud, mientras apretaba a Elisa contra su pecho.—Él no es malo —murmuró Elisa, apoyando la cabeza en su hombro mientras la música cambiaba a un tono más suave.—Lo sé. Pero no lo perderé de vista —dijo con determinación—. No puedo permitirme hacerlo.Bailaron en silencio por un momento, el mundo alrededor de ellos se desvanecía, como si solo existieran ellos dos. Elisa alzó la mirada y vio la seriedad en los ojos de Andrei. A veces era como si llevara todo el peso del mundo sobre sus hombros, y ella sabía que no era solo paranoia. Su vida había sido un tumulto constante, pero ella lo amaba, incluso con todas sus sombras.—Te amo —susurró, rompiendo el silencio.Andrei la miró, y por un instante, sus facciones duras se suavizaron.—Yo también te amo, Elisa —una pequeña sonrisa se formó en su boca—. Más de lo que alguna vez pensé que era capaz.Y con esas palabras, la tomó por la cintura, acercándola más mientras el sonido de la música los en
—Nunca entendí esto —murmuró Andrei cuando volvió a levantarse y se acercó a Elisa, que reía feliz—. Pero lo que sí odio es que tantos hombres hayan visto tus piernas. Gracias a Dios, esto solo pasa una vez porque no voy a permitir que nadie más las vea.Elisa lo miró con diversión, y una risita escapó de sus labios.—Oh, pobre de ti, Andrei —dijo con tono burlón, acariciándole el rostro—. Si te molesta tanto, ¿qué vas a hacer cuando estemos en la playa? No pienso usar camisones largos, tendrás que acostumbrarte a compartir la vista.Andrei apretó la mandíbula con una expresión de molestia, pero no pudo evitar que una sonrisa escapara de sus labios. La atrajo hacia él con un movimiento firme, tomando su cintura, y la besó con una fuerza que dejó a Elisa sin aliento.—Eso jamás —respondió con voz ronca—. Eres mía, y solo mía.El beso entre ambos encendió nuevamente los aplausos y silbidos de los invitados, que disfrutaban del espectáculo de la pareja apasionada.El ambiente en el saló