—¿Qué tal va el trabajo?—preguntó Marta mientras Francisco servía las copas. —Imagino que los dos están al día de quién es Mateo Bustamante. Así que iré al grano. Nunca he conocido a un hombre tan insistente. Debieron haber visto su cara cuando le dije que no iría a cenar con él. Era como si fuera la primera mujer en su vida que lo rechazaba. Marta le dijo. —Probablemente, lo eres… —Bueno, pues alguien tiene que hacerlo —repuso Sofía—No es un dios. No puede salirse con la suya a todas horas. Esa clase de arrogancia me pone furiosa. —He leído su biografía, y lo he visto en entrevistas. Se muestra simpático y agradable. Nunca me ha parecido arrogante—comentó Marta encogiéndose de hombros—. Se ve seguro de sí mismo, muy inteligente. Sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. Pero tú estás decidida a no sentir simpatía por él. Aunque se dedicara a salvar cachorros de edificios en llamas, te seguiría cayendo mal. Sofía abrió la boca para negarlo, pero sabía que no tenía sentido. Era l
—Bueno, te duele la cabeza cuando tienes demasiado trabajo —dijo Elba al caminar hacia su escritorio. —Es el café —dije al ponerme de pie—. Traigo el corazón acelerado y… —gruñó y cerró sus ojos, tan fuerte como pudo— ¡Diantres! ¡¿Cómo puede alguien seguir vivo tras tomar café negro sin azúcar todos los días?! —Te sorprendería a lo que la gente se puede acostumbrar —dijo Elba, luego lo miró con el ceño fruncido y le preguntó—. ¿Te ocurre algo Vicente? —Estoy bien. —Voy por tu vaso de agua—y cuando regresó le dijo. —Te pregunté si te ocurre algo, porque pareces cómo drogado... —Sí, por la cafeína... —Ok, entonces vamos a seguir hablando de café. —¡¿Por qué viniste enana?! —¡Vaya! Ahora sí eres tú. Vine por qué... —¿Sabes que existen personas que hacen un excelente café? ¡Más que excelente! Es como si hubieran sido tocados por los dioses y su café es en extremo delicioso... ¡Maldito dolor de cabeza!—dijo masajeándose las sienes. —Muy bien, bébete las aspirinas... ¿Te estás es
Aunque en su última conversación con Vicente y alguna vez con Amelia le habían hecho sentir que ella estaba allí por su físico. Y se sintió subestimada. Pero Rafael le había dicho que tenía talento para el diseño gráfico. Y ese comentario hecho por un hombre que era excelente en su trabajo la halagó. La verdad que Sofía se sorprendió con el entusiasmo con que ella se lanzaba a terminar por las noches cada tarea que le asignaba su jefe. Cuando ella estudió en la universidad, pedagogía lo hizo pensando en que sería más rentable y para poder mantener a Marina y ayudar a Néstor. Y ahora estaba segura de que de habérselo pensado mejor hubiera estudiado diseño gráfico. –¿Has terminado ya los bocetos de la Cacería Salvaje? –Los tendrás mañana –dijo ella. El siguiente juego en el que estaban trabajando comenzaba a tomar forma, y a Sofía que hasta ahora le había parecido sin importancia los videojuegos. Ella estaba en el departamento donde se creaban las imágenes y le encantaba en e
Rafael pareció sorprendido. –La idea es tuya, Sofía, y es genial. No seas boba. Mateo es un hombre exitoso, porque le importan sus empleados y nunca los subestima –dejó caer los esbozos en su escritorio–. El vicepresidente está en el despacho de Mateo, así que puedes pillarlos a los dos al mismo tiempo. Cuanto antes se lo lleves, mejor. Los programadores van a necesitar más tiempo para las capas extra. –Lo sé, pero, que les voy a decir. ¡Hey! Aquí estoy yo, usurpando obligaciones que no me corresponden. ¡Está es mi idea! Rafael se rio entre dientes. –¿Desde cuándo eres tan tímida? Llevo dos semanas de trabajar contigo y eres entusiasta, eficiente, responsable y creativa. He visto la emoción en tus ojos. Lo disfrutas tanto como yo. Créeme cuando te digo que naciste para ser diseñadora gráfica. Vamos, llévales tu idea a los jefes y déjalos impactados. Rafael se fue a hablar con otros artistas sacudiendo la cabeza y Sofía bajó la vista hacia los esbozos de la mujer sabia. Era un
