“Sí, por eso le entregas la tarjeta. ¡Zorra!” —Gracias, pero no es necesario...—respondió Mateo, Dayana lo interrumpió y le tendió la tarjeta mirándolo fijamente. —¡Insisto! Él la tomó y ella coqueta le dijo. —Estaré esperando su llamada. Se dio la vuelta y se alejó contoneándose. Sofía notó que él se guardó la tarjeta en el bolsillo de su chaqueta y ella le dijo. —La señora Torres es la pareja sentimental de Vicente Rivas, el dueño de la Multinacional Rivas. Verónica agregó. —Es verdad, en las redes sociales dicen que se habían separado, pero regresaron para darse una segunda oportunidad. Mateo enarcó una ceja, se Inclinó hacia ella y le preguntó en voz baja. —¿Estás celosa? Sofía se rio divertida y le dijo en el mismo tono bajo. —¿De ti? ¡Ay, no! Lo digo por el señor Rivas, que no se merece que lo traicionen. Él puede tener muchos defectos, pero es un hombre fiel. Mateo frunció el ceño y le preguntó con suspicacia. —¿De dónde lo conoces? “¡DIANTRES! ¡Sofía eres una des
—Tendrías que preguntárselo a ella..., si es que te interesa. —Simple curiosidad —repuso Sofía, paseando perezosamente la vista por las mesas, como para demostrar que el súbito interés por los sentimientos de Dayana era pasajero—. Por cierto, ¿Dónde está? —Retocándose el maquillaje en el tocador de señoras —respondió él. Él Dj inició una nueva pista, distrayendo la atención de Sofía. Vicente la miró directamente a los ojos y de una manera bastante abrupta preguntó: —¿Quieres bailar? —¿Contigo? —inquirió ella, sorprendida. Él puso una mueca burlona. —¿Con quién si no? —se interesó echando un vistazo a los alrededores con una nota de aspereza en el tono de voz—. Por si aún no te has dado cuenta, la mayoría de los asistentes son los empleados de la Multinacional Rivas. A los que les pedí que asistieran cómo una manera de incentivarlos. Todos están pendientes de nuestras reacciones. Seguro que el lunes se van a dar un buen chismorreo. Sobre todo con tu numerito de baile con Mat
La música cesó y, al cabo de un momento, Vicente la soltó. —Gracias —dijo ella. Él inclinó la cabeza a modo de respuesta y ella trató de no ver un destello de ironía en ese gesto. —Te acompañaré hasta tu mesa. Vicente no volvió a tocarla y, mientras ella tomaba asiento y daba un sorbo a la bebida que Mateo le había traído, Vicente intercambió saludos. —Buenas noches, Señor Bustamante. Creo que todavía no nos han presentado. Mateo se puso de pie y le tendió la mano diciendo. —No, hasta ahora nunca habíamos coincidido. Señor Rivas. Vicente le sujetó la mano y le dijo. —Es un placer. Ya veo que conoce a la señora Espinoza. —Así es. La señora Espinoza es una empleada excepcional.—dijo Mateo. —Por supuesto, estoy al tanto de los muchos talentos de la señora Espinoza.—dijo Vicente. Sofía lo miró con los ojos entrecerrados. —Claro, eso es algo que se nota al conocer a la señora Espinoza. Pero hace falta de un buen conocedor de talento para apreciarlo.—dijo Mateo. —Si claro
–¿Hablas en serio? ¿Interesada? –Sofía se rio, rodeó el escritorio y luego se agachó para darle a Mateo un fuerte abrazo–. Ese sería mi trabajo soñado. Mateo se sonrió ante el entusiasmo de ella. –Podrías trabajar aquí, tienes mucho talento, pero me gustaría que estudiaras la carrera de diseño gráfico. –No es ningún problema –afirmó Sofía alzando una mano como si estuviera haciendo un juramento. –Armando quiere saber si ya has terminado con la mujer sabia… –Sí, hace unos minutos. Le mandaré el archivo por correo electrónico. –Genial. Y de paso quería decirte que me encanta la visión que tienes de ella –aseguró Mateo. —No sabes lo que aprecio tu opinión. Tú eres el experto. —También quería decirte que estaba decidido a llevarte a mi cama. Pero la idea de una mujer embarazada no está en mi lista de cosas por hacer. Así que siento mucho de que a pesar de que estás hermosísima, ya no deseo tener nada contigo. Excepto relaciones laborales. —Para mi está perfecto, lo dejaremos
