—Este es un lugar estupendo para trabajar. Espero que disfrute de su tiempo aquí —dijo Aura y salió de detrás del mostrador. Estaba descalza y llevaba las uñas de los pies pintadas de rojo. Y Sofía trató de poner cara de que estaba acostumbrada a ver a los empleados descalzos en una empresa."¡Ok!... Espero no arrepentirme de buscar trabajo aquí. Ya que fueron los únicos que me llamaron para hacer la entrevista.Caminando sobre la esponjosa alfombra, escoltó a Sofía hasta unas puertas dobles de roble. Empujó una de ellas, dio un paso atrás y le hizo un gesto para que entrara. —Tome asiento, Mateo llegará enseguida. —para Sofía no pasó inadvertido que tuteó a su jefe.La puerta se cerró silenciosamente detrás de ella, dejándola sola en el despacho de Mateo. Como le habían indicado, se sentó en uno de los sillones de cuero negro. Cruzó los tobillos y se colocó el maletín que llevaba sobre el regazo. Miró a su alrededor, nerviosa. El despacho era enorme y su decoración impersonal, pare
Daba la impresión de que quería librarse de él, caviló Mateo, las mujeres nunca querían librarse de él, todas se mostraba coqueta o dispuestas a complacerlo. —Tonterías —insistió él, y se levantó de la silla, dando la discusión por terminado —Tengo un hueco ahora y me gustaría asegurarme de que te encuentras a gusto. Sofía se puso en pie con cierta reticencia y salió del despacho, delante de él. A pesar de cierta rigidez, se movía con fluidez y gracia femenina. Las curvas del abultado y hermoso trasero se mecían tentadoramente de izquierda a derecha, observó él. Esa falda ajustada que dejaba notar el cuerpazo que tenía, seguro se la pasaba metida en el gimnasio. Respiró hondo para poner en orden sus pensamientos. En el pasillo, se colocó a su lado. —Seguro que has visto la sala de juegos cuando venías para acá. En todas las plantas hay una —indicó él, orgulloso, cuando se detuvieron en la puerta.— Es una de nuestras innovaciones favoritas. Me la paso en esa sala el mismo tiempo
Se detuvieron delante de un despacho para visitas y él abrió la puerta. El escritorio estaba a un lado del gran espacio de la recepción de la oficina de finanzas. Un ordenador y un teléfono ocupaban media mesa. Había un cuadro con el logo de la empresa y un ficus en una esquina. Era perfectamente adecuado para trabajar a gusto. —Esta será tu casa durante las próximas semanas. La mesa tiene material, el teléfono está activo y tienes enchufes para conectar tu portátil. Si necesitas algo, la asistente de contabilidad, Verónica, puede ayudarte. Está al final del pasillo, a la izquierda. La secretaria principal Sara está de vacaciones, por eso nos vimos en la necesidad de buscar una asistente, cuando ella regrese, te adjudicaré otro puesto. Tu jefe inmediato es el gerente de finanzas, se llama Omar Mendoza, no se encuentra. Pero lo conocerás mañana. Sofía asintió con un seco gesto. Parecía estar deseando que se fuera, adivinó Mateo. ¿Cuál era su problema? Estaba rígida y tensa, como si an
Dayana puso música para empezar a bailar, contoneándose de una manera tan sensual como una bailarina exótica. Era su manera de coquetear para atraer a los hombres. Eso le hizo recordar cuando la sorprendió bailando con su mejor amigo. Vicente supo que estaba intentando llamar su atención mediante la provocación sexual y la ignoró deliberadamente. Aquella actitud le resultaba desagradable y obscena. En su opinión, una mujer debía comportarse con decoro y dignidad fuera del dormitorio. Por desgracia, Dayana siempre lo avergonzaba cuando se tomaba algunas copas de más en una fiesta. Otro defecto más de la larga lista. ¿Qué diablos estaba pensando cuando regresó con su ex? Por supuesto que lo sabía perfectamente, por despecho y dolor. Y un gran deseo de molestar a Sofía. **** El primer oficial del yate, Donato, se encontraba hablando con una camarera. —Si no estás dispuesta a presentar una queja oficial, yo no puedo hacer nada. La señorita Torres es la novia del señor Rivas. Me temo que