Mateo veía cómo movía los labios, escuchaba su voz, pero no podía centrarse en lo que estaba diciendo mientras Sofía explicaba su idea sobre un nuevo personaje. Su cerebro no paraba de imaginar. ¿Cómo diablos iba a centrarse en el trabajo con aquellos deseos sexuales flotándole por el cerebro y torturándole el cuerpo? –¡Son geniales! –estaba diciendo Armando. Se inclinó casi rozando a Sofía para mirar el esbozo que ella sujetaba y Mateo sintió una punzada de irritación. "¿Por qué tiene Armando que colgarse prácticamente del hombro de Sofía para mirar el dibujo?" –A ver –dijo Mateo bruscamente, rompiendo lo que a él le parecía una escena demasiado cariñosa. Armando fue pasando los dibujos y dijo: –Me gusta la idea de que una mujer poderosa venga en ayuda del héroe atormentado –sonrió–. Puede que así consigamos además más jugadoras. Mateo asintió mientras miraba los dibujos y tuvo que reconocer que Sofía Espinoza tenía mucho talento. No eran dibujos completos, más bien la idea
Pero ese sueño se convertía en pesadilla, cuando se veía obligada a tratar con Mateo. No era tonta, él solo quería llevársela a la cama, pero se dio el gusto de ver cómo en verdad le reconoció su talento.De repente el timbre sonó, interrumpiéndole sus pensamientos. Frunció el entrecejo. ¿Quién podría ser a esta hora?Abrió la puerta y se quedó paralizada mirando los ojos de Vicente Rivas. El corazón se le aceleró. Tomándola por sorpresa y sin esperar a ser invitado, él entró con decisión en su casa. Con una mueca de desagrado, sin tener otra opción que aceptar lo inevitable, Sofía cerró la puerta. –Bueno, adelante –murmuró con sarcasmo–. Estás en tu casa. Con el gesto adusto y los ojos reflejando dureza, Vicente le dijo: –Tenemos que hablar. Vicente se detuvo en medio del salón, se dio la vuelta y la miró. Sofía llevaba puesta una camiseta rosada y un blue jeans desteñidos con un agujero en la rodilla. Estaba descalza y tenía las uñas pintadas de rosa pálido. Su cabellera castañ
–¡Márchate! –dijo Sofía con firmeza–. Vete de mi casa ahora mismo. Vicente sacudió la cabeza.–Todas nuestras noches en la cama fueron increíbles–aseguró–. Y sé que para ti también lo fue.–Exacto Vicente fueron tiempo pasado. ¿Dónde está Dayana? Porque no vas a molestarla a ella.–¿Me estás reclamando? Tú me sacaste de tu vida, ¿Lo recuerdas?–No me importa lo que hagas con tu vida. Por favor...Sofía se interrumpió, cuando Vicente se acercó a ella y la estrechó entre sus brazos. –Si me lo pides con tanta amabilidad… La besó y se hundió en su aroma. Sofía se revolvió a medias durante un segundo o dos, como si intentara negar lo que estaba pasando entre ellos. Pero la vacilación desapareció al instante y le pasó las manos por el cuello, apretándose contra él. Vicente dejó caer las manos por la curva de su trasero y las mantuvo allí, sosteniéndola con fuerza contra su erección latente por el deseo de estar dentro de ella. ¿Sabía lo que podría pasar cuando decidió ir allí? ¿Había in
–¡Vicente! –Sofía echó la cabeza hacia atrás y apretó las caderas contra su contacto. Si no te quitas esos pantalones y vienes pronto a mí, yo… –aspiró con fuerza el aire y gimió al sentir el primer dedo dentro y luego el segundo–. ¡Vicente, por favor!Sofía empezó retorcerse y haló sus cabellos cuando le sobrevino un orgasmo.–¡Oh, Vicente! ¡Vicente!Él siguió excitándola, llevándolos a ambos al borde del control y más allá. Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano por no darle justo lo que ella quería. Lo que quería él también. Había sido dos meses muy largos. Pero entonces no pudo seguir soportándolo. Se apartó de ella, se puso de pie y se quitó apresurado el resto de la ropa con la mirada clavada en la suya mientras se desnudaba. Sofía se humedeció los labios y volvió a mover las caderas en silenciosa invitación antes de alzar los brazos para recibirle. –Ya casi –murmuró Vicente. Ella gimió frustrada. Entonces Vicente se arrodilló en el suelo y atrajo su cuerpo hacia el suyo. Cua