—¿Eso me pregunto yo? ¿Qué hago aquí? Sí, estaba sentado en la esquina. —dijo haciéndose el inocente— De seguro me atrajiste con el pensamiento. —¡Qué bobo! ¡Arrímate que estás muy cerca! Él se puso de pie y se estiró con los brazos hacia arriba y Sofía admiró el buen trasero que tenía. “¡Desgraciado! ¡Está mejor un que comer pollo con los dedos!, ¡Dios dame fuerza de voluntad! No me interesa, No me interesa, No me interesa, No voy a regresar con él” Vicente se apoyó contra un árbol y sus ojos reflejaron la luz del sol sus ojos grises tenían en tonos verde pálido. —¿Entonces si vas a salir conmigo? —Si... —No te escucho. —Ya dije que sí. —Podrías mostrarte más entusiasta —dijo sonriendo. Sofía se salvó de hacer algún comentario gracias a la llegada de los dos niños, quienes señalaban a un paseante que tiraba de un cachorro con una correa. De pronto, Gabriel descubrió a Vicente y lo observó con desconfianza. Era casi cómico ver esos dos pares de ojos idénticos contemplarse fij
— ¿En este momento? —No. Desde que conoces la verdad sobre Gabriel. —Siento que eres responsable de la muerte de Marina. Él hizo un gesto incómodo, bebió un sorbo de coñac y le dijo con suavidad, pero con firmeza. —Me echas en cara un crimen terrible para el resto de mis días. ¡Diantres Sofía soy humano! Dios sabe que desearía deshacer lo que sucedió, pero como no puedo, permíteme reparar mi error en el hijo que nunca creí tener. — ¿A qué te refieres? —Te lo explicaré —se reclinó en el asiento, parecía relajado—: En el pasado, después que Dayana decidió que como marido era un completo fracaso, abandoné la idea de volver a casarme. Pensé que cuando mis empresas necesitaran a unos Rivas para ser administradas, los hijos de Ernesto podrían continuar con la tradición, mientras yo gozaba de los privilegios y libertades de la soltería. Para ser honesto, nunca me atrajeron los bebés, las noches en vela y las restricciones que vienen junto con ellos. Jamás sentí la necesidad de procrear
Sofía pensó que era preferible no discutir, pues Vicente necesitaba toda su concentración para manejar. Dio un suspiro de alivio cuando vio las luces del solitario hotel dándoles la bienvenida. —Si no les quedan habitaciones libres, quizá nos permitan sentarnos en el vestíbulo —opinó y Vicente le sonrió al apagar el motor, como una exhalación de triunfo. —Gracias, Sofía. — ¿Por qué? —Por no ponerte histérica. —No tendría sentido —contestó con tranquilidad—. No tienes la culpa de que haya llovido tan de repente precisamente hoy. —Me agrada no tener la culpa de algo —cogió una chaqueta de cuero, que estaba en el asiento posterior y se la entregó. Luego, en medio de la lluvia y un viento tenaz, rodeó el coche, cogió a la joven en brazos. Caminó hacia el hotel y apenas podía respirar cuando depositó a Sofía en la entrada. — ¡Fiu! —exhaló—. Gracias a Dios que estamos a salvo. ¿Te sientes bien? Aparte del frío y de lo mojada que estaba, Sofía se sentía bien, y se lo dijo. El pequeño
— ¿Por qué no pedimos más cobijas en la recepción de la posada? —sugirió Sofía. —¿A esta hora? Prefiero abrazarme a ti —afirmó, con el aire de un hombre que no tolerara que se opongan a su voluntad. La rodeó con los brazos, la espalda de ella contra su pecho, y apoyó la barbilla sobre su pelo—. No está tan mal, ¿eh? Por supuesto que no estaba nada mal. Era maravilloso sentirse segura, cálida. —Estoy muy cómoda, pero si intentas algo te arranco las bolas. —Tú le quitas la inspiración a cualquiera —Esa es la idea—suspiró—. Buenas noches, Vicente. —Buenas noches, Sofía. Sintió que le besaba en la nuca y luego se quedó quieta, gozando de ese sentimiento de seguridad. Esa tranquilidad duró varios minutos, pero después de un rato cambió. Ninguno de los dos se había movido, sin embargo, algo era diferente. El cuerpo de Vicente ya no estaba relajado. Sofía sentía la tensión de sus músculos y la boca se le resecó. Le pareció que debía apartarse urgentemente de él, pero tuvo miedo de que