—Es una lástima que por tu situación tengas que dejar perder la oportunidad de tener una relación con él.—¿Oportunidad de ser usada cómo un condón y luego ser desechada? Aunque no estuviera embarazada, nunca tendría una relación con él. Es un mujeriego y por su actitud parece que se siente orgulloso de eso. Sí, algún día tengo de nuevo una relación, quiero que sea estable.—Bueno, un dulce o una canita al aire con ese bombón no estaría mal. Después de todo tu ex anda revolcándose con su ex. ¡Ay! Me salió en verso —dijo María.—¡Pues tampoco me voy a revolcar por despecho! Aunque las hormonas me estén matando.—¡Cielos! Dicen que a las mujeres se les sube la líbido, ¿Es verdad?—¡No tienes una idea!Luego María bajó la voz y le preguntó.—¿Quieres que te regale un vibrador? O le llamas al gran jefe para decirle que es su obligación que te mantenga feliz en la cama.—¡No gracias! Me seguiré dando duchas de agua fría.—Bueno, deberías aceptar el vibrador, porque si sigues con la líbido
"Lo que pasó entre nosotros es cosa del pasado. Nunca se repetiría. Es agua pasada"—pensó Sofía, angustiada y abrió la puerta de su despacho. En su escritorio le esperaba un gran jarrón con lirios blancos. Era el ramo más bonito que había recibido en su vida. Entró y tomó el pequeño sobre que había entre las flores. "¡Mateo, otra vez!" Para ella sus atenciones, aunque halagadoras, estaban fuera de lugar. Incluso eran peligrosas, porque ponía en riesgo su empleo. Leyó en voz alta. "Para Sofía. Tengo muchas ganas de conocerte mejor. Firmado, Mateo." Sofía se sentó en su escritorio y encendió la computadora. Y buscó en internet noticias de Vicente. Estaba en un puerto en Italia, tomándose tiempo libre, a bordo del "Soraya, acompañado, como captaron los superteleobjetivos de los paparazzi, por Dayana, escasamente vestida. A Sofía se le encogió el corazón al ver las fotos, y no le quedó más remedio que admitir los celos que la carcomían por dentro. **** Mateo salió del ascensor
—¿Qué tal va el trabajo?—preguntó Marta mientras Francisco servía las copas. —Imagino que los dos están al día de quién es Mateo Bustamante. Así que iré al grano. Nunca he conocido a un hombre tan insistente. Debieron haber visto su cara cuando le dije que no iría a cenar con él. Era como si fuera la primera mujer en su vida que lo rechazaba. Marta le dijo. —Probablemente, lo eres… —Bueno, pues alguien tiene que hacerlo —repuso Sofía—No es un dios. No puede salirse con la suya a todas horas. Esa clase de arrogancia me pone furiosa. —He leído su biografía, y lo he visto en entrevistas. Se muestra simpático y agradable. Nunca me ha parecido arrogante—comentó Marta encogiéndose de hombros—. Se ve seguro de sí mismo, muy inteligente. Sabe lo que quiere y cómo conseguirlo. Pero tú estás decidida a no sentir simpatía por él. Aunque se dedicara a salvar cachorros de edificios en llamas, te seguiría cayendo mal. Sofía abrió la boca para negarlo, pero sabía que no tenía sentido. Era l
—Bueno, te duele la cabeza cuando tienes demasiado trabajo —dijo Elba al caminar hacia su escritorio. —Es el café —dije al ponerme de pie—. Traigo el corazón acelerado y… —gruñó y cerró sus ojos, tan fuerte como pudo— ¡Diantres! ¡¿Cómo puede alguien seguir vivo tras tomar café negro sin azúcar todos los días?! —Te sorprendería a lo que la gente se puede acostumbrar —dijo Elba, luego lo miró con el ceño fruncido y le preguntó—. ¿Te ocurre algo Vicente? —Estoy bien. —Voy por tu vaso de agua—y cuando regresó le dijo. —Te pregunté si te ocurre algo, porque pareces cómo drogado... —Sí, por la cafeína... —Ok, entonces vamos a seguir hablando de café. —¡¿Por qué viniste enana?! —¡Vaya! Ahora sí eres tú. Vine por qué... —¿Sabes que existen personas que hacen un excelente café? ¡Más que excelente! Es como si hubieran sido tocados por los dioses y su café es en extremo delicioso... ¡Maldito dolor de cabeza!—dijo masajeándose las sienes. —Muy bien, bébete las aspirinas... ¿Te estás es