–¡Márchate! –dijo Sofía con firmeza–. Vete de mi casa ahora mismo. Vicente sacudió la cabeza.–Todas nuestras noches en la cama fueron increíbles–aseguró–. Y sé que para ti también lo fue.–Exacto Vicente fueron tiempo pasado. ¿Dónde está Dayana? Porque no vas a molestarla a ella.–¿Me estás reclamando? Tú me sacaste de tu vida, ¿Lo recuerdas?–No me importa lo que hagas con tu vida. Por favor...Sofía se interrumpió, cuando Vicente se acercó a ella y la estrechó entre sus brazos. –Si me lo pides con tanta amabilidad… La besó y se hundió en su aroma. Sofía se revolvió a medias durante un segundo o dos, como si intentara negar lo que estaba pasando entre ellos. Pero la vacilación desapareció al instante y le pasó las manos por el cuello, apretándose contra él. Vicente dejó caer las manos por la curva de su trasero y las mantuvo allí, sosteniéndola con fuerza contra su erección latente por el deseo de estar dentro de ella. ¿Sabía lo que podría pasar cuando decidió ir allí? ¿Había in
–¡Vicente! –Sofía echó la cabeza hacia atrás y apretó las caderas contra su contacto. Si no te quitas esos pantalones y vienes pronto a mí, yo… –aspiró con fuerza el aire y gimió al sentir el primer dedo dentro y luego el segundo–. ¡Vicente, por favor!Sofía empezó retorcerse y haló sus cabellos cuando le sobrevino un orgasmo.–¡Oh, Vicente! ¡Vicente!Él siguió excitándola, llevándolos a ambos al borde del control y más allá. Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano por no darle justo lo que ella quería. Lo que quería él también. Había sido dos meses muy largos. Pero entonces no pudo seguir soportándolo. Se apartó de ella, se puso de pie y se quitó apresurado el resto de la ropa con la mirada clavada en la suya mientras se desnudaba. Sofía se humedeció los labios y volvió a mover las caderas en silenciosa invitación antes de alzar los brazos para recibirle. –Ya casi –murmuró Vicente. Ella gimió frustrada. Entonces Vicente se arrodilló en el suelo y atrajo su cuerpo hacia el suyo. Cua
Pero una hora más tarde supo que había terminado. A pesar de sentir el peso de Vicente sobre el suyo en el colchón, a pesar de que tuviera su cuerpo dentro del suyo, sintió cómo él se apartaba. Por muy cerca que estuvieran físicamente en aquel momento, había entre ellos una distancia que hacer el amor no podía salvar. Aquel tiempo con él había servido en realidad para reforzar las líneas que los separaban; Dayana, el poco interés de Vicente en Gabriel y su nuevo trabajo. Vicente rodó hacia un lado y se apoyó en un codo. Lanzó una mirada rápida a la ventana, donde los rayos de sol ya se filtraban, y luego se giró de nuevo hacia ella y dijo: –Debería irme. –Sí –Sofía le miró y quiso guardar su imagen en la memoria. El pelo revuelto, una sombra de barba alrededor de su increíble sonrisa. Si tuviera un poco de sentido común, en lugar de intentar construir un recuerdo, estaría tratando de borrar de la mente el tiempo compartido con Vicente. Ahora él tenía a otra mujer en su vida. La mu
Lo mejor de contemplarla desde allí era que ella tenía la guardia baja. Estaba relajada, con una mirada soñadora en los ojos, mientras el sonido de la fotocopiadora mecía sus pensamientos. Él no sabía qué tendría en la cabeza, pero la vio sonreír. El gesto le iluminó el rostro. Era la primera vez que la veía sonreír de forma genuina. Entonces, Sofía se giró hacia el pasillo y lo sorprendió allí. Él le recorrió el cuerpo con la mirada, solo un momento. Luego ella se volvió, recogió los documentos, salió de la habitación y se dio media vuelta, comenzó a caminar en dirección opuesta, con un montón de papeles en las manos. De nuevo, lo estaba evitando. Mateo la siguió. Era fácil alcanzarla, pues con los tacones que llevaba no podía correr mucho. Se fijó en un cuarto de la limpieza que había a su lado y, sin perder el tiempo en saludarla, la agarró de la cintura, abrió la puerta y la arrastró dentro. –¿Qué diablos? –protestó ella. Él cerró la puerta y, al instante, se quedaron a s
