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A diferencia de Kirill y del mismo Andrei, Arnold siempre había sido el más comprensivo con un alma llena de nobleza; quizá su punto débil.

—Sucedió algo, y es importante.

—¿Qué cosa? —arqueó una ceja y entonces los ojos de Arnold se lo dijeron, porque se alternaban indecisos y ansiosos en él y en ella, con un deje de tristeza que le molestaba—. Ya veo…

—Debes largarte de aquí. Steve y Tom están esperando arriba.

Sí, no había dudas. Algo malo estaba pasando y tenía que ver con Elisa, lo único malo que podía pasar con ella era que una amenaza peor que él la atacara, y sólo había una en el mundo o eso él pensaba.

El líder mafioso regresó su rostro al de la bailarina y le acarició una mejilla.

—Yo no huyo, no soy un cobarde… —seguía con su caricia pausaba sobre el rostro durmiente de la bailarina.

Arnold frunció sus labios y luego miró a su camarada ponerse de pie junto a ella.

—¿Por qué no me dijiste la verdad? —preguntó, aún con su mirada sobre la pareja.

—¿Cuál verdad? —se volteaba c
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