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Elisa quería más de eso, quería que Andrei no se moviera de ahí.

Él volvió a sonreír dentro de ese beso para abrir su boca y abarcar lo que podía, para cerrarla llevando consigo un poco de su piel para luego soltarla en forma de beso, haciendo ese sonido húmedo que logró que la excitación de Elisa se encendiera más.

Ella apoyaba su cabeza en el sofá, abriendo sus piernas más relajadamente, una descansaba en la cima del mueble y la otra estaba recogida a la altura de la cabeza de Andrei, mientras seguía los movimientos del castaño allá abajo con sus ojos.

Nunca pensó, ni en sus sueños más mojados, que el castaño le iba a dar sexo oral la primera vez. Se sentía tan bien, que ni siquiera podía hablar.

¿Vergüenza? Jamás.

Andrei llevó su lengua puntiaguda e intrusa a buscar el clítoris de la castaña, encontrándolo y oyendo un gemido ahogado de ella, imperceptible, pero pudiendo intuir la expresión de su rostro.

Así que llevó uno de sus dedos para abrir los pliegues de su vulv’a y jugar
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