Cuando pasó delante de él y salió al pasillo, Mateo se tomó un momento para disfrutar y admirar su voluptuoso trasero. Después, la siguió para alcanzarla. –¿Por qué no? –No sería apropiado –respondió ella. –¿Quién lo dice? ¿Por qué soy tu jefe? No veo qué tiene de malo que te invite a cenar como bienvenida amistosa a nuestra empresa. Yo saco a mis empleados a comer todo el tiempo, por alguna ocasión especial. –No tienes reputación de ser solamente amistoso con las mujeres. Sus palabras le sonaron como cuchillos a Mateo. Adivinó que su rechazo tenía que ver con la mala opinión que ella tenía de su vida amorosa. –Entonces, ¿Lo que pasa es que no quieres que te vean en público con un mujeriego como yo? ¿Dañaría tu reluciente reputación? Sofía dobló una esquina, probablemente, en dirección a la fotocopiadora de nuevo. –Honestamente, sí. He trabajado mucho para llegar a dónde estoy. No me interesan los hombres como tú, ni la clase de amistad que me ofreces. Se detuvieron de
“Gracias a Dios que me quisieron acompañar, no quería estar a solas con Mateo…” Giró impaciente, mirando hacia la puerta por donde la gente salía al jardín, y su corazón le saltó cada vez más rápido. Pero al verlo, dejó de palpitar un instante. Había algo más que hacía destacar a Vicente entre la multitud, además de su estatura, corpulencia y porte. Algo que no sabía explicar. ¿Era la energía con la que caminaba? ¿Era la sonrisa en su rostro? ¿Era la manera en que saludaba a algunas personas mientras daba vistazos a su alrededor? “¡¿Diantres que hace él aquí?!” Sus ojos encontraron los de ella. El tiempo pareció detenerse mientras él la miraba. No sabía si había dejado de respirar, pero aquel hombre le había robado el aliento. De súbito sintió en el oído como Mateo le decía. —¿Acaso no soy el hombre más guapo que has visto en tu vida?... —ella se giró hacia él con una débil sonrisa —Disculpa que te haya dejado por tanto tiempo, pero a veces me parece increíble la cantidad de gente
“Sí, por eso le entregas la tarjeta. ¡Zorra!” —Gracias, pero no es necesario...—respondió Mateo, Dayana lo interrumpió y le tendió la tarjeta mirándolo fijamente. —¡Insisto! Él la tomó y ella coqueta le dijo. —Estaré esperando su llamada. Se dio la vuelta y se alejó contoneándose. Sofía notó que él se guardó la tarjeta en el bolsillo de su chaqueta y ella le dijo. —La señora Torres es la pareja sentimental de Vicente Rivas, el dueño de la Multinacional Rivas. Verónica agregó. —Es verdad, en las redes sociales dicen que se habían separado, pero regresaron para darse una segunda oportunidad. Mateo enarcó una ceja, se Inclinó hacia ella y le preguntó en voz baja. —¿Estás celosa? Sofía se rio divertida y le dijo en el mismo tono bajo. —¿De ti? ¡Ay, no! Lo digo por el señor Rivas, que no se merece que lo traicionen. Él puede tener muchos defectos, pero es un hombre fiel. Mateo frunció el ceño y le preguntó con suspicacia. —¿De dónde lo conoces? “¡DIANTRES! ¡Sofía eres una des
—Tendrías que preguntárselo a ella..., si es que te interesa. —Simple curiosidad —repuso Sofía, paseando perezosamente la vista por las mesas, como para demostrar que el súbito interés por los sentimientos de Dayana era pasajero—. Por cierto, ¿Dónde está? —Retocándose el maquillaje en el tocador de señoras —respondió él. Él Dj inició una nueva pista, distrayendo la atención de Sofía. Vicente la miró directamente a los ojos y de una manera bastante abrupta preguntó: —¿Quieres bailar? —¿Contigo? —inquirió ella, sorprendida. Él puso una mueca burlona. —¿Con quién si no? —se interesó echando un vistazo a los alrededores con una nota de aspereza en el tono de voz—. Por si aún no te has dado cuenta, la mayoría de los asistentes son los empleados de la Multinacional Rivas. A los que les pedí que asistieran cómo una manera de incentivarlos. Todos están pendientes de nuestras reacciones. Seguro que el lunes se van a dar un buen chismorreo. Sobre todo con tu numerito de baile con Mat